— ¿Señor Walker? — una voz femenina y delicada me llamó.
Yo no quise, pero tuve que despertar en cuanto sentí el brazo de Anne, mi secretaria, agarrar el mío con firmeza.
Al despertar, mi pesadilla perfecta se había esfumado para siempre, o al menos, hasta que volviera a caer la noche y yo pudiera volver a profundizarme en mi momento de descanso.
— ¿Mm? — musité. Lentamente, abrí los ojos, y vi a Anne de pie, enfrente de mí, luciendo su uniforme de forma impecable como siempre. Y cargando su tableta entre manos, que es su medo de trabajo para cuando no está sentada frente a su computadora en el escritorio que tenía ubicado afuera del pasillo en dónde se encuentra mi oficina.
— Señor Walker, que bueno que despertó. Ya le tengo su café listo, vaya a darse una ducha rápida, cámbiese de ropa, y apúrese para que vayamos hasta la sala de juntas. Ha venido el nuevo socio desde Suecia, recuerde que hoy firma su contrato, y le damos la bienvenida a la empresa. Su secretaria me llamó para avisarme que él ya viene de camino desde el aeropuerto, y no creo que usted quiera hacerlo enfadar por tener que esperarlo y que luego por eso perdamos el contrato, ¿No es así? — anunció mi secretaria, cuando yo no era quién daba las órdenes, ella lo hacía. O bueno, tal vez solamente lo hacía conmigo por la confianza que nos teníamos, pues ella llevaba más de 10 años trabajando conmigo, y yo no tenía planeado que se marchara de aquí.
— ¿También pediste mi desayuno al restaurante? Muero de hambre, y si el cliente *p*n*s viene saliendo del aeropuerto, eso quiere decir que tardará alrededor de unos veinte minutos para llegar acá, y eso me da tiempo de comer algo. Ya sabes que con el estómago vacío no puedo trabajar como debo — me puse de pie del sillón, al hacerlo, sentí un leve mareo, fue como si todo a mi alrededor se hubiera movido en una especie de pequeño temblor que no más fui yo el único en sentirlo.
— Sí, señor. Su desayuno está en la recepción, ya voy por él porque *p*n*s hace cinco minutos que llamaron a avisar que el domiciliario lo había traído. Deme un momento, ya voy por él, y, mientras tanto, usted vaya a ducharse, y a cambiarse de ropa. No se tarde, ¿De acuerdo? Ya regreso.
Me quedé solo en la oficina, Anne se marchó, y al escuchar que ella le echó seguro a la puerta de esta, inmediatamente, me dirigí al baño, cerré la puerta, rápidamente me desnudé, y entonces, me metí a la ducha, me bañé con agua fría para quitarme el cansancio y la pesadez de encima por la noche anterior, salgo, me pongo ropa limpia que suelo guardar en uno de los cajones del baño, me peino el cabello, me pongo perfume del más caro que tengo en mi colección, y al estar listo, cuando salgo del baño, veo a Anne, mirándome con una sonrisa coqueta. Ella es joven, tiene 22 años, pero yo soy muy mayor para ella, aunque en estos tiempos, la diferencia de edad no importaba ya en el amor, a no ser que fuera entre edades legales con ilegales.
Más no sé por qué, con tanta confianza que hay entre ella y yo, nunca me he enamorado de Anne, mi secretaria. Algunas veces, fui testigo de escuchar los chismes de mis empleados en los que todos compartían su apreciación en ver cómo Anne me devoraba con la mirada cada que estábamos juntos por cuestiones de trabajo. La verdad es que, en muchas ocasiones, pude percibir como ella me coqueteaba inconscientemente, pero luego regresaba a la realidad de que entre ambos no podía suceder nada, a pesar de que fuese una mujer joven y muy atractiva para cualquier hombre que se fijara en ella.
No me sentía nada cómodo en tan solo siquiera pensar en la idea de pasar una aventura de una noche a la que, por supuesto, ella accedería sin dudarlo en hacerlo conmigo.
