Black Eagles
LA VIUDA NEGRA.
Libro. 01
Se escuchó a Mike exclamar una maldición, y Carter cayó sentado en el sofá de la suite. Las palabras de Lorcan eran crudas.
—Es bien cierto que usted es el cliente, que usted es quien paga. Bien, ahora dígame: ¿Está dispuesto a morir? Porque es obvio que el dinero quedará en manos de otras personas. ¿Perderá usted su vida porque simplemente no puede acatar una orden y quedarse fuera del escrutinio público por algunos meses? ¿Acaso su vida no vale la pena? ¿Qué hacemos entonces? ¿Abandonamos la misión y le devolvemos su dinero?
—No es necesario llegar a ese extremo —respondió Carter aclarando su garganta—. Proceda de acuerdo al plan elaborado. Yo estaré en mi isla en el mediterráneo todo el tiempo que sea necesario. Estoy seguro de que podré estar al corriente de mis negocios desde allá.
—Me parece una decisión muy sabia de su parte, señor Carter —inquirió Lorcan.
—Crow, solo recuerde. No quiero escándalos por una imprudencia de su parte o de alguno de sus hombres —los miró a todos al decir lo último.
—Le aseguro que mis compañeros y yo, jamás hemos estado envueltos en uno. Pero en lo que a usted respecta sé muy bien que usted ha encabezado uno que otro cotilleo amarillista.
Carter tragó grueso, era conocido en el mundo de la farándula por visitar clubes sexistas.
—Usted gana. Dejo todo en sus manos.
Fueron las últimas palabras que el joven empresario dijo, y minutos después hacía acto de presencia en la habitación un equipo de seguridad de los Black Eagles quien lo escoltó. Para tomar un avión, y dirigirse a donde sería su hogar seguro, mientras la operación terminaba.
Los demás fueron saliendo uno a uno, pero Mike caminó hacia él. Estaba vestido con un traje color n***o, camisa pulcramente blanca con corbata, y zapatos del mismo color del traje. Unos lentes de sol oscuros y por supuesto; el auricular encendido para cualquier contrariedad.
Se paró frente a él, con la mano en uno de sus bolsillos de su pantalón. Y la otra agarrándose el mentón como si estuviera descifrando un rompecabezas.
—Además de mi compañero, Lorcan. Has sido mi amigo por muchos años. Desde que nos enrolamos en el ejército, por eso no voy a permitir que eches a la mierda tantos años de esfuerzos. Solo porque se te olvidó cómo controlar tu temperamento.
—Mike…
—De nuevo has olvidado de que somos un equipo, y que no trabajas solo.
—Ese hijo de puta ricachón es un arrogante —Lorcan se excusó.
—Tienes razón, no estás lejos de la verdad. Pero él es nuestro cliente y quien pagó por nuestros servicios por adelantado —enarcó una ceja—. No soy tu enemigo, pero no quiero que eches a perder esta operación… como hagas algo indebido, Lorcan. No serán tu padre y tu hermano quienes tomarán cartas en el asunto… —sacó la mano del bolsillo de su pantalón y con el dedo índice presionó su pecho—. Será tu propio equipo quién cortará tus pelotas. ¡No la jodas, amigo!
Jamás Mike había sido tan duro con él, pero de cierta forma sabía que se lo merecía. Se pasó la mano por la nuca cuando lo vio salir de la habitación. Si perdía el respeto de su equipo estaría perdido.
Gruñó de pura frustración. No quería creer que Donovan tuviera razón. El engaño de su exesposa, lo afectó de manera permanente. Apretó los dientes al reconocerlo.
Sonó una notificación en su teléfono celular. Era un correo electrónico con todo el cronograma de actividades que debía realizar como Ronald Carter. El juego comenzaría esa noche a las dos mil exactas.
Miró su reloj de pulso, solo faltaban unas dos horas. No había comenzado y ya quería terminar. No sabía porque tenía el presentimiento de que esa no sería fácil esa misión como agente encubierto.
Era mejor que se pusiera manos a la obra, se quitó la ropa cuidadosamente, y fue a la ducha. Quería estar listo un poco antes para reunirse con el equipo y tener en cuenta los posibles errores, ya que no tenían idea de quién era la mujer a quien debía desenmascarar, y meter tras las rejas hasta que se pudriera.
Minutos después un Lorcan, muy húmedo salía de la ducha. Con gotitas de agua rodando por su fornido y amplio pecho, con los pies descalzos, una toalla en la estrecha cintura y otra secándose el cabello, cuando de manera sutil se escuchó unos golpes en la puerta.
Se tensó un poco. Su equipo tenía acceso. Así que no podía ser uno de ellos. La persona tocó de nuevo, y él no perdió tiempo en ir a abrir la puerta. No sin tener a la mano su pistola Heckler & Koch MK23 Mod O calibre 45 SOCOM.
—Disculpe, señor… —la pequeña mujer le miró de pies a cabeza, parpadeando dos veces—. Servicio de habitaciones.
—Yo no he pedido nada —dijo secamente, sin que la chica se diera cuenta colocó el arma en su espalda.
Ella dulcemente le contestó:
—Eso lo sabemos, señor Carter, pero como comprenderá es un obsequio de bienvenida de este hotel —señaló la botella de vino champagne, y luego carraspeó un poco apenada—. Quise decir su hotel.
—No te preocupes, sé muy bien lo que quisiste decir. Deja eso por ahí, tomaré un trago después que me vista.
—Como usted ordene —se puso de lado del carrito con las manos al frente, como si esperara algo.
Caminó cauteloso hasta la cama, cuidando de que no viera el armamento, y rebuscó entre sus pantalones un billete de veinte dólares y se los entregó. La chica lo miró en señal de gracias y por fracciones de momentos quedó absorto en sus ojos eran de color caramelo. Era muy linda y sobre todo joven. No pudo evitar preguntar:
—¿Cómo te llamas? —la detalló brevemente y se dio cuenta que tenía una belleza natural, pues prácticamente estaba sin maquillaje.
La chica lo miró sorprendida por aquella conversación.
—Rosa… —fue lo único que le contestó con voz muy baja.
—Gracias por tu atención, pero ahora tendrás que disculparme. Debo vestirme.
Después que cerró la puerta sacó su pistola de la espalda, y sonrió. Al parecer, la visita inesperada del servicio de habitaciones le había alegrado un poco la tarde. Sacó del closet el traje formal que debía ponerse, y lo miró ladeando un poco la cabeza. Para luego sacudirlo con la mano, y en voz alta exclamó:
—¡Viuda negra voy por ti!