No había sentido tanta paz desde que se graduó de la universidad hace dos meses, fueron cinco largos años estudiando contabilidad y ahora solo puede saborear el dulce aroma del éxito, obviamente no había sentido ningún tipo de responsabilidad durante esos dos meses hasta que un día ocurrió la tragedia. Su marca favorita de computadoras había lanzado una nueva laptop gamer perfecta para largas horas de juego con tarjetas gráficas de última generación y procesador ultra veloz sin hablar del diseño que era una belleza total.
Es una adicta a los videojuegos desde hace mucho tiempo, eso para ella era como inhalar cocaína pura, jamás lo había hecho, pero estaba segura de que era algo de locos y la necesitaba, la quería y la tenía que obtener. ¿Obstáculo? Cinco mil en billetes verdes de los que no poseía ni uno solo, apenas y podía costear sus papas fritas con la mesada de sus padres, no podría comprar una de esas bellezas ni con mil mesadas. Por primera vez decidió seguir el consejo de su madre al cien por ciento, y se puso en marcha para buscar trabajo.
Le era extraño, ir por las calles con una carpeta bajo su brazo era bastante incómodo, todos le miraban como si fuese a una consulta médica a revisar el avance de un embarazo o algo así, vaya imaginación tienen algunos en las calles. Aunque viendo la cantidad de embarazos que hay al año y en edades entre los trece y dieciocho años no era de sorprender.
Ya había salido de casa con la mejor actitud, pero después de tres entrevistas sus ánimos estaban por los suelos, “¿Cómo coño se les ocurre pedir seis años de experiencia a un recién graduado?” pensaba ella. “¿Qué no saben leer? ¿Cómo voy a obtener experiencia si no consigo trabajo?”. Solo faltaba que le pidieran como requisito hablar mandarín, tener el período los primeros días del mes y tener un tiranosaurio Rex de mascota al que le guste beber leche con biberón.
“No me sorprendería que también me pidieran tener un autógrafo de Freddy Mercury” pensaba y le hacía un poco de gracia, “¡Ni siquiera es de mi época! ¡¿Qué más quieren?! ¡¿Qué trabaje gratis?! Vaya idiotas”.
Pero como todo en la vida las cosas no son color n***o por siempre sin ofender a las personas de color, por cierto, aquí no somos racistas. Hay muchas cosas buenas en color n***o, por ejemplo, una tarjeta de crédito de esas de edición especial o un deportivo color n***o, eso sí es estilo y color.
Pero como íbamos, logró conseguir una entrevista en una de las empresas de telecomunicaciones más grandes del país, ¿Cómo? Pues no lo sabe ni ella, pero en momentos como este solo le puedes rezar a Dios dándole las gracias.
Han pasado cuatro meses y medio desde entonces y aunque se ha gastado todos los ahorros en esa laptop ha valido la pena cada centavo, solo que ahora desayuna avena todos los días y ha tenido que disminuir la cantidad de comida, es una tortura y está perdiendo su figura esbelta de "Peppa Pig", cualquiera estaría feliz de perder peso, pero no es que ella esté gorda o rellena de amor y felicidad, es solo que ama comer.
No había tenido la oportunidad de conocer al jefe, según le decían estaba en un viaje de negocios por Europa. Todo era color de rosas y hacía con el trabajo y con su tiempo libre lo que quisiera, más que trabajar era como volver a la secundaria con los desmadrososos de tus compañeros. Una vida de risas y bromas, ¿Muy feliz verdad? Pues les invito a contarme si su felicidad les ha durado tanto porque la de ella llegó de repente y se fue de repente. ¿Nunca les pasó que por estar durmiendo hasta tarde sus padres salieron a comer y los dejaron en casa? Pues algo así, un día sales a comer felizmente y otro día estás sola en casa intentando averiguar si el arroz se puede comer como cereal en el almuerzo.
¿Quieren saber lo que pasó? Pues fue una tormenta, un disparo sin aviso, un recorte de suelo justo antes de completar tus ahorros para maquillaje, fue como tener la menstruación por un mes entero, fue como morir, pero después... revivió, y no iba a dejar que nadie, pero absolutamente nadie alejara su buena vida de ella.
Lunes-9:30Am.
—Buen día Ángel ¿Cómo amanece mi oficial de seguridad favorito? —se acerca a la puerta de entrada de la empresa.
—Buenos días Sara, pues ya sabes un poco cansado y con dolor en la columna, pero ni así me dan un día libre.
—Ya lo tendrás. ¿Llegó mi paquete? —preguntó con emoción.
