Sábado Sin Planes

2022 Palabras
Capítulo 5 Sábado Sin Planes El sol apenas daba sus primeras señales de vida sobre la ciudad de Bogotá, muchas personas ya se encontraban en la calle dando inicio a un día más de trabajo, o bueno, los que tenían la des fortuna de tener que salir a trabajar el día sábado como a mí, tengo ya 49 años, tengo 5 meses de espera para mi jubilación y 7 meses para llegar a los 50 años, muchos de mis pocos amigos del barrio o incluso mi familia dice que soy afortunado por poderme jubilar a los 50 años como si fuera un militar o un político amañado, pero todo es producto de una vida entregada al trabajo desde que Salí de la universidad, incluso no considero que viviera la universidad plenamente, mientras mis compañeros iban de fiesta yo adelantaba trabajos e informes con un mes de anterioridad, siempre tuve un buen promedio, pero siquiera tuve el coraje de querer aprovecharlo, estaría en Berlín, en España o en algún lugar de Inglaterra bebiendo té, en vez de un café criollo, pero siquiera eso hice, logre graduarme de una carrera de 5 años en 4 y medio, todo para salir a trabajar en una oficina de créditos años después a la oficina en la que estaba ahora, y eso había sido toda mi vida… sin nada más que contar que lo que por casualidad pasaba día a día, en fin… tenía que trabajar a un los días sábados. Antes de que amaneciera completamente yo ya estaba despierto repasando los canales de televisión buscando la emisión matutina de los noticieros, pero incluso era demasiado temprano para ello, me quede en la cama queriendo mandar todo al mismo diablo, pero me dieron ganas de ir al baño, mis pantuflas había quedado inexplicablemente lejos de la cama, sentí el afán de ir al baño en el preciso momento que toque con mis pies el suelo frío de mi habitación, a pesar de apenas haberme levantado corrí hasta donde mis pantuflas habían quedado y luego fui al baño de mi habitación, hice lo que debía hacer y me tome mi tiempo frente el espejo solo para notar unas pocas canas que interrumpían tanto mi barba como la de mi cabello, que por cierto no era mucho tampoco, podría arreglarlo o bien dejar mi cabeza clava, no me preocuparía más que por el sol y por sacarle brillo a mi calva, pero de forma incoherente me había aún aferrado al mismo peinado que tenía hacía ya más de 20 años, ese mismo que Gloria decía que le gustaba como me hacía ver, ahora entendía que quizá lo decía de esa manera para no hacerme sentir anticuado. Salí del baño y apenas estaba saliendo el sol, si bien tenía que trabajar la hora de entrada a la oficina era un poco más flexible, sin embargo, no quise perder más el tiempo y me arreglé para bajar a desayunar, mi hija Adela no trabajaba ese día y Jorge siquiera trabajaba. Termine de alistarme, lustre mis zapatos para darles un poco de brillo y mi traje azul, ese que predeciblemente usaba todos los sábados estaba, estaba aún cálido por haberlo planchado minutos antes, se sentía tan bien ponerse sobre el cuerpo una camisa tibia… sin más espera y como siempre tome mis cosas, aliste mi maletín, la llave del auto y baje a la cocina pues tenía que hacer mi propio desayuno, pero tal fue mi sorpresa que Jorge estaba ya despierto a esa hora y haciendo el desayuno, el suceso fue tan extraño que no pude no preguntar. —¿Por qué esta despierto tan temprano… o acaba de llegar? — pregunté confundido naturalmente. —Buenos días, don Santiago, ¿quiere café? — me respondió con amabilidad Jorge. —Sí, estaría bien un poco con unos cuantos panes…— —¿Quiere le prepare unos huevos? —pregunto. —No muchacho, así estaría bien…—conteste, —¿Por qué has despertado tan temprano? —insistí en saberlo. —Es que conseguí un pequeño trabajo en un estudio de tatuadores… solo ayudo a atender a la gente y acomodar las citas, pero es solo mientras me gano la confianza…—me dijo él con optimismo. ¿Trabajo?, había escuchado bien, aunque lo dude un segundo, bueno, trabajo es trabajo por más loco o raro que sonara, no podía juzgar algo por más diferente que fuera a lo que yo hacía, mi hija llamaba todo el día por teléfono a extraños, David “cultivaba peces”. Sonreí de momento de verlo un poco animado, también me sentí a gusto pues el muchacho hacia lo posible por agradarme aunque él dijera lo contrario, tome mi café y tome de la cesta dos panes de coco, mis favoritos, y finalmente Salí de casa poco antes de las 7 de la mañana, el tráfico estaba terrible por las avenidas y mi pobre auto no le gustaba ese tipo de contratiempos, solía recalentarse de tanto acelerar y frenar, pero por suerte no me fallo ni me dejo en la mitad de la avenida pese a que se apagó su motor en varias ocasiones, sin duda tenía que pasar por el mecánico ese día en la tarde. Llegue a la oficina 10 o 15 minutos más tarde de la hora, como era de esperarse solo Sandra estaba en su lugar de trabajo, aunque estaba concentrada viendo novelas en su teléfono celular, Camilo como costumbre siempre que salía de parranda no era probable que viniera el sábado a trabajar, y finalmente yo, que llegue con maletín, mi traje azul y mis ganas de no hacer nada. Pasaron los minutos y tan solo había prendido el ordenador y abierto unos pocos archivos para que quien pasara por la oficina pensara que yo estaba muy ocupado, Sandra seguía viendo novelas en su teléfono celular, incluso con el descaro de que no bajaba el volumen de su celular y podía escuchar todo el drama que estaban trasmitiendo, incluso me dio curiosidad