La puerta se abrió de golpe y Odorv irrumpió en mi habitación; sus manos sangraban y sus ojos estaban rojos de rabia. Mi cuero cabelludo se erizó al levantarme de la cama, observándolo con preocupación. Eran las diez y cuarto de la mañana; ya podía suponer que había hablado con mi padre y que había dicho algo para enfurecerlo. —Odorv —me acerqué con cautela, extendiendo la mano para tocarlo—. ¿Qué pasa? Se apartó de mí. —Me mentiste —. Mi mente se nubló. Sabía que había descubierto la verdad, pero aun así no quería creerlo. Tal vez estaba enojado por otra cosa. —¿De qué hablas? Alzó su teléfono frente a mi cara. —Jura que no tienes idea de lo que hablo. Vamos, niega eso. Se me heló la sangre y me quedé paralizada. Era una foto de Tomy y Chris. Mi padre le había enviado sus fotos y

