Voy de camino a mi empleo, el idiota no me quito todo, como él creía que lo hizo, mi departamento se quedó conmigo porque yo lo compré y no me lo heredó mi padre.
Tuve que vender la mayoría de mis muebles para poder subsistir, mis automóviles, mis enormes muebles de mármol y un montón de cosas las cuales perdí por su culpa.
Mi departamento está en la zona de clase media, olvidaba que lo tenía pero por mi madrina me acordé de él y eme aquí.
Es duro vivir sin todo lo que tenía, mis vestidos, joyas, zapatos, y cosas de ese tipo tuve que venderlas.
Poco a poco mis cosas van desapareciendo y solo me queda el recuerdo de ellas.
Siete años después...
Es tarde cuando salgo de trabajar, suspiro y camino a mi departamento, tuve que vender el anterior por qué... Necesitaba comer y no me pagaban muy bien por sólo tener dieciséis años.
Encontré trabajo de mesera y así puede trabajar en dos restaurantes, fue duro al principio pero después ya fue pan comido, hice mil cosas hasta que por fin conseguí dos empleos, los dos son de mesera, el de la mañana es en un desayuno y el otro es en un café, salgo a las ocho del segundo empleo y ya de ahí me voy a mi departamento. Que estoy rentando.
Suspiro y mientras paso por un parque, muchos niños juegan cómodamente en el parque, la parte de venganza se murió cuando la parte de querer ser madre me llegó.
Maduré.
Suspiro triste. He tenido relaciones con personas pero todos buscan algo de una noche no algo serio.
Mi cuerpo se acostumbro a la poca comida que le entraba, no estoy en los huesos pero tampoco estoy gorda, conservo mi cuerpo, mis pechos están a un tamaño considerable, mis caderas igual... Por eso soy perfecta para cosa de una noche.
Llegó a mi departamento, cansada de trabajar me quito los zapatos y me relajo un poco. Mi timbre suena así que me levanto con el cansancio cobrando factura de todo.
—Hola...
—Hola Gaby—es la única amiga que conservó de mi otra vida.
Entra y me hace una cara de no te rindas.
—¿Cómo te fue en la cena?—le pregunto limpiándome el mandil.
—Bien... Rocky, sabes que si necesitas algo puedes decirme—se gira y hago una ligera mueca.
—No... Necesito... Estoy bien—me simplificó.
Tomo una botella de leche del refrigerador y sirvo en un vaso. No le diré que no tengo dinero, es la renta o comida, aveces sobra algo de los restaurantes y es cuando como, así que no hace falta decirle.
—Rocky... Eres mi mejor amiga y no me gusta verte así—ella creció rodeada de todos los lujos que yo una vez tuve.
—Lo sé... Tal vez un día, entres y me veas con un par de pequeños—digo mi sueño en voz alta. Ella sabe bien que perdí un bebé hace unos meses y que el papá del pequeño... Fue quien me hizo expulsarlo.
—No pierdas la esperanza—le sonrió y ella a mí.
Me tomo el vaso de leche con ella viéndome, le ofrezco pero niega.
Después de charlar por unas horas se va de mi departamento y con mi silencio acomopañándola, no el diré que no puedo comer y pagar la renta.
Suspiro y me voy a dormir. Tal vez mañana si pueda pedirle a Lucero que me dé las sobras de la comida, con eso comeré un par de noches.
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Miró en las noticias que el nuevo tiburón de las empresas llegó al país en la noche, que lo vieron acompañado de su hermano mayor, ambos se llevan por dos años, sé que tienen una hermana menor. Fue mi compañera por unos días hasta que se cambió de escuela, lo malo era que ella estaba en otro salón.
Tenía como diez cuando eso paso.
Lucero me da los platos para mi mesa y los llevo, doy los platos a quienes los pidieron, me regreso y me pongo a hablar con ella para ver si me puede dar lo que sobre de todo el total de comida.
El restaurante es de ella por eso no hay problema en que me dé la comida.
—Ya te dije que sí necesitas dinero me digas—lo hace en buen plan.
Ha sido como una madre para mí desde que tengo los diecisiete, ya que llegue a trabajar después de que renunciará al primer empleo que tuve.
—No lo necesito—mentira.
—Bien... Te daré lo que quede de la pasta y de la carne en salsa.
—Mil gracias—le sigo y ella me dice que vaya a atander las mesas.
Me voy a seguir haciendo lo que estaba haciendo. Se da la hora de cerrar y le ayudo a hacerlo, me da la comida y con lo que me dio comeré por cuatro días. Subo al autobús que me llevará a la cafetería. Me pongo un audífono mientras escucho a Lady Gaga, Gabriela me compro el celular hace unos meses, y ella es la que me mantiene comunicada con las personas.
