Sofia entró detrás de él. Nuestros ojos se encontraron por un instante, y fue suficiente para que mi corazón se acelerara. Su piel clara brillaba como pan de vainilla recién horneado, y su cabello oscuro reflejaba la luz del techo. Hoy no vestía como una chica de oficina. Llevaba un vestido n***o corto que le quedaba justo encima de la rodilla y unos tacones plateados con pulsera en el tobillo, nada extravagante. Aun así, apartar la vista de ella fue un suplicio. Quería devorarla con los ojos. Ella le sonrió a Viktor—. Gracias. Viktor ignoró su sonrisa, me miró y se fue cerrando la puerta tras de sí. Ella se quedó un momento parada frente a la puerta, sujetando la correa de su bolso como si se aferrara a la vida. No estaba seguro de si se había dado cuenta de que no estaba respirando.

