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Atrapada En El Deseo

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prohibido
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Oficina/lugar de trabajo
secretos
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Descripción

Atrapada en un internado infernal, Juliette, a sus dieciocho años, está lista para incendiar la noche parisina. Con su mejor amiga, la salvaje y leal Chloe, se lanza a una vida de excesos, desafiando cada regla que alguna vez la encadenó. Whisky añejo, vestidos rojos que gritan pecados y el eco de la música palpitante son sus nuevas armas.

Pero la libertad tiene un precio. Un benefactor misterioso, un fantasma que la vigila desde las sombras, financia su vida, exigiendo a cambio una sumisión que Juliette se niega a conceder. Y el dolor por la pérdida de sus padres, un abismo que la persigue, la impulsa a buscar algo más, algo que llene el vacío.

En la oscuridad de un club nocturno, entre miradas ardientes y promesas susurradas, Juliette comienza un juego peligroso. Dos hombres la observan como presas, y ella, con la confianza de una reina, los invita a jugar. ¿Podrá Juliette navegar este laberinto de deseo y peligro sin perderse a sí misma? ¿O se convertirá en la pieza de un juego que no entiende? Esta es la historia de una joven que se niega a ser domesticada, una mujer que busca su lugar en un mundo que quiere controlarla. Prepárate para una noche de pasión, secretos y decisiones que cambiarán su vida para siempre.

