—¡Zanoah! —grita Anna desde el otro lado de la calle. Espera a que el semáforo dé paso a los peatones antes de cruzar rápidamente con una sonrisa—. Perdón por llegar tarde, el trabajo se alargó.
—Sabes, nunca te he preguntado qué haces para tener un horario tan flexible. ¿A qué te dedicas? —le pregunto, entrelazando nuestros brazos y guiándola hacia la anfitriona—. Mesa para dos, por favor.
La anfitriona sonríe y nos lleva a la sección VIP. Anna está a punto de explicarme en qué trabaja cuando alguien me choca con el hombro.
—¡Ay! —me quejo, tocándome el brazo.
Miro a la persona en cuestión y doy un paso atrás. Es Adela.
—¿Zanoah? —pregunta con sarcasmo—. ¿dónde te habías metido? No te dan el ascenso y simplemente ¿abandonas el trabajo?
Anna está a punto de decir algo, pero le apriet
