Mientras Celeste se mezclaba con la multitud en el evento benéfico, una figura aterradora la observaba desde las sombras.
Liberado de la protección del ángel de la guarda, el demonio mostraba una sonrisa maligna, sus ojos, rojos como brasas ardientes, seguían cada movimiento de Celeste con una intensidad inquietante.
El salón de baile del hotel estaba lleno de actividad mientras la élite de la ciudad, vestida con trajes de diseñador y joyas brillantes, charlaba animadamente sobre negocios y filantropía.
El tintineo de las copas de champán y la suave charla creaban una atmósfera de opulencia y sofisticación, para Celeste recién llegada al mundo de los mortales, todo era irresistible y fascinante al mismo tiempo.
—Finalmente —susurró el demonio, con voz tan ronca que helaría la sangre de cualquier mortal que la escuchara —el angelito caído está indefenso y es hora de pagar por todas las almas que me quitó.
El nombre del demonio era Malakai y se frotó las manos con anticipación. Su etérea figura comenzó a cambiar, tomando la apariencia de un hombre apuesto y elegante.
Su cabello n***o cuidadosamente peinado, sus penetrantes ojos azules y su impecable traje le daban un aire de nobleza y poder, y caminó con pasos decididos hacia Celeste, quien todavía parecía desorientada después de su breve encuentro con Alejandro.
—Lo siento, señorita —dijo Malakai, su voz suave como el terciopelo —no pude evitar notar su pequeña desgracia. ¿Se encuentra bien?
Celeste, miró al recién llegado con una mezcla de sorpresa y cautela, sus instintos angelicales, aunque dormidos, todavía le susurraban que tuviera cuidado.
—Oh, sí, estoy bien. "Gracias por preguntar", respondió con una sonrisa.
Malakai sonrió, sus dientes perfectos brillaban a la luz de la habitación, y había una cualidad hipnótica en su presencia que atraía y rechazaba a Celeste.
-—Me alegra oír eso, permítanme presentarme, soy Marcus Blackwood, inversionista y filántropo. ¿Y tú eres...?
—Celeste —respondió ella, vaciló un momento, luego añadió —Celeste... ángel.
Malakai tuvo que contener una risa ante la ironía del apellido elegido, qué apropiado, pensó, disfrutando el momento.
—Es un placer Celeste, cuéntame ¿Qué te trajo a este evento? No recuerdo haberte visto antes en estos círculos.
Celeste, que carecía de experiencia con la gente y aún no había desarrollado la capacidad de mentir de manera convincente, respondió con sinceridad.
—Esta es la primera vez que participo en un evento de este tipo. Yo... quiero conocer al señor Montero.
Los ojos de Malakai brillaron con malicia cuando encontró la debilidad perfecta.
—¿Al señor Montero? Wow ,wow, wow, parece que tenemos fans, ¿Puedo preguntar por qué?
Celeste se movió incómoda, sabiendo que no podía revelar su verdadera naturaleza o misión.
—Es complicado —respondió, evitando la mirada penetrante de Malakai. —digamos que estoy particularmente interesada en su felicidad.
Malakai sonrió, saboreando cada palabra que decía Celeste mientras su plan comenzaba a tomar forma.
— Entiendo, está bien Celeste, déjame ayudarte, conozco a Alejandro desde hace muchos años y puedo presentarte formalmente si quieres.
Los ojos de Celeste brillaron con esperanza y ansiedad.
—¿En realidad? Genial.
—Por supuesto —respondió Malakai, extendiendo generosamente su brazo —ven conmigo.
Mientras guiaba a Celeste entre la multitud, Malakai comenzó a tejer su red de engaños, cada palabra fue escogida cuidadosamente para sembrar las semillas de la duda en la mente del antiguo Ángel.
—Debo advertirte, Celeste, Alejandro ha cambiado mucho en los últimos años. La tragedia que vivió hizo que su situación... fuera difícil.
Celeste asintió, recordando el doloroso momento que había presenciado.
—Lo sé, escuché sobre tu esposa.
Malakai bajó la voz, como si compartiera un oscuro y precioso secreto.
—Ah, pero ¿Realmente conoces toda la historia? Verás, Alejandro no es tan inocente como parece. Su infidelidad no fue un simple error, tuvo varias amantes y Clara lo descubrió de la peor manera posible.
Celeste se sorprendió y se sintió incómoda, las palabras de Malakai contradecían todo lo que creía saber sobre Alejandro.
—No... esto no puede ser verdad —susurró, más para sí misma que para Malakai.
— Oh, pero es verdad — insistió Malakai, su voz llena de falsa simpatía — pobre Clara, no podía soportar la humillación y el dolor. Alejandro ahora se esconde detrás del exterior de un hombre reformado y filantrópico, pero en el fondo sigue siendo el mismo mujeriego egoísta de siempre.
Celeste se sintió mareada, ¿Cómo podía ser cierto esto? Había observado a Alejandro durante tanto tiempo, visto su dolor, su arrepentimiento. Pero ahora, en su forma humana, la duda comenzó a filtrarse en ella como un veneno lento y persistente.
Malakai sintió la confusión de Celeste y decidió asestar el golpe final, señalando cuidadosamente a un grupo de personas al otro lado de la habitación.
—Mira, ahí mismo, míralo bien, Celeste, mira cómo coquetea con esa mujer, algunas cosas nunca cambian.