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ATRAPADA POR MUCHO TIEMPO
>JULIETTE «Jadeaba con fuerza, buscando aire, contra su piel que irradiaba un calor casi insoportable. Me tenía atrapada, inmovilizada bajo su peso. No había espacio para pausas, ni tiempo para que surgiera un solo pensamiento coherente en mi mente. Solo existían respiraciones cortas y agitadas, el roce febril de nuestras pieles y pequeños gemidos escapando entre besos hambrientos, desesperados por más. Aquel hombre, una escultura de músculos tensos, emitía un gruñido profundo contra mis labios, un sonido gutural que me erizaba la piel. Sus manos grandes y fuertes me recorrían con una intensidad palpable, grabándome a fuego centímetro a centímetro de mi ser. Sentía cada huella que dejaban, como si estuviera siendo marcada para siempre. —Eres un maldito pecado, Juliette… un pecado que quiero cometer una y otra vez…» Les revelaré cómo una chica que hasta entonces había sido inocente, criada entre las paredes de un internado estricto, acabó sucumbiendo a la tentación y, finalmente, pecando. Les explicaré el camino que me llevó hasta este punto, hasta este hombre, hasta este deseo irrefrenable. Mi vida realmente comienza ahora, al fin libre, recién escapada de una jaula. Y yo, precisamente, acabo de abrir la puerta y volar hacia todo lo bueno que me espera. Dieciocho largos años encerrada entre los muros de ese internado infernal, asfixiada por un mar de reglas absurdas y el constante escrutinio de monjas histéricas, todo eso quedó irrevocablemente atrás. Adiós para siempre a las faldas largas que rozaban el suelo, a los toques de queda impuestos con mano de hierro, a los juicios morales constantes que me hacían sentir culpable por respirar. Ahora, al fin, la única norma que acepto es la total y absoluta ausencia de normas. La libertad es mi nueva ley. Hace ya algunos días que logré salir de las garras del internado, impulsada por una única y poderosa idea que resonaba en mi cabeza: vivir al límite, exprimir cada segundo, antes de resignarme a la vida ordenada y predecible de la universidad. Sí, es cierto, fui aceptada, me gané un lugar con mi esfuerzo, pero esa clase académica puede esperar pacientemente. Primero y ante todo, debo recuperar todo el tiempo perdido, todos los años robados, y para lograrlo, tengo a mi lado a Chloe Rousseau, mi incondicional mejor amiga de infancia, mi hermana elegida del desmadre, mi cómplice perfecta en este glorioso caos que estamos a punto de desatar. Ella ha gozado de libertar toda su vida y me mostrará lo que es vivir realmente. Ahora mismo, me encuentro en la espaciosa sala de estar de su casa, de pie, frente a un imponente espejo de cuerpo entero, con una copa de whisky añejo en la mano y enfundada en un vestido rojo, escandalosamente escotado y con una abertura lateral peligrosamente reveladora. Mi cuerpo, que posee una madurez engañosamente precoz, provoca que la gente dude de mi verdadera edad, que cuestione si realmente tengo solo dieciocho años. Y sí, lo admito, sé perfectamente cómo usar este cuerpo, cómo sacarle provecho a su sensualidad. Lo he perfeccionado con el tiempo, aunque suene superficial. Vivo en Francia, una tierra que aprecio por su belleza y su cultura, pero a pesar de ello, el constante e implacable recuerdo de mis padres me atormenta e inevitablemente me impulsa a buscar una forma de escapar para siempre, de romper con todo lo que me ata al pasado. Necesito distanciarme, empezar de nuevo. Ahora soy libre y no voy a desperdiciar esta oportunidad única. Siento la presencia constante de un guardián estricto, una figura desconocida que vela por mí, aunque nunca haya visto su rostro. Lo visualizo en mi mente como un anciano calvo, quizás un poco entrado en años, y lamentablemente, con prejuicios arraigados. Este benefactor, cuya identidad permanece oculta, es la fuente de todos mis recursos económicos, el que financia cada aspecto de mi existencia. A pesar de la dependencia financiera, quiero dejar claro que no me doblegaré ante sus posibles exigencias. No me someteré a sus caprichos sin cuestionarlos. Nunca ha considerado oportuno visitarme en persona; su presencia siempre se manifiesta a través de terceros, de emisarios que transmiten sus directrices y gestionan sus inversiones. Que no se haga ilusiones, que no espere, bajo ninguna circunstancia, una sumisión incondicional por mi parte. No voy a renunciar a mi independencia de pensamiento ni a mi capacidad de tomar mis propias decisiones, independientemente de su poder económico. Mi gratitud no implica servidumbre. —Te ves absolutamente increíble, zorra. — me dice Chloe, interrumpiendo mis tormentosos pensamientos. Con una sonrisa traviesa en el rostro, mientras termina de ajustarse su minúsculo vestido n***o que apenas cubre lo esencial. —Obvio, perra. ¿Estará el mundo siquiera remotamente listo para nosotras? Me pregunto si podrán soportar semejante despliegue de poder femenino —respondí, guiñándole un ojo. Ambas reímos a carcajadas, vaciamos nuestras copas de whisky con un solo trago audaz y, con una determinación inquebrantable, bajamos las amplias escaleras con la seguridad y la arrogancia de quienes saben exactamente lo que valen, de quienes son conscientes de su atractivo y su potencial. Subimos al lujoso auto deportivo de Chloe. Ella tiene dinero, pero es dinero que ha ganado por sus propios méritos, con su propio esfuerzo. Aunque no necesito ni quiero su caridad, su compasión, somos amigas. Mi propia herencia, el legado que mis padres me dejaron, me espera pacientemente en algún despacho de abogados, que pronto podré reclamar, pero, exasperantemente, el abogado sigue sin ponerse en contacto conmigo, sigue sin dar señales de vida. Mis padres murieron trágicamente hace ya dos largos años en un devastador accidente aéreo, dejando todos sus asuntos y mi futuro en un limbo legal. Duele, por supuesto, que duele, pero en lo más profundo de mi corazón sé que ellos querrían que disfrutara de la vida, que la viviera al máximo, no que me encerrara a llorar su ausencia eterna. Y yo, en su honor, pienso disfrutar cada segundo. Chloe hundió el pie en el acelerador con determinación, y de repente, el coche salió disparado, dejando atrás el mundo en un borrón de velocidad. La aguja del velocímetro subía sin parar, mientras la música retumbaba en los altavoces a un volumen ensordecedor, inundando cada rincón del vehículo con sus vibraciones. Era imposible mantener la compostura; las risas nos salían a borbotones, gritos incontrolables que se mezclaban con la melodía estridente, una cacofonía de pura euforia juvenil. La noche nos llamaba, y nosotras respondíamos con cada célula de nuestro ser. Finalmente, llegamos al club, un hervidero de luces y sonido que palpitaba con la promesa de aventuras. Una larga fila serpenteaba frente a la entrada, una barrera de gente esperando pacientemente su turno. Pero nosotras no estábamos para esperas. Con una mirada cómplice, nos acercamos a la puerta con una seguridad fingida, ignorando olímpicamente la muchedumbre expectante. Era como si un campo de fuerza invisible se abriera ante nosotras, permitiéndonos avanzar sin obstáculos. Nos sentíamos invencibles, dueñas de la noche. Entramos al club con la convicción de quienes saben que pertenecen allí, con la actitud de quienes dictan las reglas. —¡Esta noche se bebe, perra! —gritó Chloe, su voz apenas audible por encima del estruendo de la música, pero cargada de una intención festiva e indomable. —¡A beber, sí, y a romper un par de corazones si se cruzan en nuestro camino! —repliqué, sintiendo la adrenalina, correr por mis venas como un río desbocado, impulsándome a la acción, liberándome de cualquier inhibición. La energía del lugar era contagiosa, una corriente eléctrica que nos electrizaba. Sin perder un segundo, nos dirigimos directamente a la barra, un oasis brillante en medio del caos controlado del club. Luchamos brevemente contra la marea de cuerpos sedientos hasta llegar a un espacio libre frente al barman. —Doble whisky, sin hielo, por favor —pedí, con una seguridad que rayaba en la arrogancia, mi voz firme y sin titubeos, transmitiendo la urgencia del momento. —Lo mismo para mí, por favor —añadió Chloe inmediatamente después, su mirada clavada en el barman, confirmando que éramos un frente unido, dos almas gemelas en busca de una noche inolvidable. El primer trago es fuego puro y me enciende más que cualquier cosa. La música es salvaje, el aire huele a deseo y descontrol. Nos movemos hasta encontrar una mesa, pero Chloe me toma de la mano con una sonrisa de diosa: —Vamos a la zona VIP, baby, ahí es donde está la verdadera fiesta. No me lo dice dos veces. Caminamos como si el lugar nos perteneciera, y cuando entramos, noto algo: los afilados. Hombres con trajes, mujeres demasiado estiradas, gente que parece que está en una reunión de negocios y no en una jodida fiesta. ¡Qué mundo tan aburrido! Me importa un carajo. Empiezo a bailar de todos modos. Chloe se me acerca, con una sonrisa de travesura pura. Moviéndose exageradamente, algo pinta bien para su gusto, eso lo sé. Sonrió esperando que me tuviera que decir. —Hay dos tipos que no dejan de verte. Levantó la mirada de mi vaso y, efectivamente, ahí están: dos papacitos ardientes, mirándome como si fuera su próximo pecado. Levanto mi copa en señal de saludo, muy atrevido de mi parte, pero a eso vine a ser yo misma. ¿Quieren jugar? Que vengan a perder.

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