—Lo puse en tu escritorio, la próxima avisa con anticipación el gerente casi se dio cuenta.
—Eres un amor, prometo recompensarte ya voy tarde adiós.
Se preguntarán ¿Y este quién es? Pues es una de las personas más amables que ella ha podido conocer en la compañía. Es el mejor oficial de seguridad, no se les permite comer en la empresa, pero gracias a él puede pasar sus pedidos de comida y donas sin que el gerente se dé cuenta, aunque no es que el gerente sea muy complicado de evitar. Suele darles una pequeña charla sobre el trabajo duro antes de empezar a trabajar y luego se escabulle con una de las secretarias durante todo el día.
El escritorio de Sara es un poco desordenado, pero no afecta para nada su forma de trabajar, el especial del día es un buen batido de chocolate y fresas con esos deliciosos panes dulces que venden en la tienda de la esquina. Lo va a gozar como nunca.
—¿Piensas comer en un momento como este? —preguntó una de sus compañeras al verla más preocupada por su comida que por el trabajo del día.
—¿A qué te refieres Yiyi? —Yiyi es una gran amiga del trabajo, su nombre real es Yarelis, pero le dice "Yiyi" de cariño.
—Se rumorea que el jefe ya llegó de su viaje de negocios y estará haciendo una revisión total del edificio el día de hoy —básicamente Yiyi se encontraba acomodando su escritorio empezando por el lado donde pone los documentos.
—Imposible, ya lo sabría si así fuera —respondió con aires de grandeza. Como si tuviese a alguien que se lo dijera todo, pero en realidad solo suele estar en el lugar y momento indicado escuchando los chismes de los empleados.
Hay momentos en nuestra vida en los que debemos callar como, por ejemplo: cuando tu profesor está explicando una clase, cuando estás en un matrimonio y los novios están a punto de casarse "Podrías crear confusión si hablas", cuando tus padres te regañan también, aunque es difícil cuando te exigen una explicación y luego salen con "¡No me digas nada, te dije que te callaras!" suele ser difícil de comprender.
En fin, hay varios momentos y hay uno en particular que es cuando solo escuchas tu propia voz y las personas que están a tu alrededor están viendo detrás de ti como si hubiese un fantasma y por muchas señas que te hagan tú sigues hablando, en momentos como ese todos sabemos que la hemos cagado y preferiríamos ser mudos.
—Como sea Yyi seguramente es un vejestorio de sesenta años o más, tardará un par de meses en llegar hasta este piso incluso usando el ascensor. Tengo tiempo de sobra para desayunar y almorzar antes de que vea que he estado haciendo el vago sin ni siquiera limpiar mi escritorio. Iré al baño un momento ya regreso —al dar media vuelta rápidamente con el batido en su mano chocó con un hombre a quien le derramó más de la mitad del líquido en su traje. —¡¿Estás ciego?! —dijo en voz alta molesta por haber desperdiciado un batido de siete dólares por su culpa. —Espero traigas dinero porque lo vas a pagar.
Y fue ahí cuando se dio cuenta, todos a su alrededor le miraban sorprendidos e incluso uno de ellos le dijo "Estás muerta" obviamente no lo dijo en voz alta, pero pudo leer sus labios. Sara cerró sus ojos unos segundos intentando conectarse astralmente con otra dimensión a la que se pudiese mudar en tan solo dos segundos y medio. ¿Qué creen? A menos de que sean el Doctor Strange dudo mucho que puedan hacerlo posible.
—Ay perdón, seguramente es un traje muy costoso déjeme limpiarlo por usted —cogió un pañuelo de su escritorio y empezó a frotar su camisa. Un pequeño dato, jamás intenten limpiar una mancha de chocolate con un pañuelo, solo empeorarán la situación. —Carajo —se dijo en voz baja al ver que solo había extendido la mancha. —¿Me permite llevarlo a la tintorería? —sonreía intentando parecer simpática y al mirarlo fijamente quedó en shock. —Dígame que usted no es el jefe.
—¿Te refieres al dueño de este humilde edificio de más de cincuenta y cinco millones de dólares? —su sarcasmo lo decía todo, ella pensaba que ojalá ese traje fuese de la tienda de rebajas o le costaría un año de sueldo pagarlo. —Te sorprendería si te lo digo, pero por lo visto podría darte un ataque de asma saberlo. Te espero en mi oficina en cinco, espero que al menos seas puntual.
