Capitulo 1

3769 Palabras
Escucho el atormentante sonido de mi alarma, recordándome que son las 6:00 am, ya estoy despierto, mi reloj biológico nunca falla, todo el tiempo me pregunto para qué sigo usando una alarma si realmente no hace su trabajo de despertarme, tanteo la mesita que está al lado de mi cama y logro encontrar el cable del ruidoso aparato, de un solo jalón lo desconecto y todo queda nuevamente en silencio, suspiro aliviado y me doy el lujo de permanecer 5 minutos más en la cama, cuando por fin me decido a levantarme, siento que mis pies pesan alrededor de 100 kilos cada uno, me arrastro hasta el baño y cepillo mis dientes sin muchas ganas, luego con los ojos cerrados me quito el short pijama, arrojándolo en las frías baldosas del baño, entro a la ducha, pero no sin antes aprovechar y orinar, se siente tan bien, al terminar de descargar mi vejiga, muevo la llave de paso que hace el papel de mi grifo, y en un dos por tres sale disparado una gran cantidad de agua.  — ¡La puta madree! — Grito por sentir el frío chapuzón involuntario que me proporcionó mi ducha averiada. Después que el agua ya sale en su fuerza normal, termino de asear mi cuerpo en tan solo 5 minutos, hoy es un día especial, porque iré a una entrevista de trabajo en una prestigiosa empresa de publicidad de la ciudad, es una oportunidad única que no puedo dejar pasar, aun sigo en mi empleo actual, no puedo darme el lujo de renunciar sin tener algo seguro en mis manos, siempre es mejor tener un “plan B”, pero si obviamente, me llegasen a aceptar en la entrevista, no lo pensaría dos veces y renunciaría a mi trabajo, que tengo que admitir es una completa mierda y el salario es un chiste.   Busco en mi closet algo decente para usar, tengo que causar una buena impresión, en estos momentos me odio a mi mismo por vestir casi como un indigente. Rebusco hasta en los rincones del armario, y logro encontrar una camisa blanca de vestir. — Es decente…peor es nada — Me digo a mí mismo arqueando una ceja, esta algo arrugada por no decir mucho…pero no me importa, ya se planchará con el calor de mi cuerpo. Luego que tengo en mis manos mi camisa, encuentro mi mejor par de jeans, están limpios y sin rastro de rotos o magulladuras, busco debajo de mi cama mis únicas zapatillas Converse y las limpio para lucir presentable, me observo en el espejo y estoy realmente elegante, (por lo menos eso es lo que quiero creer) luego, recuerdo que tengo que peinar mi cabello, aun esta mojado, lo tengo medianamente largo, y fácilmente la parte delantera de mi cabello puede cubrir mis ojos, así que con todo el esmero que puedo conseguir, con mis dedos hecho toda la desordenada cabellera hacia atrás, luzco como un imbécil, pero no importa, esa es la idea lucir estúpidamente presentable. Ahora rebusco por todo mi desordenado departamento mi bolso y mi síntesis curricular, después de varios minutos logro encontrar mis cosas.  — La hoja donde miento sobre mi experiencia laboral: aquí, envase de agua: aquí, cigarros: aquí, encendedor: aquí billetera: aquí, dirección de la empresa de publicidad: aquí, llaves… ¿Dónde mierda está mis putas llaves? — mascullo con irritación mientras escaneo por todo el lugar para encontrar las llaves.  Cuando por fin las encuentro, salgo de mi departamento, como es habitual, está mi vecino tirado en el medio del pasillo, totalmente inconsciente por causa de su ebriedad y posiblemente de otras sustancias, como si fuera un bulto obstruyendo el paso, lo esquivo, y sigo mi camino hasta el ascensor, tarda un par de minutos en llegar hasta mi piso, una pareja de hombres se están besando, y al parecer estaban haciendo “otras cosas” ya que el erecto m*****o de uno de ellos lo delata, como si fueran invisibles entro dentro del ascensor y presiono el botón para planta baja.   Después de un largo viaje de 30 minutos en el autobús, llego al norte de la ciudad, otro mundo en comparación al gueto donde vivo, como todo un turista saco Google maps para llegar al edificio donde posiblemente trabajaré, estudio detalladamente la dirección, luego observo el lugar donde estoy parado, y al parecer a tan solo tres cuadras esta el edificio, aun es temprano así que sin mucha prisa saco de mi bolso un cigarro y el encendedor para disponerme a fumar un poco y así relajarme en el camino, mientras intentaba prender mi cigarro veo a lo lejos que un auto viene a toda velocidad, conduciendo como un desquiciado, levanto una ceja y resoplando con ironía.  — Que demente es ese ricachón — Pienso cuando el mismo auto pasa justamente al lado de la acera donde estaba, empapándome de pies a cabeza con la fétida agua de un enorme charco que estaba en la calle.  — ¡MALDITOO! — Grito con toda la ira que mi cuerpo puede contener, quería decirle más cosas, pero ya no venía al caso, había desaparecido del camino de la misma forma como apareció. Ahora mi ropa de gala estaba asquerosa, estaba muy lejos para devolverme, el cigarro que estaba intentando encender seguía en mi boca destruido por el agua, mi encendedor ya no servía, posiblemente si, solo tenía que ponerlo a secar, pero con la ira que tenia lo lancé contra el suelo, y sin importarme que los peatones me vieran grité lo más fuerte que pude a todo pulmón, para descargar parte de la furia y el deseo que tenia por asesinar a alguien ¿Cómo iba a ir a una entrevista de trabajo, mi gran oportunidad , luciendo así? Con la desesperación y la frustración a flor de piel, me desquité con mi estúpido peinado, revolviéndome el cabello como un completo lunático, ya no tenía caso, suspiré derrotado y conté hasta diez mentalmente, hasta que la calma regreso a mi cuerpo, seguí caminando, iba a ir a esa maldita entrevista, ese detalle no me iba a detener. Es por eso que, volví a sacar mi celular del bolsillo viendo una vez más la dirección del edifico, sin importarme nada caminé hasta allá, y luego de quizás unos 10 minutos finalmente llegué. Cuando entré al edificio, una elegante mujer rubia estaba en el recibo, me observó con asco y desprecio, no era para menos, lucía asqueroso.  — ¿En… que le puedo ayudar joven? — me preguntó la sexy recepcionista, o secretaria con un fingido tono de voz impregnado de decencia. — Vengo a la entrevista de trabajo, para asistente de publicista — recito con la misma decencia fingida, la rubia levanta una ceja sin dejar de verme y pasear su despectiva mirada hacia mí. — Ok…es en el piso 3, tienes que esperar tu turno en la sala de espera, hay otros chicos y chicas que llegaron antes que tu… buena suerte — explica la rubia de forma cortante, luego atiende el teléfono y doy por terminada la conversación, camino tranquilamente por el edificio, realmente era elegante y lujoso, podía ver mi patético reflejo en el lustroso piso de mármol gris, el lugar parecía un museo de arte minimalista, en vez de una empresa, habían cuadros y esculturas de este último siglo en cada rincón, todas las puertas y algunas oficinas que pude ver con el rabillo del ojo, eran de vidrio, con modernos equipos de computación y modernos escritorios de oficina, realmente nada comparado a la casa donde trabajaba prácticamente de esclavo para una inepta publicista hippie, al llegar al ascensor, las miradas desdeñosas no habían terminado, ya estaba sospechando que tan solo era el comienzo, como estaba acostumbrado a lucir como un indigente todo el tiempo, ya había olvidado lo sucio que estaba mi atuendo, pero al pisar ese edificio, las personas que trabajaban ahí me lo hacían recordar a cada momento con las expresiones que formaban sus rostros al verme.   En el tercer piso, era igual de lujoso, amplio y con una enorme sala de espera, con muebles blancos de forma redonda, la habitación estaba decorada de blanco, n***o y rojo, y al igual que en la planta baja las paredes y rincones del recinto estaban decorados con esculturas y pinturas de arte contemporáneo, algo dentro de mi ya estaba comenzando a detestar esa estúpida decoración y los aires presuntuosos que se respiraba en todo ese lugar. Después de observar el espacio, sin ninguna pizca de impresión, me dediqué a escanear rápidamente los rostros de los chicos y chicas aspirantes a mi futuro empleo, todos lucían como el edificio, creídos y ostentosos, resoplé hacia arriba levantando el cabello que cubría parte de mis ojos y caminé hasta los sillones. —  Buenos días, ¿aquí es donde se hará la entrevista para el trabajo de asistente cierto? —  pregunté con la mayor decencia que pude, una chica me miró y asintió con la cabeza, mientras arqueaba una ceja.  — ¿Para que pregunté, que imbécil soy? — pensé caminando hacia donde estaba el grupo de idiotas, pero luego me detuve, con los blancos que eran seguramente los ensuciaría así que preferí quedarme de pie, reposando mi cuerpo en la pared cruzado de brazos.    Tenía ganas de fumarme un cigarro, pero no era el momento indicado para hacerlo, estaba comenzando a aburrirme así que dediqué mi atención a los chicos postulantes, la gran mayoría parecían estar realmente concentrados en sus pequeños mundos, todos lucían atuendos realmente elegantes, si mi vestimenta no hubiese estado sucia, “mi ropa de gala” era un mal chiste al lado de aquel grupo de imbéciles niños estirados, algunos los podía observar estudiando, otros con toda la atención puesta en sus laptops u otros dispositivos modernos que yo no tenía la mas mínima esperanza en obtener, a menos que ahorrara por medio año, a simple vista podía asegurar mi derrota en la lucha por un empleo en ese lugar, revolotee mis ojos, y dejé de pensar en idioteces, no me iba a intimidar o ponerme nervioso por pequeñeces externas.   Las horas pasaron y poco a poco la sala comenzó a vaciarse, solamente quedaba yo para ingresar a “la habitación del terror” así la llamé, ya que todos los idiotas postulantes salían con expresiones de miedo en sus rostros, ¿tan difícil era la entrevista? pensaba cada vez que veía salir a alguno, cuando era mi turno un hombre blanco, vestido de traje y cabello canoso observó todo el lugar y solo al verme a mí, suspiró y caminó hacia donde me encontraba recostado con una pose de maleante.  — ¿Supongo que también vienes por lo del trabajo? — Me preguntó de forma apacible. Yo asentí con la cabeza.  — Ok, tu entrevista quedará para las 13:30 horas, puedes ir a comer si gustas… y regresas en el tiempo que ya te mencioné, ¡Buena suerte! — comenta el hombre canoso mientras se dirige al ascensor, ni siquiera me dejó responderle, ¿Por qué todos me deseaban buena suerte? Realmente ya me estaba comenzando a parecer extraño, es por eso que, suspiré de forma irónica. — Todos son unos idiotas, y falsos, además, seguramente les pagan por decirlo — pienso revoloteando los ojos, no estoy acostumbrado a escuchar halagos muy seguido, y menos en lugares como ese.  Como el viejo había usado el ascensor, se iba a tardar un poco, así que decidí bajar por las escaleras, apenas estaba en el tercer piso, no era muy alto, cuando me dispongo a bajar, escucho como la puerta de “la habitación del terror” se abre, percibo las voces de un par de hombres, no me volteo para ver de quien se trata y sigo bajando las escaleras, no me importaba seguramente eran otro par de ancianos como el que pospuso mi entrevista.   Tenía hambre, no había desayunado por aparecerme temprano , así que sin preguntar la dirección busqué el comedor de ese lugar, al igual que todos los demás lugares, el area de comida era innecesariamente amplio y lujoso, habían mesas negras por todas partes ordenadas por filas, con el mismo estilo futurista y artístico que caracterizaba toda la empresa, en el fondo estaba el área donde servían la comida tipo bufé, caminando de manera inocente entre en la fila que estaban haciendo varios empleados para servirse el almuerzo, según veía, los cocineros te servían el plato de tu preferencia y la cantidad que quisieras, vi a varios repetirse mientras esperaba mi turno, me entretuve observando a uno de los cocineros, era un hombre de piel oscura verdaderamente sexy, siempre he tenido debilidad hacia los hombres morenos, y este estaba en mi target sin duda alguna, comencé a imaginarme escenas eróticas con el sexy cocinero y yo como protagonistas estelares, cuando de pronto un maldito deja caer su plato de espagueti con albóndigas en mi camisa ya maltrecha y sucia.  — Uno…dos…tres…cuatro… — empiezo a contar hasta diez mentalmente para tratar de calmarme, pero cuando estoy en medio de mi terapia contra la ira, escucho la voz de alguien que dice:  — ¡Oh lo lamento! casi me caigo, pero gracias a ti no lo hice — se disculpa el imbécil.  —…cinco…seis…siete…ocho…— — Oye… aunque viéndote mas detalladamente, creo que no te arruiné “el traje” — explica con una sonrisa contenida, y un evidente tono de voz sarcástico, puedo escuchar la estúpida y grave voz burlona del maldito que tengo al frente, pero aun no hago contacto visual, ya que sigo contando.  — …nueve…diez…once… ¡Vaya mierda, contaré hasta cien y no lograré calmarme! — Pienso frunciendo la boca.  — ¿Eres mudo acaso? — pregunta el estúpido.  ¿Por qué sigue hablándome, que espera para largarse y pedir otro almuerzo?, dirijo toda mi ira hacia mis manos convirtiéndolas en puño, para que no se perciban mis nudillos blancos, las meto dentro de mis bolsillos, resoplo una pequeña risa y levanto mi vista hacia el idiota, me encuentro con un tipo, estúpidamente apuesto, me da náuseas su perfección, sus fanfarrones y perfectos ojos verdes me observan de manera socarrona, levanto los hombros para que entienda que su pregunta no me importa y salgo de la fila, por culpa del mal rato que pasé, el hambre había desaparecido.   Salgo del lugar y me dirijo al baño, cuando por fin lo encuentro me observo en el espejo, mi rostro pálido estaba algo sucio con pequeñas gotas de agua de charco, y mi cabello… un desastre, abro la llave y comienzo a lavarme la cara, suspiro después de mojármela, me gustaba pensar positivamente, pero tenía que ser realista, no encajaba en un lugar como ese, no pude evitar desanimarme un poco, pero como siempre esa pequeña parte motivadora, y empalagosamente  optimista de mi interior salió a relucir, para darme ánimos, vi el jabón que estaba en un dispositivo pegado en la pared, me quité la camisa y comencé a lavarla, una sonrisa iluminó mi rostro sin vida al ver que la salsa de albóndigas y el agua de charco empezaba a desaparecer.   Al ver que funcionaba, estregué con más fuerza, esta vez me estaba desquitando con la camisa, me irritaba pensar que por culpa de terceros tenía que estar en esa situación, ya tenía que admitir, era bochornosa, al terminar escurro la camisa, y se me ocurre la brillante idea de colocarla cerca del conducto de aire, que salía por la pared, de esa forma se secaría más rápido, me siento en el suelo a esperar, rebusco en mi bolso un cigarro y me aferro a una pequeña luz de esperanza, suplicando tener algún encendedor de repuesto, y los dioses de la nicotina me sonrieron esta vez, tenía un encendedor escondido en uno de los bolsillos de mi bolso, como si mi vida dependiera de ello, enciendo el cigarro y dejo entrar todo el humo a mis pulmones, lo paseo por mi garganta y lo dejo salir por la nariz, me relajo automáticamente. De vez en cuando entran idiotas al baño, me observan con expresiones de espanto y salen del lugar sin hacer contacto visual, me imagino que no es usual en la empresa ver a un chico con rostro de pocos amigos, sentado en el suelo como todo un vago, sin camisa, y un trapo colgado en el conducto de aire, cuento los minutos esperando que llegue seguridad y me saque a patadas de ese lugar, asumiendo que alguno de los maricas que entraron al baño notificaran “la escena”, por lo menos lo había intentado, si me llegaban a sacar, podía decirme a mí mismo que al menos intenté lucir presentable y me arriesgue a buscar una mejor oportunidad para mi futuro profesional, y siempre hay segundas oportunidades, esta no iba a ser la única, pensaba mientras encendía otro cigarro, el pequeño ser motivador y empalagosamente optimista de mi interior estaba trabajando horas extras el día de hoy, eso no se podía cuestionar. La puerta se abre, yo sigo tranquilamente sentado en el suelo con una pierna flexionada usándola como soporte para el brazo con que manipulo el cigarro, reposo mi cabeza en la fría pared repleta de baldosas blancas, y observo que aparece en escena el idiota que me había ensuciado en el comedor, me observa por un momento y veo que en sus labios se forma una sonrisa.  — Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? pero si es el chico mudo del comedor ¿no sabía que te habías mudado al baño de la empresa?... supongo que en alguno de los cubículos esta tu cama — parlotea sarcásticamente el idiota. Yo lo observo con la misma sonrisa burlona, que él tiene impresa en la cara y sigo aspirando mi cigarro.   — en serio… eres mudo… no sabía que estaban comenzando a contratar gente de la limpieza con discapacidades, que nobles se han vuelto los de recursos humanos — comenta el idiota esta vez en un tono más ácido que el anterior. Yo sigo con mi sonrisa estúpida, con toda la intensión de ignorar sus ridículos comentarios, me levanto del suelo y apago el cigarro con mi pie, recojo la camisa y me la pongo pausadamente, al voltearme, veo que el idiota sigue en la misma posición en la cual lo había dejado hace pocos minutos, no puedo evitar suspirar, el tipo era molesto.  — No soy mudo… simplemente me daba pereza contestar tus estúpidos sarcasmos…— explico observando sin titubear los ojos verdes del idiota, puedo ver que los abre un poco y luego regresa a su posición normal.  — ¡Es un milagro! ¡el chico puede hablar!... ¿Qué haces aquí…? es claro que no luces como un empleado de esta área de la empresa… ¿Viniste a visitar a tu papi, el viejo que recoge la basura y te perdiste? — pregunta haciendo un mohín en su boca, acto que lo hace mas idiota y repugnante a mi vista.  No puedo evitar mirarlo con odio ¡El tipo era detestable!, emito un suspiro para tratar de evaporar la irritación que sentía en mi interior y paso a un lado de él, tenía pensado esperar en el piso tres hasta que los viejos canosos llegaran, pero mis planes intentan ser cambiados abruptamente, cuando siento que el idiota me toma del brazo con una fuerza admirable y me arrastra hasta su alcance de visión, yo lo observo de forma desinteresada, claramente ocultando mi ira y la indignación que sentía por permitir que el idiota me siguiera sosteniendo con un fuerte agarre.  — Si las miradas mataran, estaría muerto, tú me hubieses matado desde que te vi en el comedor y accidentalmente deje caer mi comida sobre ti — explica el idiota esta vez en un tono algo serio, el tono de burla había disminuido significativamente, yo hago un bufido y levanto una ceja.  — Nah, no estarías muerto, eso sería muy fácil, prefiero usar la tortura, te degradaría y destruiría tu cuerpo lentamente hasta el punto en que tú mismo me pidas a suplicas la muerte, eso es más divertido e interesante que simplemente matarte con la mirada — explico de la forma más tranquila que mi irritación puede manejar, el idiota sonríe y abre la boca haciendo una fingida expresión de asombro.  — Wow, el pequeño nos salió psicópata, vaya sorpresa… no creo que llegara a suplicar por mi muerte, en ese caso no te daría el gusto — expresa el idiota, acercándose a mi rostro y usurpando mi espacio personal.  — bueno… pero por lo menos haría el intento — comento levantando los hombros para restarle importancia a su respuesta. Luego observo el brazo que el idiota sigue sujetando, siento que cada vez lo aprieta con mas fuerza, y no puedo seguir fingiendo que no me lastima ¿este tipo está loco?  — Quien quiera que seas… no sé cómo llegamos a esta extraña conversación… pero ¿Puedes soltarme? en media hora tengo una entrevista de trabajo en el piso tres, y tengo pensado esperar arriba — expongo detalladamente, maldiciéndome en el fondo por darle explicaciones a un idiota que ni siquiera me había preguntado.  Sin darme cuenta me suelta, instintivamente quiero tocarme el brazo para mitigar con caricias el pequeño dolor que siento, pero omito mi deseo rápidamente, no quiero que el imbécil se entere que quizás me lastimo un poco.  — ¡Buena Suerte! — me alienta el idiota, yo no puedo evitar poner los ojos en blanco, y bufar mientras salgo del baño.   Decido no esperar en el piso tres, quería tomar aire fresco, así que salí de ese presuntuoso edificio y me senté en la acera a una distancia aceptable, saco mi teléfono y comienzo a jugar el estúpido y adictivo juego de Candy Crush para quemar el tiempo, cuando de repente un auto claramente conocido se detiene al frente de mi, baja la ventanilla y me encuentro al idiota el cual me arroja un combo de comida rápida, yo arqueo una ceja y me aparto para no atajarlo ¿Este tipo no puede ser más imbécil?  — Hey, te compré una hamburguesa, sé que no almorzaste… en fin no me interesa, ¡buena suerte en tu entrevista pequeño psicópata! — me grita el idiota alejándose del camino conduciendo como un lunático, era el mismo imbécil que me ensucio en la mañana… no podía creerlo.  — uno…dos…tres…cuatro…cinco… ¡esa estúpida terapia no me funciona! — grito mentalmente levantándome de la acera, y caminando dentro del edificio para ir a mi infernal entrevista.  
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