2 Ivy Desnudo, acechándome, ¿y me decía que no? —Ahora, mujer, voy a lamer esa cueva hasta que grites. Oh. Retrocedí, apoyándome contra la puerta una vez más. Con ese solo paso, el triunfo se encendió en sus ojos. Declaró su dominio ahí. Pero cuando se arrodilló y separó mis piernas, con las manos en la cara interna de mis muslos, no me importó. —Estás llena de cicatrices —comentó mientras sus palmas sentían la piel dañada. Su mirada recorrió los caminos rosados y blanquecinos, los rastros de mis pesadillas personales. —¿Y? —pregunté de forma defensiva. Qué bueno que no había visto mi espalda. Si no le apetecía lo que veía, entonces podía irse a la mierda. —Pues de donde yo vengo, son una señal de valentía. De experiencia en la vida. De honor. Alzó la mirada hacia mí desde su posic