Celeste miró en la dirección que señalaba Malakai y, efectivamente, Alejandro estaba hablando con una hermosa mujer.
La mujer sonrió de una manera que a Celeste no le agradó, tocando el brazo de Alejandro con familiaridad, y él no parecía incómodo con el gesto.
—No… —susurró Celeste, sintiendo que su corazón se rompía más a cada momento que pasaba.
Malakai disfrutó del dolor evidente en el rostro de Celeste y continuó hablando sobre el comportamiento de su “amigo”.
—Lo siento cariño, la realidad a veces es dura, pero es mejor saberla ahora antes de emocionarse más.
Fue entonces cuando Alejandro notó la presencia de Malakai y se acercó a ellos, con una expresión de sorpresa al ver a Celeste a su lado.
—Marcus, viejo amigo —saludó Alejandro, sosteniendo la mano de Malakai, "no sabía que vendrías".
Malakai sonrió con perfecta sinceridad en su rostro.
—Alejandro, es un placer para mí permitirte presentarte a Celeste, una de tus grandes admiradoras.
Alejandro miró a Celeste y la reconoció del último incidente con la copa de champán.
—Oh, sí, nos conocimos no hace mucho. ¿Te sientes mejor?
Celeste, todavía en shock por la revelación de Malakai y la escena que acababa de presenciar, apenas pudo asentir.
—Sí, gracias —respondió suavemente, evitando mirar directamente a Alejandro.
Alejandro notó que su comportamiento era un poco extraño y frunció levemente el ceño.
—¿Estás segura? Te ves pálida.
Antes de que Celeste pudiera reaccionar, Malakai intervino con la gentileza de una serpiente.
—Ay, creo que nuestra querida Celeste está un poco abrumada por todo esto, ¿Por qué no la sacas a tomar un poco de aire, Alejandro? Estoy seguro de que tiene muchas preguntas para ti.
Alejandro asintió, aunque le sorprendió un poco la sugerencia.
-—Claro, Celeste, ¿Puedes acompañarme al balcón?
Sintiéndose atrapada entre el deseo de estar cerca de Alejandro y el miedo a lo que podría encontrar, Celeste lo siguió vacilante, Malakai los vio irse con una sonrisa de satisfacción en los labios.
—Que empiece el juego —se dijo, disfrutando de la inminente victoria.
En el balcón, el aire fresco de la noche contrastaba marcadamente con la atmósfera sofocante del salón. La ciudad se extendía ante ellos, un mar de luces parpadeantes y rascacielos apuntando hacia las estrellas. Alejandro se apoyó contra la barandilla.
—Es una vista hermosa, ¿no crees? —comentó rompiendo el incómodo silencio entre ellos.
El corazón de Celeste seguía latiendo salvajemente y asintió sin hablar. Quería decir algo, cualquier cosa, pero la duda plantada por Malakai paralizó su lengua.
Alejandro la miró con curiosidad, como si intentara resolver un acertijo especialmente complejo.
—Celeste, ¿Verdad? Marcus mencionó que eras una fan. ¿Puedo preguntar por qué?
Celeste se armó de valor y decidió que la honestidad era su mejor opción.
— Señor Montero, yo... seguí su historia, lo que le pasó a su esposa y su recuperación. Yo... quiero conocerlo, entenderlo...
La expresión de Alejandro cambió instantáneamente, su rostro se volvió serio y sus ojos parecían estar proyectados por una sombra.
—Mi vida personal no es asunto de nadie más que mío, señorita —respondió con frialdad, haciendo que Celeste se estremeciera.
—Lo sé, lo siento - Celeste se dio cuenta de su error y dijo apresuradamente —es que… ¿Es verdad? ¿Qué dicen de usted y de otras mujeres?
Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas, y en el momento en que las pronunció supo que había cometido un terrible error.
Los ojos de Alejandro se oscurecieron con una mezcla de ira y dolor que hizo que Celeste quisiera encogerse y desaparecer.
—No sé qué historias has escuchado —dijo Alejandro, con la voz ligeramente temblorosa por la ira, —pero te aseguro que no sabes lo que pasó y no tienes derecho a juzgarme.
Sintiéndose cada vez más pequeña bajo la mirada enojada de Alejandro, Celeste intentó explicarse.
—No quiero ofenderlo, es solo…
—¿No quieres ofenderme? —Interrumpió Alejandro con voz afilada como un cuchillo — ¿Crees que podrías venir aquí para desentrañar el secreto de este pobre y torturado viudo? ¿Crees que puedes salvarme?
Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Celeste, todo iba terriblemente mal, su misión, su propósito, todo parecía desmoronarse ante ella.
—No, solo quiero...
—No me importa lo que quieras —la interrumpió Alejandro con voz fría y distante —tú no me conoces, no sabes nada de Clara y de mí, así que te sugiero que te mantengas alejada, eres insignificante, no me importas.
Luego de decir esto, Alejandro giró y regresó a la sala, dejando a Celeste sola en el balcón, desconsolada. Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente brotaron de sus ojos y corrieron por sus mejillas.
Celeste se sintió más sola que nunca, y en ese momento habría dado cualquier cosa por volver a ser un ángel, por poder trascender el dolor y la confusión que la atormentaban, pero estaba atrapada en su forma mortal, vulnerable y pérdida.