La semilla de la discordia

1480 Palabras
Valeria caminaba de un lado a otro por la mansión de los Montero, sus pasos resonaban en los pisos de mármol del amplio pasillo. Había cambiado su imagen con tal de agradarle a Alejandro, su cabello ahora era n***o azabache, un color que eligió para resaltar sus ojos verde esmeralda, pero su primo ni siquiera la miraba. No podía contener la ira que la invadía, una mujer de su posición y linaje no podía permitir que alguien viniera a arrebatarle algo que creía le pertenecía por derecho. Una idea llegó a su mente, enseguida se dirigió hacia la biblioteca, donde estaba segura de encontrar a su tío Ricardo, el lugar se encontraba al otro extremo del frondoso jardín, un lugar que había elegido para leer sin interrupciones. Valeria cruzó el jardín, el aroma de rosas y jazmines flotaba en el aire; ella apenas se dio cuenta, al llegar, levantó la mano y golpeó suavemente la puerta de roble tallado de la biblioteca. —Pase —la voz profunda de Ricardo, surgió desde adentro. Después de entrar, Valeria cerró la puerta detrás de ella, con fingida timidez, la biblioteca era enorme, llena de libros viejos y valiosos de piso a techo, Ricardo estaba sentado en un sillón de cuero cerca de la chimenea, con un libro abierto en su regazo. —¿Pasa algo, hija? —preguntó el hombre al ver llegar a Valeria, la joven hizo un puchero y bajó la mirada, fingiendo estar preocupada. —La tía Elena y Alejandro se fueron —dijo con voz suave, intentando sembrar la semilla de la discordia. A su lado, invisible a los ojos humanos, Malakai se regocijaba por lo fácil que era influenciar a esa mortal. El demonio susurró palabras venenosas al oído de Valeria, alimentando su maldad. —¿Se fueron? ¿A dónde? —Ricardo frunció el ceño, cerrando el libro que sostenía. —Esa chica que Alejandro trajo a casa hace un tiempo, ha tenido un accidente... — Valeria fingió preocupación — Cayó por las escaleras. Los ojos de Ricardo se abrieron y su expresión mostró conmoción y genuina preocupación. — ¡Oh, Dios mío, pobre muchacha! Espero que no sea grave y que se recupere enseguida. Valeria apretó los puños fuertemente, le molestaba la compasión que mostraba su tío, Malakai le susurró de nuevo, instándole a presionar más. —Ese no es el punto, querido tío —dijo la joven, acercándose al sillón en el que estaba sentado Ricardo —siento que mi primo la trajo aquí con segundas intenciones. He visto la forma en que él la mira y se preocupa por ella, y esa mujer no pierde el tiempo en coquetear con él, no quiero ni imaginarme lo que hacen cuando los dejan solos en casa. Ricardo frunció el ceño profundamente, imaginando que su hijo podría hacer tal cosa en el hogar donde estaba su madre. Las palabras de Valeria y el imperceptible susurro de Malakai aumentaron sus sospechas. —¿Estás absolutamente segura de lo que estás hablando, Valeria? —preguntó el hombre seriamente —no quiero ser injusto con ellos sin pruebas. —Por supuesto, querido tío —contestó con firmeza —es más, pensé que tal vez mi tía estaría de acuerdo con esto, pensando en que Alejandro se olvide de Clara por un tiempo. Ricardo se levantó y caminó hacia la barra en la esquina de la biblioteca. Cogió el vaso de cristal, se sirvió un vaso de whisky y tomó un largo sorbo antes de hablar. —Sabes, espero de todo corazón que Alejandro pueda rehacer su vida y darme nietos —dijo con la voz quebrada —el apellido Montero debe perdurar, pero eso no significa que pueda salir con cualquiera, de hecho, simpatizo con Celeste, pero le falta clase y una buena familia. No sabemos absolutamente nada sobre su pasado. Valeria sonrió cautelosamente, disfrutando de su victoria, enseguida se despidió y se alejó rápidamente, había logrado sembrar la semilla de la duda en Ricardo. Ahora solo quedaba esperar a que floreciera la discordia entre la familia Montero y Celeste se largara de ahí tal y como había llegado, sin nada en las manos. La joven subió las escaleras tarareando alegremente, imaginando el día en que Celeste desaparecería de la vida de Alejandro para siempre. Sería su oportunidad para conquistarlo, su tío nunca se opondría a esa relación, aunque ella fuera la hija de su hermano. Después de todo, la familia Montero tenía una larga tradición de