Mi nombre es Zara nací en el imperio del sol el más grande y próspero de los cinco imperios, nuestra posición no era la mejor mi madre quedó embarazada antes de casarse y mi padre murió en la guerra defendiendo nuestro reino dejo un testamento donde sus bienes quedaban a mi madre y a mí, pero la familia de mi padre no quiso reconocerme como parte de ellos y se negaron a darnos lo que por derecho no correspondía, mi madre fue rechazada por su familia quedando en la calle tuvo que trabajar en casa de nobles para poder criarme, mi padre era m*****o de una familia noble fue un gran guerrero y era conocido como un gran héroe; sin embargo, yo nunca fui reconocida como su hija, aunque mi físico era idéntico al suyo un día por milagro o destino, cuando cumplí 6 años un hombre vino a nuestra casa era fuerte, imponente y con un orgullo inquebrantable.
Su nombre era Leónidas Usher, se presentó como el hermano menor de mi padre, ambos fueron juntos a la guerra y mi padre se sacrificó para salvarlo, me reconoció de inmediato por el parecido con mi padre, prometió cuidar de nosotras y devolvernos todo lo que mi padre nos dejó incluido el título de noble, me envió a la academia donde podría estudiar lo que yo quisiera desde medicina hasta idiomas, nuestra vida era estable, pero eso no detuvo la discriminación y malos tratos hacia nosotras, mi madre y yo éramos rechazadas aun estando bajo la protección de mi tío Leónidas empecé a guardar resentimiento por mi propia gente y jure ser la mujer más fuerte de todo el imperio para ganarme el respeto y temor de todos así mi madre nunca más sería intimidada por otros.
Crecí sin amigos, pero no me importaba quería ser fuerte y eso solo era un retraso en mi camino, me convertí en una de las niñas más destacada de la academia, quería ser una guerrera como mi padre muchos de los chicos se burlaban de mí decían que era una idiota si creía que una niña podría vencer a un chico, los hombres eran mejor para la guerra y los combates que las mujeres, mis profesores también lo creían y me insistían que desistiera, que me dedicará a la magia o a servir en el templo como sacerdotisa, que era el mejor campo para las mujeres jamás tendría lo necesario para ser un guerrero.
Estaba demasiado enojada con esos comentarios, pero igual seguí adelante. Nadie iba a detenerme, mi tío se convirtió en mi mentor y me enseñó todo sobre el combate cuerpo a cuerpo, el uso de armas y la resistencia. A mis doce años tenía un entrenamiento militar bastante bueno.
Cuando tenía 14 años hubo una competencia en la arena de combate para elegir al próximo niño que sería parte de la guardia del príncipe heredero. Emocionada, decidí participar, nadie tenía esperanza en mí, pero igual me dejaron participar.
El concurso estaba dividido en varias categorías: el empleo de armas, estrategia de combate y pelea cuerpo a cuerpo éramos alrededor 20 participantes que serían eliminados en cada ronda hasta que solamente quedaran lo mejores, pase la primera ronda dejando impresionados a todos, pase la segunda y la tercera hasta que fui derrotada en combate cuerpo a cuerpo, estaba muy confiada cuando me pusieron a elegir un oponente, en la grada había vi un niño delgado, de ojo y cabello n***o como el cuervo, llevaba su larga cabellera recogida en una cola, se veía tímido pensé que solo era un debilucho sin ninguna habilidad, así que lo elegí a él, desde mi punto de vista no tenía nada de especial únicamente una cara bonita e inocente, nunca lo vi pelear o competir en nada no parecía interesado en eso
—¿Lo elegiste a él?—preguntó mi tío para nada contento con mi elección—. Sí —le respondí con seguridad, pero mi mentor seguía preocupado y no entendía por qué.
-¿Estás segura? Deberías elegir a otro —me aconsejo con un tono preocupado, a lo cual no accedí —. No, lo elijo a él, ¿viste a los otros? Son altos y musculosos; cualquiera de ellos me destrozaría en un minuto. —La expresión de mi maestro se volvía cada vez más complicada y eso me molestó.
-¿Qué pasa? ¿Tú también crees que soy débil, verdad? —Le reclamé molesta, estaba cansada de que todos a mi alrededor me subestimaran todo el tiempo —. Eso no es lo que me preocupa, Zara, ¿por qué lo elegiste precisamente a él? —Le sonreí a con confianza y altanería.
-Ese niño es un debilucho, nunca lo he visto pelear, lo único que hace es quedarse en una esquina, míralo bien. — Lo señalé con el dedo mientras me burlaba—. ¿Crees que esa cara bonita le infundirá miedo a alguien? —Me burlé mientras me reía a carcajada. Mi maestro movió la cabeza en desaprobación por mi comentario. Parecía indignado conmigo y hasta decepcionado.
-Debería aprender a no juzgar a los demás por la apariencia. Subestimar a tu enemigo es un error que te puede costar la vida en el campo de batalla —moví mi mano y dije —Sí, si lo que digas, tío Leónidas.
Decidí ignorar el consejo de a mi mentor, estaba demasiado confiada en mi elección, ambos entramos en la arena de combate el sol estaba caliente y se formaban pequeños remolinos de polvo a nuestro alrededor, lo escaneaba con la mirada mientras me pregunta en mi interior “¿cómo podía creer mi maestro que ese blandengue podía ganarme?” El chico tenía la ropa desarregla, su cara estaba sucia de polvo, su pelo largo estaba sudado y despeinado, no parecía tener miedo, mucho menos estar presionado por mi presencia lo cual me pareció demasiado arrogante de su parte enojada apreté los puños y le grite con rabia
-¿Piensas que por ser mujer no puedo ganarte? ¿Te sientes muy confiado, niño bonito? -Su expresión indiferente hizo que me hirviera la sangre cada vez más, para mí era una clara muestra de desprecio hacia mis habilidades enojada me lance contra él y lo ataque con todo mi enojó, pero no logré conectarle un solo golpe, era bastante rápido antes de que pudiera reaccionar me encontraba tumbada en el suelo, el chico estaba sobre mí y me apuntaba el cuello con una navaja - Fin del juego - Me sonrió con arrogancia, dejándome sorprendida al escuchar su voz y sentir el filo de la daga en mi cuello.