—¿Qué te pasa esta noche, chico? —. Me sobresalté, buscando mi pistola en el bolsillo. Estaba perdido en mis pensamientos, haciendo clic con el encendedor plateado que pertenecía a mi padre, mirando distraídamente las palabras grabadas en él. Todos morimos. Era la frase favorita de mi padre, y había llevado ese encendedor conmigo a todas partes desde que él murió. Me gustaba leer esas palabras, mantenían vivos los recuerdos que tenía de él. Pero no estaba pensando en él ahora. Estaba pensando en otra persona, en alguien en quien no debería pensar. Esa chica del casino anoche. Isabela, se llamaba. —No pasa nada —. —Algo pasa—insistió Serov, escrutándome con la mirada—. Estás sentado en un club, sin prestar atención a las strippers frente a ti. ¿Qué te pasa? La forma en que mis herman

