—¿Qué quieres, hombre? Avancé hacia él, frunciendo el ceño para que viera lo enfadado que estaba. Cuando llegué a su lado, sonreí, y él retrocedió encogido en sus ataduras. Me encantaba ver el miedo en los ojos de mis enemigos cuando los quebraba pedazo a pedazo hasta que su voluntad se desmoronaba. Pero lo detestaba en los ojos de Andrés. Odiaba la forma en que se acobardaba. No había nada emocionante en él, nada que romper. Imaginé que Sofia debía haber estado así de aterrada cuando él intentó forzarla. Pudo haberla destruido esa noche. Metí la mano en el bolsillo y me erguí sobre él. —¿Me darás lo que quiero si te lo digo? —Escucha, hombre. No sé qué juego estás jugando, pero te juro que no soy el tipo que estás buscando. Debe haber algún error. Me incliné, nivelando mi rostro con

