Capítulo 4
Viernes Al Fin
Sonó el despertador a contados minutos en que me había vuelto a dormir, maldije tantas veces a ese pobre reloj… que no recuerdo cuantas veces recién lo compre tuve que repararlo pues lo botaba al piso, a veces con intención. Me levante rápidamente como si estuviera programado para hacerlo y tome un baño en menos de 3 minutos, secuelas comportamentales de mi tiempo en el ejército, pero si había algo en lo que si tardaba bastante era en cuidar cada pequeño detalle de mi barba, la cual si se veía de cerca tenía algunas canas, pero la cortaba bajita para que no se notara, aunque inútil era mi esfuerzo pues mi cabello si delataba mi edad, mis tristes y mal o bien logrados 49 años de edad, que no habían llegado por si solos, aunque a veces me sorprendía que no tuviera la barriga como la de mis amigos o bien el dolor de rodillas que los aquejaba y el cual hizo que el equipo de futbol pasara a ser el de billar y luego el de beber en la calle, tal como siempre lo fue. Me tome el tiempo suficiente para arreglar mi barba, busque en mi armario uno de los tantos trajes que usaba cada semana para la oficina solo que ese viernes quise alocarme, cambiar los paradigmas de la moda y des mostrar que Santiago Rivas, era un hombre aun arriesgado e impredecible, ese viernes… decidí no ponerme corbata, no estaba de más tanta elegancia, no era necesaria tanta formalidad para un día que como cada semana sería tan solo un poco diferente. Terminé de vestirme cuidando cada pequeño detalle, de hecho, quise ponerme un par de mancuernas que, aunque no se notaran para mí eran un símbolo de elegancia, abrochadas en mi camisa azul claro, por debajo del saco oscuro del mismo conjunto con los pantalones y finalmente un buen par de zapatos que siempre se veían bien lustrados, cómodos y elegantes, así como yo…
—¡Papá, el desayuno! —grito Adela desde el piso de abajo.
—Un momento… buenos días…—
—¡Buenos días, papá! —me contesto desde la distancia.
Inspeccioné un par de segundos más mi apariencia y tomando mi saco y mi maletín Salí de la habitación justo a las 6:30 de la mañana, pero al bajar por la escalera me sentí de repente extraño, como que algo me faltaba, ¿Pero ¿qué me faltaba aparte de vivir…? Me pregunte con sarcasmo, toque mi bolsillo y todo estaba en orden, tenía las llaves del auto, el reloj él mi muñeca con la hora correcta, mis lentes estaban en el maletín… no sabía que me faltaba hasta que toque mis manos entre sí, lo note de inmediato y tuve que volver a mi habitación, y allá sobre la mesa donde siempre lo dejaba cada noche estaba, ese sutil, pero sin duda valioso anillo de matrimonio, el único objeto con el cual no podía salir de casa, no sé bien si era costumbre o bien por el significado que tenía peor no podía salir sin él, me sentía extraño, además que me parecía un gesto de amor al recuerdo que ella me inspiraba.
—¡Papá, se va a enfriar el desayuno! — volvió a gritar mi hija desde la cocina.
—¡Un Momento! — grité al responder.
Baje la escalera de nuevo tomando de nuevo mi maletín, me veía especialmente guapo ese día, parece que la corbata me había quitado uno o dos años de encima.
—Se ve bien esta mañana Don Santiago…— dijo Jorge al verme.
—Gracias muchacho…—conteste algo desconfiado.
—Vaya, te ves diferente hoy, ¿Vas a salir? O ¿Quizá tienes una reunión? —pregunto Adela con curiosidad.
—Es viernes y el cuerpo lo sabe… ¿No es así como dicen los jóvenes? —dije sin pensar
Ambos se miraron entre sí, pero no se rieron solo porque yo estaba presente, de inmediato y al ver sus rostros de incertidumbre supe que me había excedido en querer ser popular en ese momento, en su lugar hice como si nada pasara y creo que fue lo mejor para todos.
Desayuné en poco tiempo y sin mediar muchas despedidas, Jorge salió en su bicicleta rumbo a su trabajo, yo me dirigí a mi auto y Adela se quedó bañándose pues ella trabajaba desde casa, un momento, ¿Jorge salió a trabajar? Me pregunté confundido totalmente cuando ya me había subido al auto, ¿Cómo era eso posible…? Insistí en mis dudas, pero ya que lo pensaba mejor yo nunca lo había visto en las mañanas antes de irme al trabajo, que curioso, se me había hecho tan natural verlo que ni siquiera me di cuenta de que era eso algo extraño. No quise dar más vueltas al asunto del trabajo de mi yerno, en breve quizá me entrenaría de eso, mejor puse en marcha el auto y Salí de la casa con la emoción de afrontar un nuevo día, pero antes tenía que cerrar de nuevo el garaje de la casa, y ahora si a afrontar un nuevo día de trabajo, conduje por la avenida central y luego cerca del centro de la ciudad, las personas iban de un lado a otro y yo solo en mi auto escuchando la radio un programa de debate, ponía en él toda mi atención, pero en realidad perdía el entendimiento fácilmente pues me distraía en algún evento que veía por la calle, alguien corriendo, una pelea entre locos en el centro o bien alguna motocicleta que me cerraba el camino, no quería ni pensar si mi hijo Héctor hacia lo mismo cuando tenía su motocicleta… “Como extrañaba por momentos a Héctor…” pensé justo antes de quedar a la mitad de un cruce porque el semáforo había cambiado muy pronto y quedé en la mitad, vi mi error enseguida, pero tan solo podía esperar y soportar los insultos y pitazos de los otros conductores a los que mi bonito aunque viejo BMW L6 les estorbaba el paso, luego de llenarme de mucha paciencia y de varios minutos de tráfico al fin llegue al edificio, deje el auto en el sótano y me despedí del ánimo que llevaba ese día pues él no quiso salir del auto, tan pronto como subí al elevador mi energía se desvaneció y me convirtió sin remedio alguno en el mismo contador que día tras día asistía a la oficina, la diferencia es que era viernes… igual debía trabajar el sábado temprano.
