Capítulo 02

1162 Palabras
—¡TOM! —gritó angustiado un chico de sudadera verde desde su apartamento, parecía una emergencia—, ¡TOM! ¡AYÚDAME! —¡¿QUÉ SUCEDE?! —se hizo presente el ojinegro, quien había corrido asustado por el grito de su amigo para luego abrir la puerta apresurado. —¿Me traes más cola? —preguntó Edd con ojos de cachorro, sin embargo, Tom sólo se fue del lugar molesto—, ¡Tom! —¡LEVANTA TU JODIDO TRASERO! —le respondió el nombrado mientras volvía a su piso, justo al lado. No importaba que hubiesen paredes de por medio, era como si él y los otros dos chicos siguieran viviendo en una sola casa; y respecto a los gritos, todo el tiempo tenían quejas, todos los días. El británico se lanzó sobre su cama, no sin antes tomar unos cuantos dardos de una mesa; desde ahí comenzó a lanzar los dardos a la fotografía del noruego y, sin acertar ni un sólo dardo, se levantó frustrado de la cama y con toda su fuerza lanzó el último dardo que le quedaba en mano. Sorprendentemente acertó «dándole» al hombre de la fotografía en el ojo derecho. Satisfecho, volvió a lanzarse a su cama dispuesto a dormir, eso hasta que su celular comenzó a sonar. —¿Hola? —contestó unos segundos después para hacerse el ocupado e interesante. —¿Hablo con Thomas? —dijo una voz al otro lado de la línea. —Sí.               —Bueno, un chico llamado Matt dice conocerlo, no sabemos cómo, pero su mano quedó atrapada en un juego de «La garra» —Tom suspiró, ya se esperaba una llamada así—. Estamos en... —«AsdfLandia» —interrumpió el británico.        —Así es. —Voy en camino —y el ojinegro de mala gana colgó la llamada para luego gritar—: ¡EDD! —¡¿QUÉ?! —preguntó el contrario con la misma voz demandante desde el otro lado de la pared. —¡MATT ESTÁ EN PROBLEMAS! —¡PUES LEVANTA TU JODIDO TRASERO! —contestó divertido; Tom casi pudo sentir como el castaño sonreía victorioso aunque no pudiera verle. El británico sólo salió de su apartamento, se dirigió a AsdfLandia, buscó un taxi y se preparó mentalmente para escuchar a Matt decir repetidamente: «lo siento» «sólo quería ese glorioso juguete» «lo llamaré “pequeño Tom”». No, no era la primera vez que sucedía, y mientras Tom caminaba para acercarse al lugar no pudo evitar ver varios afiches o carteles con la fotografía de Tord vistiendo su típico uniforme militar y el casco que llevaba la última vez que lo vio; debajo de la foto se leía el texto «Se busca». El ojinegro sentía que el tema aún después de meses le seguía persiguiendo, incluso recordó el día en el que Matt y Edd fueron a su piso, y Matt dijo que la fotografía de los dardos de hecho estaba ahí porque el ojinegro echaba de menos al noruego y lo disfrazaba con odio. Tom nunca río con tanto descaro como ese día. —¡Tom, mira lo que encontré! —Matt llamó su atención mostrándole un robot de juguete con su mano vendada y lastimada por haberla metido en la máquina—. Lo llamaré «pequeño Tord» —dijo el pelinaranja sonriente. Tom lo veía y no lo creía; realmente todos los días se encontraba en una situación relacionada con el chico nórdico de alguna u otra forma, pero, al fin y al cabo se trataba de Matt; desde su punto de vista no era el chico más consciente de lo que pasaba a su alrededor. No era torpe, sólo distraído. —Señor Matt, esta es la quinta vez, no puede hacerlo de nuevo —le advirtió un hombre con traje café al pelinaranja, este se limitó a asentir con inocencia cuando en realidad estaba pensando en volver al lugar. —Andando Matt —dijo el ojinegro mientras el nombrado le seguía el paso muy