Capítulo 35: La noticia

663 Palabras
**Punto de vista de Dere** El pasillo del hospital olía a desinfectante barato y a miedo puro, ese olor que se te pega a la piel y no te suelta. Yo estaba apoyado contra la pared, con el costado vendado jodiéndome cada vez que respiraba, sangre seca en la camisa negra hecha trizas, y la cabeza dándome vueltas como si me hubieran dado con un bate. Alicia lloraba abrazada a Maximiliano, que parecía una estatua de granito con los puños cerrados, y yo solo podía mirar la puerta roja del quirófano, esperando que se abriera de una puta vez. Y se abrió. El doctor salió quitándose la mascarilla, cara seria como una sentencia de muerte, bata manchada de sangre —la de ella— y los ojos cansados. Todos nos giramos al mismo tiempo. El doc miró a los presentes, respiró hondo como si le costara soltar la bomba. — Sobrevivió… pero hay algo que deben saber. Alicia se agarró al brazo de Maximiliano como si se fuera a caer, uñas clavándose en su traje caro. — Dígalo de una vez, doctor —ladró Maximiliano, voz grave y cabreada, ese tono que hacía que la gente se cagará encima—. ¿Qué carajos pasa con mi hija? El médico suspiró, mirando al suelo un segundo antes de soltarla. — Alice sufrió un traumatismo craneoencefálico severo. La cirugía salió bien, estabilizamos la hemorragia y el edema cerebral, pero… hay riesgo de amnesia temporal. Alicia soltó un jadeo que me rompió algo por dentro, mano en el pecho como si le doliera el corazón. — ¿Cómo que amnesia? ¿Qué mierda significa eso? — Su cerebro recibió un golpe brutal —explicó el doc, voz calmada pero pesada—. Puede que al despertar no recuerde el accidente… o tenga lagunas grandes de los últimos meses. A veces años. Es impredecible. Maximiliano frunció el ceño, voz como un trueno bajo. — ¿Cuánto tiempo tarda en volver la memoria? El doctor negó con la cabeza, cansado. — No hay forma de saberlo. Algunos pacientes recuperan todo en días, otros en semanas… y en casos jodidos, puede ser parcial o permanente. Depende de cómo responda su cerebro al trauma. Silencio. Pesado como plomo. Yo sentí un nudo en el estómago que me subió hasta la garganta. ¿Amnesia? ¿Alice olvidándome? ¿Olvidando nuestras pullas, las miradas que quemaban, las noches que casi nos follamos con palabras? ¿Olvidando a Julián también? Joder. Apreté los dientes tan fuerte que me dolió la mandíbula. Alicia empezó a llorar bajito, abrazándose a Maximiliano, que la apretó fuerte pero con los ojos oscuros ardiendo de rabia. — Quiero verla —dijo él, voz ronca. El doctor asintió. — Pueden entrar de a uno. Todavía está sedada, pero estable. Alicia fue la primera, casi corriendo, sollozando. Maximiliano la siguió después. Yo me quedé ahí, cruzado de brazos, mirando la puerta como un idiota. No era familia. No tenía derecho. Pero joder… quería verla. Quería saber si, cuando abriera los ojos, me miraría como siempre —con esa mezcla de odio y deseo que me ponía loco— o como a un desconocido. El doc pasó a mi lado y me miró. — Tú también estás jodido, ¿eh? Ven, entra un minuto. Eres su guardaespaldas, ¿no? Cinco minutos. No dije nada. Solo entré. La habitación era fría, máquinas pitando bajito, olor a sangre y antiséptico. Alice ahí, pálida como un fantasma, tubos en la nariz, vendajes en la cabeza, el cuerpo lleno de moretones bajo la sábana. Hermosa incluso así. Jodidamente hermosa. Me acerqué lento, el corazón latiéndome como un tambor. — Alice… —susurré, voz rota, agarrándole la mano fría—. Aguanta, joder. Aguanta. Apreté su mano, sintiendo las lágrimas picarme sin permiso. — No me olvides, carajo. No me olvides. Porque si me olvidas… yo no sé qué mierda hago sin ti. Y en ese momento supe que estaba jodido de verdad. Completamente jodido.
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