Capítulo 2:

1026 Palabras
Black Eagles LA VIUDA NEGRA. Libro. 01 Ibiza. Era como buscar una aguja en un pajar. La mujer tenía cinco víctimas, y aún no se conocía su rostro verdadero, tampoco un nombre real. Solo identidades falsas. Veronika Santos, Danna Williams, Katherine Thompson, Elizabeth Wilson, Maryann Davis. No tener idea de por dónde empezar, era un tanto desconcertante.  En el equipo de los Black Eagles, Lorcan siempre era el indicado para trabajar de incógnito, pues tenía la capacidad de adoptar cualquier identidad que le tocara representar. En ese momento se encontraba frente a su portátil, confirmando su identidad en la internet. Se asombró al ver que el área de informática había hecho un excelente trabajo. Pues, no había una sola foto del verdadero Ronald Carter, todas fueron suplantadas por las de él.  Le habían aclarado un poco el cabello, y usaba lentes de contacto de color verde, ya que el color de sus ojos eran igual al de su padre y sus hermanos grises como una tormenta. Él era alto, medía un metro con ochenta y ocho centímetros, y pesaba noventa y siete kilos, mientras que el Ronald Carter real. Medía un metro con ochenta y dos, y pesaba ochenta y ocho kilos. También el color de su piel era un poco diferente, pues Lorcan tenía un tono más bronceado. Lo cual no era algo para sorprenderse, ya que realizaba actividades al aire libre.  Tenía alrededor de unas dos horas de haber llegado al hotel que casualmente Carter compraría. Las instalaciones, aparentemente estaban cuidadas, todo de cierto modo en su lugar. No parecía estar pasando por una mala situación, como realmente sucedía. Simplemente que el dueño había muerto, y ninguno de sus hijos se dedicó al  negocio de su padre, y decidieron venderlo.  Como empresario era una buena oportunidad. El lugar pertenecería a la cadena de Golden Magic Hotel, desde el día que se terminara el proceso de compra, y se procediera a la firma. El verdadero Ronald Carter, en ese momento estaba reunido para dicho trámite, pues había ciertas cosas que Lorcan no podía hacer bajo su identidad. Eso era algo por lo que le daba gracias a Dios, que el hombre hubiese insistido en encargarse personalmente de eso, porque aunque tenía conocimientos básicos de finanzas, no podía tomar una decisión acertada al respecto. Estaba cerrando su portátil en el momento que la puerta se abrió de golpe, y apareció Ronald Carter, acompañado por dos hombres de su equipo, que estaban asignados con él, en esa misión. Frunció el ceño al notarlo con un poco de malhumor.  No hacía falta que el hombre abriera la boca, para demostrar lo arrogante y déspota que era. Los rostros endurecidos de sus compañeros en la misión le hizo saber que también pensaban lo mismo.  —Espero que puedan encontrar a esa mujer rápidamente. No creo que pueda acostumbrarme a estar escondido. Esto es completamente incómodo, para un hombre como yo —se quejó. —Lo entendemos, señor —dijo Mike uno de sus compañeros en esa misión, con voz firme y con las manos detrás de su espalda. —Verdaderamente, espero que este teatro valga la pena —frunciendo el ceño, miró a Lorcan desde la cabeza a los pies, caminó y se paró en frente de él.  —¡Acomódate el nudo de esa corbata, por Dios! —él mismo le apretó el nudo—. Ni siquiera sabes cómo estar presentable. No puedes ir por ahí aparentando que soy yo, sin un toque de elegancia y distinción —negó con la cabeza—. No creo que este sea un buen plan,  pienso que a lo mejor deberíamos dejarlo así.  —Estoy completamente con usted, también pienso lo mismo, y por mi parte no estaría mal señor, Carter —expresó Lorcan con un poco de molestia en su tono de voz, por su actitud—. A mi no me gusta estar todo el día disfrazado, y mucho menos poner mi vida en riesgo por usted.  —Lorcan… —Mike advirtió. Se giró para mirar a su amigo por unos segundos, y luego se enfrentó a su cliente, enarcó una ceja hacia él. —No me parece tan descabellado lo que está diciendo el señor Carter. Si él es muy audaz para los negocios, puede que lo sea preservar su vida. Me imagino que debe tener algún tipo de conocimiento en defensa personal, o al menos saber cómo actuar en un caso de emergencia, ¿estoy en lo correcto? En ese instante, vio la cara de asombro de Carter, pero continuó. No iba a permitir que un tipo que no tenía idea de lo que significaba aquella misión, la echara a perder, por eso continuó diciendo:  —De nada vale que mis compañeros, y yo nos juguemos la vida aquí, por usted. Si de igual forma es imprudente,  y no se apega a las normas y al plan establecido.  —¿Usted quién se cree que es para hablarme de esa manera? —expresó Carter aún con arrogancia. Lorcan se acercó a él de manera intimidante, con las manos detrás de su espalda. Posición que denotaba autoridad.  —Le recuerdo, señor Carter. Que no es a ninguno del equipo, y mucho menos a mí a quién quieren matar. Ahora mismo, podríamos estar debajo de unas palmeras en esta isla paradisíaca, tomándonos unas piñas coladas.  Todo lo que había expresado Lorcan, tenía lógica. Ronald Carter palideció ante la cruda realidad, que fue expuesta ante sus ojos. Sabía que algún día tenía que morir, pero esperaba que eso ocurriera dentro de muchos años, tal vez unos cincuenta. Aún no era el momento, tenía que hacer mucho más grande su fortuna. Se aclaró la garganta y manifestó:   —Tiene usted un buen punto, Crow. De hecho, le doy la razón, pero recuerde que soy una figura pública, y tengo que mantener cierto estatus... Lorcan alzó la mano para que se callara: —Estatus que no le servirá de nada si lo matan, porque obviamente toda la fortuna que ha hecho en estos últimos años, no será incluida en su ataúd. Me imagino que ya tiene redactado hasta su testamento. 
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