—¿En serio te dijo eso?.
Ale ríe, toma mi mano por debajo de la mesa y suelta la colilla de su cigarrillo en el cenicero de su oficina.
Dejo mi soda de lado, relamo mis dientes y asiento fastidiada.
Eso sí, había omitido las partes subidas de tono de mi primer encuentro con Kilian Black. Aunque Ale no era celosa durante las relaciones abiertas, ahora que lo estábamos intentando podría volverse un poco insegura sobre mí, y no es como si quisiera que eso pasara. Ella era mi mejor amiga, mi amante y mi confidente. Si lo estaba intentando con ella, era porque de verdad la quería.
Aún si mis padres no aceptaran aquella parte de mí.
—No es gracioso, quería darle una bofetada.
La hermosa rubia se siguió riendo.
Jamás se lo decía, pero me encantaba como se miraba con el cabello suelto, la bata puesta y la luz de sus ojos mientras sonreía.
—Lo siento, bebé, es que me imagino al tipo ese soportando la dureza al tener a una abogada tan sexy al lado. ¿Crees que fue amor a primera vista?. Ahora, si tenías ganas de abofetearlo, lo hubieras hecho.
Niego.
—¿Sabes cuantos idiotas tengo que aguantar en el despacho para tener que defender justo a uno?. Es mi trabajo y quiera o no debo trabajar con el enemigo.
—Bueno, es directo. —Se encoge de hombros y suelta mi mano para llevarla a mi muslo derecho, el cual acaricia con sigilo, introduciendo sus perfectos dedos debajo de mi braga hasta llegar a mi monte venus. —Lastima que ya te declaré mía…
—Un dia y te vuelves posesiva. Eres increíble Alejandra Erizalde.
—Ya te compartí mucho, Su, ahora esto es solo mío. —presiona, sacándome un pequeño jadeo.
Suelto una risita y huyendo de la cámara de seguridad, la jalo hacia el cuarto de baño, la estampo al lavamanos, subo su bata y llevo mis dedos a su parte, mientras meto mi lengua en su boca y muerdo sus frescos, carnosos y dulces labios, y le devoro la boca, ansiosa por hacerlo y dejar que me haga sentir su placer. Tiro de su cabello hacia atrás, beso su cuello y muevo mi cadera contra la suya en un instinto violento y deseoso.
—Soy mujer, cariño, ten más cuidado con mi vientre.
—Ahora te lo cuido. —Vuelvo mis labios a su boca entre risitas.
Estamos por tener nuestra sesión de sexo prohibido en su consultorio, o más bien en el baño de su consultorio, cuando una llamada de mi enemigo number one me interrumpe y hace que lo odie más.
Esto tiene que ser una broma.
Pará explicar cómo fue que pasó esto, qué era lo que le dio tanta risa a Ale y lo que hizo que me pusiera cachonda en una mañana, quizá deba rebobinar a la propuesta del señor Black de hace un par de horas…
Comencemos donde…
[Dos Horas Antes]
—¿Una propuesta?.
Me volteé un poco despistada por su tono ronco de voz al hablar, por su imponente manera de hacer que me detuviera a su voluntad con una simple palabra y con su presencia dominante lograr que humedeciera mis bragas en un sencillo triz.
—No estoy acostumbrado a que una mujer me defienda, así que para ponerle seriedad a esto, podríamos hacer algo diferente y llevar la fiesta en paz. —Camina hasta mí y me sonríe de lado, viendo con hambre mis labios. —Tú llamas al despacho, pides que te remuevan del caso y que envíen a uno de esos sujetos arrugados con maletín de cuero del año sesenta y yo puedo pagarte los honorarios como si hubieras trabajado en el caso…
—¿Perdón?.
No podía estar más ofendida.
—Es un trato justo.
—No. —Pude sentir como las palabras dolieron en mi garganta, según era lo que me estaba aguantando el enojo. —Este es mi caso y si me lo dieron a mí y estoy aquí pese a que usted es un idiota, es porque soy la mejor. Y no uso maletín de los años sesenta. —dije eso último en medio de un puchero. —Si tanto le molesta se aguanta, porque no habrá mejor despacho que lo defienda como lo haremos nosotros.
—Que motivacional, pero no me interesa trabajar con mujeres.
—No sé si le interesa o no y no me importa, no se trata de eso. Puede dejar su machismo de lado o ir a presión por homicidio doloso. Usted decide.
Se acerca más de lo que puedo soportar, y no sé ni siquiera por qué, apenas y lo conozco por Internet, las notas que leí de él y su gran éxito empresarial y por ser un mujeriego idiota y codiciado. Pero, aún así, siento que lo conozco de toda una vida.
¿Raro? Mucho.
Los nervios me traicionan y es cuando trastabillo, siendo sostenida por las manos fuertes del sujeto alto, musculoso como Jason Momoa y guapo como el mismo Eros.
—Quizá no me expliqué bien. No quiero trabajar con usted, señorita…
—Ba.. Baxter. —tartamudeo. ¡¿Por qué carajo tartamudeé?!. —Susan Baxter.
Aclaro la garganta al sentir su aliento acercarse a mis labios.
—No quiero porque es peligroso. Soy peligroso para usted, aun si le gustan las mujeres.
—¿Cómo…?
—Y no descansaré hasta llevarla a mi cama. Así que dígame usted… ¿El caso o mi cama?.
¡Cielos!