**ADRIANA** Y en ese instante, me sentí feliz. La sensación era cálida, como si la alegría hubiese llegado a mí en ese preciso momento y se hubiera quedado para siempre. Pero al día siguiente, desperté antes que todos. El silencio de la casa todavía era completo, y en esa calma, me levanté con una determinación que no quería perder. Preparé café, aunque mi estómago no tenía apetito, y desayuné en silencio, con la mente en otra parte. Empecé a hacer una lista meticulosa de las cosas que debía llevarme, haciendo un esfuerzo por mantener la calma. No quería que el día me sorprendiera sin estar preparada, sin estar lista para lo que se acercaba. Gabriel se levantó más tarde, todavía despeinado y con el pelo revuelto, como si acabara de levantarse de una siesta. Sin embargo, su energía contag