Jamás había sentido tanto miedo de abrir una puerta como cuando estaba detrás de la oficina del jefe, sabía que su cuello peligraba, pero no tenía más opción que entrar.
—Disculpe ¿Puedo pasar? —dice asomándose a la puerta con medio cuerpo adentro y medio afuera temblando todavía de miedo.
—Si sabes que ya abriste la puerta y tienes medio cuerpo adentro ¿Verdad? —su sarcasmo se hacía presente nuevamente. Y esa voz intimidante que sonaba a regaño de maestro de primaria.
—Pues, ¿Puede entrar mi otro medio cuerpo? —preguntó intentando acomodar la situación cuando ya la había regado nuevamente.
—Que graciosa, entra de una vez y cierra la puerta. Quítate el vestido y ve al mueble —respondió y señaló el mueble que estaba frente a su escritorio a unos metros.
—¿Disculpe? —ella estaba totalmente sorprendida y asustada. —¡Solo fue un pequeño error por favor perdóneme! ¡Jamás en mis veintidós años he tenido relaciones no quiero que mi primera vez sea de esta manera!
—Hablas mucho —dijo él. Él se acercó a Sara y le tomó del cuello suavemente con una de sus manos, ella no se había dado cuenta de lo alto y atlético que era. Podía decir que medía al menos un metro con ochenta y seis o más, era a******o y su cabello estaba perfectamente peinado, así como ese olor a perfume tan adictivo, sus labios rosados y esa mirada tan penetrante.
—¿Puede perdonarme? Realmente no quiero hacer esto... —tragó saliva y esperó su respuesta.
—¿Manchaste tu vestido no? —pregunta él. Ella se mira y efectivamente tenía una mancha de la cual no se había percatado. —Deberías cambiarte, qué dirán de mi empresa si mis empleados visten esas fachas —e hizo un gesto con su cara. —Hice que mi secretaria trajera un vestido más adecuado y le hice comprar tu batido de nuevo.
—Espere. ¿Habla en serio? Creía que...
—No creas que estás impune, supuse que ese batido era tu desayuno de hoy y no me gustaría que alguien se desmayara en plena jornada de trabajo. Te alegrará saber que puedes pagar los cinco dígitos que vale mi traje con un año de trabajo de tu propio sueldo. Claro está si recibes un aumento que no sucederá —niega con la cabeza.
—¡¿Cinco?! ¡¿Habla en serio?! —ella había quedado totalmente boquiabierta. —¡Con cinco dígitos puede comprar mil trajes en la tienda de rebaja y aún puede ahorrarse más del sesenta por ciento!
—Veo que eres buena con los números. Además de que el vestido que te compré vale unos seis mil —afirmó arrogante.
—Prefiero que me despida —respondió en seco sin esperanzas y decidida a irse de patitas a la calle. —De hecho, creo que esto es una prueba y lo que realmente intenta hacer es provocar mi renuncia. No se preocupe iré a escribir mi carta de renuncia —dio media vuelta para irse.
—Sara Smith.
—¿Cómo sabe mi nombre? —voltea inmediatamente al escucharlo.
—Trabajas para mí, no es difícil averiguarlo —dio media vuelta y se sentó en el borde de su escritorio.
—Es cierto que pregunta más tonta —se dijo ella pensando en voz alta.
—¿No vas a preguntar mi nombre? —pregunto él.
—¿Debería? Prácticamente estoy despedida así que no hay caso. Pero le debo una gran disculpa por haber hablado mal de usted sin haberlo conocido y por dañar su traje, no tengo forma de pagarle pero no será necesario que paguen mi indemnización.
—Soy Jin.
—¿Qué? —ese nombre le traía recuerdos.
—Jin Li. No creo que te hayas olvidado de mí —repuso él.
—¿Jin Li Wu-Lan?
—Sabía que no te habías olvidado —afirmó.
—Ay no puede ser —se puso las manos en la cabeza.
—Pero claro, qué chica olvidaría el día en que le bajó los pantalones a un chico por primera vez delante de toda la clase —dijo sarcásticamente.
—Que conste que eso fue un error. Simplemente me caí y tú estabas justo en frente y no tenía a nadie de quien sostenerme. Nadie te manda a no llevar un cinturón puesto —responde intentando defender su punto de vista.
—¿Llevar cinturón con el uniforme de educación física?
—Bueno, se tiene que estar preparado siempre ¿No?
—¿También fue un error haberme dejado plantado en aquella cita en el parque?
—Bueno yo... —desvía la mirada y se cruza de brazos. —¡¿Me va a despedir o no?! —preguntó volviendo la mirada a él.
