Capítulo 4-2

600 Palabras
La videollamada con mis padres dura cerca de una hora. Como siempre, tengo que estar veinte minutos asegurando a mi madre que estoy bien, que sigo en la finca de Colombia y que nadie viene a por nosotros. Después de mi desaparición en el Chicago Ridge Mall, mis padres están convencidos de que los enemigos de Julian andan por todas partes, preparados para atacar en cualquier momento, sin previo aviso. Así que tengo que llamarlos o mandarles un correo todos los días si no quiero que teman por mí. Es evidente que no se creen que esté a salvo con Julian. Para ellos, no es tan distinto de los terroristas que me secuestraron. De hecho, creo que mi padre piensa que Julian es incluso peor, porque ya son dos las veces que mi marido me ha secuestrado. —¿Una galería de arte en París? ¡Eso es maravilloso, tesoro! —exclama mi madre cuando consigo darles la buena noticia—. ¡Nos alegramos mucho por ti! —¿Sigues centrada en tus clases? A mi padre no le entusiasma tanto mi dedicación al mundo del arte. Creo que tiene miedo de que abandone la universidad y me convierta en una artista muerta de hambre; un temor fuera de toda lógica, dadas las circunstancias. Si hay algo por lo que no debo preocuparme ahora en absoluto, es por el dinero. Julian me contó hace poco que había creado un fondo fiduciario a mi nombre y que además figuraba como única beneficiaria en su testamento. Si le ocurriese cualquier cosa, no me faltaría de nada, lo que significa que tendría suficiente dinero como para gobernar un país pequeño. —Sí, papá —contesto con paciencia—. No he dejado de ir a clase. Te dije que este semestre iba a cursar menos asignaturas para no agobiarme. Lo compensaré yendo a algunas clases este verano. Julian se empeñó en que no cargara con tantas asignaturas a la vez cuando volvimos y, a pesar de mis objeciones iniciales, me alegro de que insistiera. No sé por qué, pero todo parece más difícil este semestre. Tardo siglos en hacer los trabajos y se me hace un mundo estudiar para los exámenes. Pese a haber reducido el número de asignaturas, sigo sintiéndome un poco abrumada, pero no quiero comentárselo a mis padres. Ya es suficiente con tener preocupado a Julian. Tan preocupado como para hacerme ver a un loquero, de hecho. —¿Estás segura, cielo? —pregunta mi madre, mirándome con una sombra de inquietud—. Quizás deberías tomarte el verano libre, ya sabes, relajarte durante unos meses. Pareces muy cansada. Mierda. Esperaba que las pedazo de ojeras que tengo no se apreciaran tanto a través de la cámara. —Estoy bien, mamá —le aseguro—. Anoche me quedé despierta hasta tarde estudiando y pintando, eso es todo. Además, me desperté gritando en mitad de la noche y no pude volver a dormirme hasta que Julian no me azotó y me folló, pero mis padres tampoco tienen por qué saber eso. No entenderían que ese dolor es mi tratamiento y que había llegado hasta el punto de necesitar aquello que una vez había temido tanto. Que había aceptado la faceta cruel de Julian con todo mi corazón. Mientras la conversación va tocando a su fin, me acuerdo de algo que Julian me prometió en una ocasión: me llevaría a visitar a mi familia cuando remitiera el peligro de Al-Quadar. Mi corazón da un vuelco de emoción solo de pensarlo, pero decido callarme hasta que tenga la oportunidad de preguntar a Julian durante la cena. De momento, les digo a mis padres que hablaremos pronto y cierro la sesión. Ahora ya tengo dos temas de los que hablar con Julian esta noche… y ambos tienen pinta de ser espinosos.
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