orgulloso de su nuevo «Tord». Una vez ambos chicos volvieron a casa —tomando un taxi— estuvieron a punto de volver a su respectivo piso cada uno, eso de no ser porque Edd entró al suyo muy nervioso llamando la atención de Tom principalmente. ¿Qué está tramando? —se preguntó el de sudadera azul viéndole con extrema sospecha. Matt ya había entrado a su propio apartamento cuando Tom decidió tocar la puerta de Edd y evitar que hiciera, bueno, cualquier cosa que estuviera relacionada con el término «travesura». —¿Edd? —le llamó el ojinegro asomándose por la puerta y logró ver como el nombrado cerraba su armario de golpe, casi al instante. —Oh, eh, Tom —dijo el más alto con una sonrisilla dudosa—, ¿pasa algo? —No lo sé, ¿pasa algo? —contraatacó el ojinegro señalando el armario con mirada acusadora. —¿Qué? ¿aquí? —se refirió al armario señalándolo con su dedo—, no hay nada aquí —aseguró. —Claro, te creeré… luego de revisar ese armario. —¡No! No es necesario, no te acerques, Tom —dijo Edd paranoico cuando el nombrado comenzó a acercarse peligrosamente—. ¡Matt! ¡MATT! ¡TENEMOS UNA EMERGENCIA! —¡¿Emergencia?! —gritó el pelinaranja desde su apartamento—, ¡¿qué tipo de emergencia?! —¡TIPO ROJO! —chilló Edd. Repentinamente, Matt se hizo presente en el lugar y se lanzó sobre Tom tumbándolo y quedando sobre él, tomándolo de las muñecas para evitar que se levantara mientras que el que se encontraba debajo casi gruñía como perro rabioso y se movía de un lado a otro pataleando sin rendirse para liberarse del agarre y saber qué mierda escondían su amigos. Cosas salían de su bolsillo por tanto movimiento, como viejas facturas o su pequeña botella llena de vodka, más no le importó contar de saber qué ocurría realmente. —¡Matt, cúbrele los ojos! —ordenó Edd alterado. —¡¿Los tiene?! —chilló Matt confundido y Tom se mostró más que ofendido por la pregunta. —¡Sólo evita que vea cualquier cosa! —gritó el castaño y el pelinaranja tan sólo le obedeció. Ahora que el de sudadera azul no podía ver nada sólo escuchó como Edd abría el armario mientras este desesperadamente trataba de quitarse de encima al insistente de Matt; oía muy bien como más de una persona corría hacia la salida a paso veloz y en tono de huída. Tom no era idiota, sabía muy bien de quién se trataba. Lo único que se preguntaba el ojinegro era: ¿qué demonios había hecho ese infeliz para convencer a Edd y a Matt de aceptarlo de vuelta? Convencer a Matt no era tan fácil como parecía y luego de lo que hizo iba a serlo aún menos. ¿Y Edd? Pues si con Matt seguro era difícil, con el castaño lo sería aún más. De un sólo golpe pateó a Matt hacia quien sabe dónde y se levantó súper rápido para salir corriendo tras Edd y seguramente, tras Tord; y es que indudablemente tenía razón, era Tord. El británico no conocía a nadie más que corriera como si estuviese saltando y llevara un peinado que simulaba que eras el hijo del demonio; este corría mucho más rápido que Edd, por lo que jalaba al castaño de la capucha de su sudadera verde casi arrastrándolo consigo. Tom soltó un gruñido de molestia y volvió al apartamento ardiendo de rabia por lo que sus amigos estuvieron ocultándole y por semejante estupidez de dejar que Tord volviera como si nada. Miró a Matt quien le devolvió la mirada como diciendo «lo siento». Se sentó al lado del pelinaranja en el sillón de Edd pensando que en algún momento tenían que volver, porque esa era la casa del castaño después de todo. Tom quería explicaciones.
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