El ser humano siempre ha jugado a ser Dios. Creemos que podemos moldear la naturaleza a nuestra voluntad, forjar armas con la misma facilidad con la que damos vida. Pero la diferencia entre un creador y un destructor es solo una línea delgada, una que la mayoría no sabe que ha cruzado hasta que es demasiado tarde. Yo, en cambio, siempre he sido consciente. No hay satisfacción en crear algo débil, algo con límites. La perfección solo se alcanza cuando se elimina lo innecesario: el miedo, el dolor, la moral. Nos aferramos a emociones que solo nos hacen vulnerables, y por eso fracasan los proyectos, por eso los hombres caen antes de lograr la grandeza. Pero yo he aprendido de esos errores. Mis creaciones no me superarán. No se volverán contra mí. El mundo teme a los monstruos, pero necesi