—No necesito hacer un recorte de empleados —contestó. —Solamente espero que de ahora en adelante seas más ordenada y trabajes como debe de ser, se vienen proyectos muy importantes y necesito que todos trabajen duro si es que quieren recibir sus salarios y bonos a partir de ahora. Se la han hecho bastante bien al gerente en mi ausencia, pero vamos a darle un cambio drástico a la empresa desde mañana.
—Pues agradezco tu comprensión, será mejor que me vaya pareces un poco temperamental y no quisiera que cambiaras de opinión.
—¿Qué dijiste?
—Oh bueno yo... ¿Es mejor que salga de su oficina verdad?
—¿Siempre haces preguntas tan obvias?
—Iré a ordenar mi escritorio —dijo señalando hacia atrás con el pulgar.
—Y deja de ser tan holgazán —ordenó él de manera intimidante.
—Gracias por el cambio de ropa, puede tener el batido usted le aseguro que le endulzara el día. Le hace falta —él la volvía a mirar con cara de molesto de nuevo y Sara solo volteó su mirada como si nada hubiese pasado y salió de su oficina.
—¿Oye te despidieron? —pregunta Yiyi.
—No tonta, solo fue una charla motivacional. “De esas en las que pierdes hasta los ánimos” —se dice a sí misma internamente.
—¿En serio? Yo ya te hacía en pijamas durmiendo en casa de tus padres.
—Pues gracias por el apoyo —dijo fingiendo una sonrisa.
—Es muy guapo ¿Verdad? —preguntó con interés en saber su respuesta.
—Es solo un idiota y joven millonario egocéntrico —afirmó con gran molestia.
—Pues ese idiota y millonario egocéntrico viene para acá y está viéndote fijamente mientras lo hace, yo mejor me pongo a trabajar —ella se marchó a su escritorio.
—¿Qué? —miró a los lados desesperada. Rápidamente abrió la página en la que trabajaba en la computadora e hizo como si la estuviese revisando, no quería volver a tener una de esas "Charlas motivacionales". —¿Puedo ayudarle jefe? —le dice al notar su presencia detrás de ella casi como un escalofrío.
—Solo estoy supervisando a mis empleados —respondió de manera cortante.
—Pues parece tener un interés en mí expresamente —dijo Sara mientras sacaba algunas cuentas en la computadora.
—Tengo gran interés por las personas a quienes les pago un sueldo y no trabajan como se debe.
—¿Insinúa algo?
—Acompáñame al estacionamiento tengo un trabajo especial para ti.
—¿Hablas en serio?
—¿Quieres quedarte sin bono de navidad y festivos? —ella voltea a verlo y se da cuenta de que habla en serio.
—No señor —contesta con los dientes apretados.
—Entonces mueve el trasero al estacionamiento no tengo todo el día.
—¿Qué se supone que hago aquí? —pregunta después de llegar ahí.
—¿Ves aquél auto? —señaló con su dedo.
—El Lamborghini ¿No?
—Exacto.
—No me diga que me trajo hasta aquí para presumir su automóvil. No soy de esas chicas que le abren las piernas a una cuenta bancaria.
—Quiero que lo laves.
—¿Perdón? —creyó haber escuchado mal en ese momento.
—El auto —reafirmó él. —Quiero que lo dejes limpio para la hora de almuerzo o no tendrás permitido almorzar hoy.
—Disculpe no quisiera ser grosera, pero, justamente esta empresa está asociada con el auto lavado de la cuadra siguiente y los empleados tienen descuento. Seguramente a usted le lavarían el auto gratis y ¿Quiere que lo lave yo?
—Básicamente sí. ¿Algún problema? —alzó una ceja y su incompetente rostro despreocupado le causaba disgusto.
—Sí, no soy una lava coches —responde ella.
—Qué lástima, solo le daría este tipo de trabajos a alguien en quien confíe como mi mano derecha a quien le daría este tipo de tareas fuera del ámbito profesional de mi empresa devengado un salario extra como compensación.
—¿Salario? —esta vez tenía interés en lo que decía.
—Pues sí. Nadie trabaja de gratis y obviamente una chica graduada menos, pensé que podrías ser mi secretaria y empleada de primera línea pero si no eres capaz de realizar una tarea tan simple no debería considerar...
—¿Quiere que le ponga cera después de lavarlo? —interrumpe sin permitirle terminar la oración. — Conozco un aroma frutal exquisito para automóviles que seguramente le vendría bien a un auto como ese —él ríe, pero luego intenta ocultar su sonrisa y volver a su aspecto de jefe serio y profesional.