matrimonio entre primos, lo hacían para mantener la pureza de su linaje y riqueza familiar. Mientras tanto, en el hospital, Alejandro esperaba pacientemente que el médico saliera de urgencias y le informará sobre el estado de salud de Celeste, caminaba de un lado a otro por la sala de espera, incapaz de quedarse quieto, su madre, Elena, lo miró con preocupación. —Hijo, intenta tranquilizarte —dijo la mujer, poniendo una mano en el hombro de Alejandro para impedirle caminar —Celeste es joven y fuerte, aunque la caída fue aparatosa, estoy segura que saldrá bien librada de ella. Alejandro se pasó las manos por el cabello, despeinándolo aún más. —Eso espero, mamá —susurró con la voz entrecortada —no sé qué haría si le pasara algo. Elena miró a su hijo con los ojos llenos de ternura y preocupación. No lo había visto tan preocupado por alguien en mucho tiempo. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la llegada del médico, el hombre de la bata blanca caminó hacia ellos con una expresión seria en su rostro. —¿Familiares de Celeste Ángel? —preguntó. —Soy Alejandro Montero, y ella está bajo mi cuidado — dijo, acercándose ansioso al médico, ¿Cómo está? ¿Se pondrá bien?El médico asintió, consultando el expediente que tenía en las manos. —La señorita Ángel tiene algunos hematomas en el cuerpo y un brazo fracturado, pero afortunadamente no hubo lesiones internas ni lesiones que pongan en peligro su vida —explicó con tranquilidad —su condición mejorará con descanso y cuidados, le indicaré medicamentos para tratar el dolor y la inflamación. Alejandro suspiró aliviado, sintiendo que se le quitaba un peso de encima.—Gracias a Dios —susurró Elena, sosteniendo con fuerza el brazo de su hijo. —¿Cuándo podremos llevarla a casa? —preguntó Alejandro, ansioso de que Celeste regresara a la mansión, dónde podría cuidarla él mismo. —Será dada de alta por la mañana, respondió el médico —necesita quedarse esta noche para que podamos vigilarla y asegurarnos de que no haya complicaciones. —Gracias, doctor —dijo Alejandro, estrechando agradecido la mano del hombre. Tan pronto como el médico se fue, Alejandro se volvió hacia su madre. —Mamá, creo que es mejor que el chofer te lleve a casa —dijo con firmeza, esta noche me quedaré con Celeste. Elena miró sorprendida a su hijo. —¿Estás seguro, hijo? No me importa quedarme para que puedas descansar, has tenido un día estresante. Alejandro sacudió la cabeza. —Yo me quedo —insistió —quiero asegurarme personalmente de que se encuentre bien, no podría dormir si me voy a casa y ella se queda aquí. Elena sonrió al ver una luz en los ojos de su hijo que hacía mucho tiempo no veía, quizás esa chica era justo lo que Alejandro necesita para sanar su corazón roto. —Está bien, cariño —asintió la mujer, besando la mejilla de su hijo —si necesitas algo, llámame, ¿Vale?Alejandro asintió, agradeciendo a su madre por su comprensión, después de que Elena se fue, se acercó a la recepción y preguntó a qué habitación habían trasladado a Celeste. Con el corazón acelerado, Alejandro caminó hacia la habitación designada. Abrió la puerta con cuidado y lentamente, tan pronto como entró por la puerta, la vio acostada en la cama, con la cabeza y un brazo envueltos en vendas, estaba profundamente dormida. Se acercó silenciosamente, sin poder apartar los ojos de ella, Celeste era demasiado bella, casi angelical. Sus facciones perfectas, su piel blanca y tersa, sus labios suaves y rosados. Alejandro contuvo el aliento, maravillado por la visión ante sus ojos. Inconscientemente levantó la mano para tocar su mejilla, se detuvo en el último momento y retrocedió como si aquello le quemara, una punzada de culpa lo invadió cuando se dio cuenta de lo que casi había hecho. Sintió que había traicionado el recuerdo de Clara, pero al mismo tiempo, no podía negar su atracción por Celeste, era como si un imán invisible lo atrajera hacia ella, irresistiblemente. Alejandro se dejó caer en el sillón junto a la cama y hundió su rostro entre las manos, ¿Qué debía hacer? Sabía que lo correcto era mantenerse alejado de Celeste, proteger su corazón y respetar la memoria de Clara. Pero la sola idea de alejarse de ella le causaba dolor físico.
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