Pero ahora que veo como ella me mira, no sé cómo nunca se me ha pasado por la mente, pensar en querer invitarla a cenar, para conocerla un poco más estando juntos en otro sitio que fuera completamente diferente a estar en la oficina, porque aquí, por más que quisiéramos, no íbamos a poder ser nosotros mismos para así conocernos mejor.
— ¿Y bien? ¿Cómo me veo? — le pregunto a Anne, quebrando el silencio que se formaba entre ambos, pues ella no me quitaba los ojos de encima. Y yo me estaba poniendo un poco nervioso frente a esa situación, por ende, fingí ser un modelo, y di la vuelta en mis pies para hacerla reír, y cambiar de tema de conversación, buscando que esto no se volviera incómodo para nosotros.
— Señor Walker, usted no tiene necesidad de preguntarme cómo se ve. Usted bien sabe que es un hombre muy guapo, y con trajes, deslumbras más que con cualquier otra cosa que se ponga — confesó ella. Mirándome con una sonrisa de seguridad frente a sus palabras. En sus manos cargaba una caja de icopor en las que empacaban las comidas, los restaurantes. Avisándome que ha dejado de lado su trabajo para encargarse de mí, personalmente, Antes de la reunión.
— Gracias, Anne. Por cierto, puedes dejar mi desayuno ahí en el escritorio, comeré rápido y en 10 minutos saldré para la sala de juntas, y para que organicemos todo lo necesario para la reunión, ¿Está bien? — le ordené. Volviendo a sentirme incómodo porque he notado que sus ojos no dejaban de mirarme como si con ellos pretendiera desvestirme de nuevo y cumplir su más anhelado deseo carnal.
— ¿Está seguro de que quiere desayunar solo? Por qué yo puedo acompañarlo, claro, si usted me lo pide — ella ofreció, dejó de mirarme fijamente, se dio la vuelta, y al agacharse para dejar el desayuno sobre mi escritorio, por debajo de su falda, lastimosamente pude ver que traía puesta un traje de ropa interior negra, y, para colmo, era de lencería, justo cómo me excitaba a mí ver a una mujer.
Cuando la vi, no dudé en pasar mi lengua por el borde de mi labio inferior, se sintió como si hubiera visto enfrente de mí a un delicioso postre que, sí o sí, yo debía de tomarme la molestia de saborearlo, que tenía que probarlo antes de que alguien más pudiera querer ganármelo.
Anne dejó de agacharse, sé que por dentro, ella estaba orgullosa de sí misma por haber logrado lo que se ha propuesto; me ha excitado, y una vez que alguna mujer quisiera tener la maldad de querer excitarme, no había marcha atrás. En el s*x*, yo era otro, y como yo sabía a la perfección de que Anne quería estar en la cama conmigo, ella iba a tener su merecido esta mañana, así no pudiera disfrutarlo cómo debía.
Sin más preámbulos, me acerco a ella, la tomé por la cintura con delicadeza, mis manos rodearon toda su cadera, era delgada, y firme, se notaba que hacía mucho ejercicio, y yo sabía que ella lo hacía porque al salir del trabajo, Anne siempre se iba al baño de las mujeres, y salía con un cambio de ropa diferente al que traía para venir a trabajar, salía luciendo una licra que se ajustaba a sus piernas, se cambiaba los tacones por tenis, se recogía el cabello en una cola, usaba no más un top para cubrir sus senos y el resto de su cuerpo quedaba al descubierto así como su espalda, y de la oficina, se marchaba al gimnasio más cercano que hay a su casa y el trabajo.
— ¿Señor Walker? ¿Qué está haciendo? — preguntó Anne en un susurro, volteó a mirarme, pero no hizo nada para oponerse ante mi acción. Mi cuerpo se apegó más al suyo, pude sentir cómo mi entrepierna se posicionaba en medio de su trasero.