—Los instrumentos de limpieza están en el desván de los conserjes. No arruines la pintura.
—Lo cuidaré como si fuese mío.
—Me preocupa que lo digas de esa manera siendo tú.
—No sea miedoso ni siquiera pienso conducirlo aunque ganas no me hagan falta.
—Como sea vendré más tarde a ver tu progreso, nos vemos.
Jin había regresado a su oficina y observaba el desempeño de Sara por medio de las cámaras de seguridad, sonreía al verla así y al parecer era de su agrado.
—¿Olga?
—¿Sí señor? —ella atentamente se le acerca.
—Tráeme un café con poca azúcar por favor.
—En seguida señor Jin.
Treinta minutos después.
Jin regresó al estacionamiento para ver el progreso de Sara con el auto.
—Veo que lo llevas bien.
—¿Jefe? ¿Hace cuánto está ahí? —preguntó, cogió un pañuelo y se limpió el jabón del rostro.
—Unos cinco minutos —afirmó Jin.
—Es bastante silencioso.
—Veo que ya has terminado —el auto realmente se veía limpio.
—Estoy bastante cansada realmente.
—Tienes jabón en la cara. No la limpiaste bien.
—¿Dónde?
—Te lo quitaré —Jin se acerca a Sara y saca un pañuelo de su traje para limpiar su rostro.
—No era necesario jefe —ella estaba sonrojada.
—No fue nada del otro mundo. Tengo un nuevo trabajo para ti, hoy les invitaré el almuerzo a todos en tu piso así que quiero que lo vayas a comprar.
—¿Es un trabajo extra?
—Déjame pensar —e hizo como si de verdad lo estuviese meditando. —Por supuesto, ¿Fácil no? De hecho ya los ordené por teléfono en el restaurante y deberían estar listos solo tienes que traerlos.
—¿Cómo se supone que lo haga? No puedo simplemente caminar.
—Existe algo llamado transporte público, que es muy económico, por cierto.
—Debe ser una broma, hay como cien empleados en el piso, ¿Cómo voy a traer toda esa comida en un autobús?
—Es cierto, bueno ten y espero que de esta manera lo hagas rápido —se saca unas llaves del bolsillo y se las entrega.
—¿Son las llaves de su auto jefe? —preguntó entusiasmada.
Él sonríe y dice:
—¿Bromeas? Son las llaves de la mini-van de entregas de la empresa. ¿Crees que te dejaría conducir un auto de medio millón de dólares cuando no podrías ni pagar mi traje de veinte mil? Tienes una gran imaginación, debería trasladarte al departamento de diseño o mejor aún te conseguiré un trabajo como escritora de novelas de fantasía.
—Muy gracioso, iré a buscar sus almuerzos —respondió de mala gana.
—No vayas a ir muy veloz en la mini-van, podrían detenerte por exceso de velocidad —dice Jin mientras suelta una risa burlona, pero al mismo tiempo controla su actitud volviendo al modo de "Macho alfa".
Un poco más tarde.
—Traje todos los almuerzos como pidió ¿Qué hago con ellos?
—Repártelos y luego ven a la sala de conferencia principal.
—¿Qué acaso yo no voy a comer?
—Tú te comerás algo más grande.
—¡¿Qué?!
—Creo que lo dije mal —responde Jin.
—Muy mal de hecho —dijo Sara.
—Hagamos como que la conversación jamás pasó —propuso él.
—¿Ahora también eres un pervertido?
—No era lo que quería decir.
—Mejor voy a entregar esto y a comer algo que de verdad satisfaga mi estómago.
—¡Sara! —gritó Jin. Su mirada era tan seria y penetrante, sentía como le abrazaba solo con verle a los ojos. No era nada parecido al Jin que conocía, era alto y guapo además de que se vestía bien, se hacía notar donde estuviese con solo su presencia y sus expresiones eran muy diferentes a como solía ser. —Sólo ordené cien almuerzos exactos, probablemente no puedas comer así que si te apetece puedes ir a la tienda de enfrente a comprar algo que te guste, ponlo a mi cuenta —no sabía si realmente estaba hablando con el Jin de hace unos años atrás o el de ahora, pero estaba segura de algo. La persona con quien hablaba fuese el Jin del pasado o el actual era su jefe y su primer amor. —Necesito hablar contigo luego de que comas, es algo muy importante así que te espero aquí en mi oficina Sara, y por favor no quiero que huyas esta vez.