Bajo del autobús y corro ya que faltan cómo diez minutos para que me registre o me descontarán una hora y es lo mínimo que necesito en este momento. Llegó a tiempo y me registro.
Entro en el vestidor y me cambio de uniforme, estoy lista. Salgo para iniciar con mi segunda labor. La cafetería está situada en medio de las empresas que son más importantes en la ciudad por esa razón siempre está lleno y es donde mejor me va con las propinas.
Llegó al mostrador y Susan me hace cara de estás bien, le respondo que sí y ya no me dice nada.
—Sólo aceptame una cita—me dice de nuevo pero no tengo interés en salir con él.
—Marco... No gracias... Sabes que no me interesa salir con nadie por el momento.
—Te arrepentirás de no darmela—se molesta y se va a seguir atendiendo mesas.
—Ya sabes cómo es—me dice Susan.
—Frustra en ocasiones...
Me pongo a acomodar los postres por petición de Susan, que recibe llamadas y pedidos que le hacen las empresas. Normalmente siempre es la que maneja los postres o otra cosa pero no las llamadas.
Entra un cliente y voy a atenderlo, son dos jóvenes muy apuestos. Uno tiene el cabello castaño oscuro con unos despampanantes ojos grises, su piel es blanca al igual que la del otro joven.
El segundo, bueno, moja calzones, sus ojos son iguales a los del chico pero en ellos parece que hay una tormenta por el azul que se revuelve con el gris, su traje es n***o totalmente. El cabello es un n***o intenso que deslumbra bastante.
Ni de chiste se fijará en ti.
Ya lo sé.
—¿Qué desean...?
—Un moca-late para mí, y para el ogro que hay frente a mí, un americano cargado, por favor.
Asiento y me regreso a dónde Susan babea al igual que la mayoría de las mujeres que hay en el lugar.
Dejo la lista de pedidos en lo que Andrew realiza lo que pedí. Suspiro y juego con mi libreta de notas. Me da lo que pedí y voy a llevar el café, lo entrego y me retiro.
Cuando regreso Susan me quiere asesinar.
—j***r contigo.
—¿Por?—Andrew se pone tras ella.
—¿No viste las miradas que te arrojó?—niego sin hacerme esperanzas.
—Cariño, el tipo no te quita la mirada desde que le entregaste el café—señala atrás de mí y de manera discreta miró el espejo que tengo enfrente y precisamente me está mirando, y no necesariamente mi trasero.
Cómo el idiota con el que salía antes.
Niego por qué parecen niños, le resto importancia, y sigo con lo mío... Escucho que la puerta se abre de nuevo, no hago nada por levantarme ya que le toca a Elvira. Me jalan y luego me abrazan.
—¡Feliz día!—está muy contento.
—Demián... Bájame que estoy trabajando.
—Tu hermano acaba de ser ascendido y tú sólo me dices eso... Qué pe...
—Nada de insultos que así no te crió Lucero.
—Odio conocerte desde los quince... Pero bueno... Dame una... Dame un trozo de pastel y una orden de pastelitos rellenos de chocolate.
Es imposible hablar con él y menos cuando está de buenas.
Pido lo que el niño bonito me ordenó, se sienta donde yo estaba sentada, y sigue las miradas de Andrew y Susan.
—No la ha dejado de mirar—dice en tono bajo.
—Sí la invita a salir me muero—niego y voy a la otra mesa que llega para mí, tomo el pedido, cuando me llama el castaño.
Siento los ojos del pelinegro en mí pero trato de no hacerle caso por qué he estado muy inactiva en la parte s****l y este hombre sólo alborota a mi hormona.
—¿Me puedes traer un pastel de zanahoria?—asiento y anoto.
Me regreso a la caja y le doy la nota a Andrew para que haga mi pedido. Tomo el trozo de pastel y lo llevo a su destino, de inmediato me alejo, claro que después de preguntar sí se les ofrecía algo más.
—¿Qué tanto te mira el sujeto de allá?—aquí vamos.
—Es su problema—le dice Demián.
—Pues parece que quiere lo que yo quiero...
—¿Y es?—sé que es como mi hermano mayor.
Me cuida y no va a durar en darle un golpe a Marco si se propasa conmigo.
—Una cita—dice apenado. Ya que captó el tono hostil de Demián.
—Bien.
Veo la hora y ya casi es hora de irme, le aviso a Teresa que asiente y me dice que ya me puedo ir por el momento. Casi brinco en mi lugar. Teresa es excuñada de Lucero pero no por eso hay resentimiento entre ellas... Son excuñadas por qué el papá de Demián falleció.
Le digo a Demián que es hora de irnos y así lo hacemos, soy consciente que el pelinegro me sigue con la vista hasta que me voy del restaurante y desaparezco de su vista.