Pasamos horas eternas en la oficina, le pedí a Camilo el favor de presentar por un avance de un aburrido informe a nuestro jefe directo Raúl, él fue y lo hizo sin dudar un segundo, minutos antes se lo había pedido a Sandra, pero ella compartía conmigo el sutil y mal intencionado desprecio por nuestro jefe, yo no quería ser obvio o que alguien se diera cuenta, pero no quería ser yo quien presentara tal avance, sin embargo fue todo un éxito y continuamos trabajando de igual modo, llego el medio día y con él la tarde, como siempre Salí a comer al restaurante de la esquina, justo al lado de una cafetería que se veía elegante, pero que en realidad nunca había entrado en ella, aunque me gustara el café sentía que un lugar así no era precisamente para alguien de mi edad, o quizá era solo mi propio prejuicio el que me jugaba en contra, volví a la oficina casi sobre las 2 de la tarde, a veces me daba el pequeño justo de caminar por las calles cercanas en búsqueda de qué sé yo, tan solo era una excusa para que mal intencionadamente el tiempo pasara, pues después de todo era viernes. Pase por un almacén de ropa y me quede mirando con curiosidad la vitrina, un elegante conjunto me parecía llamativo, no era un traje sastre ni mucho menos se acompañaba con una corbata, solo era una camisa de cuadros y un abrigo de pana que daba un aspecto fresco, se veía tan bien esa ropa sobre el maniquí que preferí dejársela, “a él le lucía más que a mí” pensé al tiempo que seguí mi camino hacia la oficina. Al volver a mi puesto de trabajo mi equipo ya se encontraba trabajando, con la poco agraciada sorpresa que Raúl estaba sentado en mi lugar, ¿Cómo carajos tenían el valor de sentarse en mi lugar?, ¿Acaso la silla de un hombre ya no se respeta? Pregunte al universo mientras llegaba al fin a la puerta de la oficina.
—Señor Santiago… ¿Si disfruto su hora de almuerzo? — pregunto Raúl al tiempo que miraba su reloj.
Era obvio que había demorado más de la cuenta, era obvio que él quería solo molestar y era obvio que yo estaba al borde de decir algo de lo cual podría arrepentirme.
—Si, bastante, pero se me fue el tiempo… olvide la hora… usted sabe… la edad ya lo hace a uno dudar…—conteste con mucha calma.
Sandra a mi lado se rio sutilmente mientras Raúl mi miraba con el desprecio mismo con el que yo lo miraba a él, pero no me dijo nada en ese momento, se levantó de mi silla, pero yo me quede de pie al lado del escritorio de Sandra.
—Espero ya le haya dado la buena nueva a su equipo de trabajo… la nueva contadora llegará a la oficina el lunes en la tarde…—expreso Raúl haciéndome quedar mal.
El hombre sabía que apenas si ayer me había enterado de la nueva empleada que tendríamos el pleno gusto de recibir en nuestro puesto de trabajo, pero yo no veía necesario el poner sobre aviso a Sandra, mucho menos a Camilo, ellos eran profesionales y sentía era la familia que por obligación me nombraron.
—Si, ya les he comentado la situación, vamos a quedar encantados… —conteste con sarcasmo.
El hombre se me quedo mirando y luego de un gesto de aprobación se retiró de nuestra oficina y pude al fin volver a mi lugar, Sandra se echó a reír cuando vio por la puerta que Raúl había entrado ya a su oficina, Camilo en su lugar me miro confundido y era obvio lo que se estaban preguntando.
—El lunes llegará una señorita para apoyarnos en nuestro trabajo y será parte del equipo los meses que me quedan en ese puesto… no quería decir nada al respecto porque apenas me avisaron ayer sobre esto…—les explique a ambos con paciencia.
—¿Una señorita? —pregunto Camilo con interés.
—Una compañera de trabajo… mi amigo casado…—le contesté con énfasis.
Sandra en cabio no pregunto ni dijo nada, quizá no le importaba no ser la única cuota femenina al departamento de contaduría de la empresa o bien su mente se quedó repasando la burla sutil al cliché del jefe Raúl, “Encantados…” ridícula palabra se escuchaba en la boca de nuestro jefe, por eso me había burlado de su forma de expresarse. Paso la tarde con normalidad, no volvimos a ver a Raúl en toda la tarde salvo antes de la hora de salir cuando lo vimos irse con otra ropa puesta, Camilo tal como se lo había escuchado mencionar iría ese día a una discoteca cercana y Sandra como siempre iría a cenar junto con su esposo y luego a sus asuntos que solo a ella le interesaban, yo en mi lugar, ir a casa en mi auto, escuchando un poco de música en la radio, rumbo a mi cama para descansar y venir igualmente al día siguiente. Más me tarde yo en repasar mi básico plan que en decidirme a ejecutarlo, tal como lo pensé llegue a casa, salude a mi hija y a su novio vago y pase directamente a mi cama a descansar, cene y de nuevo volví a mi cama para quedarme dormido nuevamente y despertar en la madrugada para ir al baño…