Mi polla casi rompe la cremallera de mis vaqueros mientras me los llevo a la nariz e inhalo el dulce aroma almizclado de su coño. Lamo la tela para saborearla y me vuelve loca de deseo. Dejo el teléfono en el lavabo y miro la foto de Gabby y su amiga Nadia en sus diminutos bikinis mientras huelo las bragas de mi hijastra.
Mi clítoris palpita mientras lo froto, jugueteando con la punta con el pulgar y empapándome la entrepierna con líquido preseminal. Me imagino a Gabby aquí, de rodillas, pasándola por encima con su delicada lengua rosada. Saber que dejó sus bragas aquí para mí hace mucho más factible que algún día suceda.
Cuando me acerco al orgasmo, tomo las bragas y las froto contra mi entrepierna. Saber que sus fluidos se deslizan contra mí es suficiente para hacerme correr. Apunto cada chorro de semen al centro de sus bragas mientras lato sin parar.
—Joder, Gabby —gimo, incapaz de controlarme mientras el placer me invade.
Me toma unos minutos, pero reúno fuerzas para meterme en la ducha y refrescarme. Al salir, le enjuago el semen de las bragas y me las guardo en el bolsillo. Las volveré a usar, estoy segura.
Me cambio en mi habitación e intento prepararme para el resto de mi jornada laboral. Al salir, veo a Gabby de nuevo en el baño, todavía con la toalla puesta, buscando algo. Se me encoge el corazón al verla girarse y mirarme fijamente.
—¿Qué pasa? —pregunto. Sé perfectamente lo que hace y trato de no parecer demasiado culpable, considerando que sus bragas están guardadas en el cajón de mis calcetines.
Gabby sonríe y sale del baño hacia mí. Me roza al caminar hacia su habitación. —Nada, solo pensé que me había olvidado algo. Pero no está.
Me lanza una última sonrisa tímida por encima del hombro antes de cerrar la puerta. Ahora estoy segura de que dejar sus bragas fue totalmente intencional.
Si Gabby fue lo suficientemente atrevida como para dejarme sus bragas ahí, me pregunto qué podría hacer después...
---
**Hace días que Gabby me dejó sus bragas en el baño y ninguna de nosotras ha hablado del tema. Sabe que las tomé, y creo que le gusta. Las he olfateado cada vez que he podido, desesperada por tener su coño contra mi cara así.**
Marie ha tenido vacaciones de fin de semana y Gabby no ha tenido mucha oportunidad de bromear conmigo con su madre. Lo necesito. Solo puedo pensar en Gabby ahora mismo. Es como si me hubiera hechizado.
—¿Ya hicieron las compras navideñas? —pregunta Marie mientras desayunan.
—Todavía no. Tengo que ir al centro comercial en un par de días —digo encogiéndome de hombros. Gabby se anima y se acerca más a mí.
—¿Te importa si te acompaño? —pregunta, sonriéndome con su sonrisa de cachorrito. No puedo negarme, aunque estar a solas con ella podría ser peligroso. ¿Qué excusa tendría?
¿Cómo le explico a mi esposa que no quiero viajar con su hija porque me masturbé con sus bragas y ella lo sabe?
—Claro. ¿Quieres salir esta tarde? Cuanto antes lo hagamos, mejor —digo. Le doy un sorbo a mi café para disimular los nervios que ya siento.
—¿Qué vas a conseguir, Gabs? —pregunta Marie.
Gabby se encoge de hombros y piensa un momento. —Todavía necesito un regalo para ti y para David, y quizás ropa nueva para el próximo semestre.
Charlan sobre ropa que Gabby debería comprarse mientras yo pienso en maneras de intentar salir de esto. No puedo arriesgarme a que pase algo con Gabby ahora. Es tan sexy y lo único que quiero es saborear su dulce coño, sentirlo envuelto alrededor de mí, pero no debería.
A pesar de la falta de vida s****l, amo a Marie.
Por mucho que lo intente, no se me ocurre ninguna excusa para que Gabby y yo no vayamos al centro comercial. Cuando llega la hora, ella está lista con unos leggings ajustados y una camiseta ajustada. Puede que ya sea Navidad, pero al calor de California no le importa.
Conducimos hasta el centro comercial sin hablar de nada sustancial. Escuchamos sobre todo la radio y ella me cuenta sobre la música nueva que le gusta, y yo le explico por qué los clásicos son mejores.
Una vez dentro, todo está a rebosar. Cientos de personas recorren las tiendas intentando conseguir regalos de última hora antes del lunes de Navidad. Gabby y yo paseamos juntas por los pasillos, echando un vistazo a las tiendas. Paramos en una joyería y me ayuda a elegir una pulsera para su madre e incluso insinúa que hay una que le gustaría. Le digo que no la compraré, aunque pienso volver a buscarla sin ella.
Ella recorre diferentes tiendas de ropa juvenil en busca de conjuntos y yo espero con los brazos cruzados mientras se prueba la ropa. Llegamos al probador de una tienda y me siento en las sillas, agradecida de poder sentarme por primera vez en horas.
Gabby abre la puerta del probador y sale con un diminuto vestido azul con un escote en V pronunciado, cubierto de brillos. —¿Qué te parece esto para la fiesta de Año Nuevo?
Me observa con una sonrisa mientras mi mirada se posa en sus pechos perfectos, que parecen colgar libremente en el centro del vestido, con un escote tan increíble que podría estar junto a la definición de un diccionario. Al notar mi mirada, da una vuelta lenta, dejándome contemplar todas sus curvas mientras acaricia la tela que le sienta como un guante.
—Es increíble —digo antes de poder detenerme.
Me sonríe antes de volver al probador para cambiarse. Después de unos minutos, asoma la cabeza y me hace señas para que me detenga. —La cremallera está atascada.
—¿Debería contratar a un asistente? —pregunto, sabiendo que esto no me va a hacer ningún bien.
Gabby niega con la cabeza y pone los ojos en blanco. —Solo será un segundo. Me hace un gesto para que me una a ella, dejando la cortina abierta.
Miro a mi alrededor nerviosamente para ver si alguien me ve, y por suerte no. Me encantaría quitarle este vestido y dejar que su cuerpo me provoque, pero no puede ser. Estar tan cerca de ella con tan poca ropa me resulta sofocante.
Cierro la cortina tras de mí y Gabby se da la vuelta, apartándose el pelo de la cremallera. Sin decir nada, empiezo a desabrocharla, dándome cuenta enseguida de que no está atascada. Me pregunto por qué mentiría, pero ya lo sé. Es la misma razón por la que dejó sus bragas en el baño para mí.
Ella es solo una pequeña provocadora.