— ¿Qué? ¿Acaso le molesta que yo le haga esto, Anne? — susurré en su oído antes de depositar un pequeño beso en su mejilla, muy cerca de sus labios.
Anne no se encontraba nerviosa, al contrario, se notaba segura de sí misma, como si supiera qué estaba por suceder en ese momento. Doy gracias a mi arquitecto de haber instalado paredes oscuras y solamente ventanas para mi ventanal en mi oficina, pues de lo contrario, Anne y yo estaríamos armando tremendo show s****l delante de todos nuestros compañeros de trabajo, o peor aún, estaríamos más que incómodos por no poder hacer nada para calmar la tensión ardiente que se dibujaba entre nosotros ahora.
Anne sonrió, y se dio la vuelta para mirarme fijamente a los ojos. En sus ojos, pude notar que ella estaba igual de excitada que yo, y que ansiaba que lo hiciera de una buena vez.
— Sí. Tener s*x* contigo es lo que siempre he querido desde que entré a trabajar a esta compañía como tu secretaria — confesó Anne.
Finalmente, me quité un peso de encima en cuanto dejé de pensar que entre Anne y yo no podía haber nada más entre nosotros que solo confianza de jefe a secretaria. Anne me besó, en un principio, fue un beso muy tierno, pero tuve que hacerlo más intenso porque, por desgracia, me pareció que aquel fue un beso demasiado infantil, lo recibí como si hubiese sido un beso de un par de niños de quince años que *p*n*s estaban conociéndose en el amor.
Y yo no quería eso, yo ya tenía mi amor, a pesar de tenerlo en otro lado, lo que pasaba entre Anne y yo ahora es solamente algo pasajero de que no teníamos permitido tras pasar esa línea.
Anne terminó por saborear ardientemente mis labios, y luego, nos separamos porque a mi oficina, estaba llegando una llamada desde la recepción hasta mi teléfono corporal, y lastimosamente, tuve que contestar.
— ¿Bueno? — dije al descolgar el teléfono.
— Señor, Walker, buenos días, y disculpe que lo haya llamado. Pero debo avisarle que el nuevo cliente acaba de llegar a las instalaciones de la oficina, y se encuentra en este momento subiendo por el ascensor a su oficina. Ni siquiera esperó a que yo lo hubiera anunciado con su secretaria, pero cuando llamé al teléfono de Anne, ella no contestó. Y pues, tuve que tomarme la molestia de llamarlo directamente a su oficina — se avergonzó Roxanne, la chica encargada de la recepción de mi empresa. Habló como si hubiera interrumpido algo incómodo de lo que ella no quiso darse cuenta qué ocurría.
¿Habrá sido mi respiración agitada lo que le hizo suponer a ella que yo estaba haciendo algo más que trabajar en mi oficina?
— No te preocupes, Roxanne. Está bien, ya mismo me encargo de atender al señor. Muchas gracias por avisarme — contesté, y colgué la llamada.
Anne y yo nos alejamos, ella volvió a acomodarse su falda que, en medio de nuestra calentura, se había subido hasta un poco más arriba de sus rodillas, también se organizó el cabello, y el abrigo que traía puesto sobre su blusa. Yo me organicé un poco la ropa, y calmé la tensión s****l que se había apoderado de mi cuerpo en ese instante.
— ¿Lo volveremos a repetir, señor Walker? — dijo Anne.
Sonreí.
— Sí. Pero si lo repetimos, será con final, y en mi casa después de cenar, ¿Te parece?
— Es una gran idea. Bien, señor Walker, volvamos a nuestro trabajo, no hagamos al cliente esperar.
Anne y yo salimos de mi oficina, menos mal que en ese momento no había nadie transitando los pasillos, por tanto, no hubo más tetigos de lo que pasó entre Anne y yo en mi oficina, y en sus cuatro paredes. Llegamos a la sala de juntas, organizamos lo necesario para la reunión, y finalmente, el nuevo cliente apareció a firmar.