pues decían que Margarita estaba traicionando a Rodrigo y Helena se había enterado… hasta mire de reojo para lograr ver un poco de la telenovela, pero sentí vergüenza de que Sandra notara mi interés, poco tiempo después y luego del final de un capítulo, ella salió de la oficina y se ofreció a traerme un café, pensaría que estaba quizá muy ocupado trabajando y se sintió culpable por el ocio de esa mañana, eso explicaría su amabilidad. Me quede en la oficina con una hoja en blanco y la mente de igual forma, pensaba rigurosamente en lo que tenía pendiente por hacer, pero en realidad no sentía las ganas de hacer nada, tan solo quería irme a casa o hacia el mecánico para ver que andaba mal con mi querido auto, me quede pensativo recortado en la silla de mi escritorio repasando lo que quería hacer esa tarde de sábado, muchos salían de la oficina y se iban a reunir con sus novias, con sus familias, o bien solo a descansar, yo no tenía tanta suerte realmente, tan solo iba a estar junto a mi mecánico de confianza revisando en detalle mi auto, el mismo que celosamente cuidaba, pero que en realidad estaba cayéndose a pedazos sin importar la marca o lo lujoso que fue en su momento. Pasaron los minutos y Sandra al fin volvió, traía consigo 2 tazas de café, pero no eran de la oficina, eran de la cafetería de la esquina, lo noté por las marcas en los vasos y por qué si sabía a café de verdad, el de la oficina sabia a charco con un poco de azúcar, recibí el café con amabilidad y lo deje en el escritorio, Sandra tomo su lugar de nuevo y siguió viendo los capítulos de su novela en su teléfono celular, pero el ruido ceso de un momento a otro, escuche como se incorporó en su escritorio en un solo segundo, yo estaba de espaldas, pero los sonidos se me hicieron familiares, tal como lo pensé en ese instante uno de los jefes, sea Raúl o alguien de verdad importante estaba entrando en la oficina. Volteé a mirar hacia la puerta de la oficina, pero no vi a nadie en un primer vistazo. —¿Qué sucede, llego alguien? —pregunte en voz baja. —Si, el señor Maltes… o bueno el muchacho…—me contesto también en voz baja. Tenía en propio derecho de prevenirse sobre cualquier llamado de atención pues la fama que el Señor Maltes había hecho en vida no era diferente a la de su hijo menor y ahora presidente de la empresa el joven Leandro Maltes, el joven solo se le veía llegar los días sábados a la empresa, era serio y de un carácter fuerte como lo era su padre, pero un poco más frío de lo normal, todos lo respetaban no solo por su poder en la empresa sino por su peculiar manera de ser amable antes de despedir a alguien, lo cual daba más miedo de que fuera una mala persona al hacerlo. El joven se dio un breve paseo por todo el piso de la oficina, paso de sección en sección hasta llegar a la puerta de nuestra oficina, Sandra enseguida lo saludo con amabilidad, pero tan nerviosas como si estuviera enamorada de él, yo en mi lugar no lo salude de inmediato, espere que el joven se dirigiera a mí. —Don Santiago, que gusto que siga con nosotros…— —Señor Maltes, que placer saludarlo… ¿Cómo va todo? —le dije con una sonrisa casi sincera. —Bien señor, ¿si le avisaron sobre lo de su jubilación? — pregunto el joven Leandro. —Si, ya recibí la carta…—le confirmé. El joven entró a la oficina, Sandra le dio espacio y él tomó asiento en el lugar de Camilo, pero ella parecía no saber que hacer, apuesto que incluso se le olvidó lo que estaba aparentando hacer. —Es una pena que no pueda seguir con nosotros señor Santiago, mi padre le gustaba trabajar junto con usted, de hecho, hablaba mucho de como con usted y otros mayores iniciaron esta empresa…—expreso Leandro con nostalgia. —El señor Maltes confió mucho en nuestro trabajo… las cosas eran más complicadas… o bueno ahora también lo son, pero en otro sentido…—le contesté intentando ser amable. —Bueno, pero la vida es de constantes cambios ¿no?, será mejor seguir dando un paseo por la oficina, es bueno ver los rostros de quienes hacen grande esta empresa…—dijo el joven con un poco de sarcasmo. Sonreí mientras el joven se levantó de su silla y tomando a Sandra y a mí por el hombro se despidió y salió por la puerta de la oficina, pero no dio siquiera un par de pasos antes de devolverse. —No crea usted que su jubilación es un adiós, Don Santiago, las puertas de esta empresa siempre estarán abiertas para usted…— me confesó el joven antes de irse de nuevo. Tanto Sandra como yo nos quedamos algo sorprendidos por las palabras amables del joven que por lo general era más frío con sus empleados, de hecho me sentí alagado de saber que si quería o no podía jubilarme o bien, jubilarme y seguir trabajando ya sin tantas presiones, o bueno de esa manera lo había entendido yo y me hizo sentir por muy pocas primeras veces contento con mi papel en la empresa, a decir verdad solo recordaba haber recibido un reconocimiento de manos del señor Maltes, solo en esa ocasión mi trabajo fue realmente gratificante para mí, y esas palabras del joven Maltes fue lo más cercano a tener esa sensación nuevamente, pero Sandra con su mirada confundida me bajo de la nube de un solo golpe. —No querrás volver… si te jubilas… ¿Ya para que trabajar…? —pregunto ella. —Habrá que pensarlo—respondí. La verdad solo responde eso porque la misma pregunta me la había ya hecho de manera indirecta, ¿En verdad tanto precisaba tener algo que hacer…?
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