Lion... El Señor Agreste

-Prologo- Ser el hermano rudo no ha sido más que un desafío, manejar la empresa que tengo a asociación con mis hermanos y mi madre, es una de las partes que entran en mi terreno y todo lo que entra en mi territorio es mío y lo domino con fiereza. Pero no hablemos de las mujeres. Me estresa ese tema Para mí son una pérdida de tiempo que mayormente necesito como un medio de relajación para descargar todo el estrés acumulado por ser el segundo heredero del maldito de Alexander Agreste. Algo en mí desde muy chiquito me decía que algo en nuestra familia andaba mal, no era lo que nos pintaron en las paredes, había algo que no encajaba. Sin embargo no me preocupe de nuestra sangre hasta que estos dos últimos años que llevamos siendo herederos de toda la maldita mafia noruega. Estos últimos dos años hemos vividos cosas que a cualquiera lo dejarían  desquiciado y con ganas de ahorcarse, solo los que piensan eso es porque no son mafioso de sangre, no son dignos de esta vida que por error se nos fue confiada. Con los golpes hemos aprendido que las personas no estarán allí todo el tiempo, que todo tiene un comienzo y un maldito final. Por eso es que no podemos estar solos. A lo que yo estoy difiriendo ahora mismo. —Para recibir la herencia tuya correspondiente tienes que casarte. — Me explica Zion mientras que lee el extenso testamento que ha dejado mi madre. —¡Maldita sea!, ¡Joder!. — Golpeo mi puño contra la mesa alarmando a ambos idiotas que pueden recibir su herencia con total normalidad. No me gustaría conseguir una mujer a la fuerza, pero tendrá que ser. «Solo espérame y verás de lo que soy capaz».