Capítulo 07

935 Palabras
Patryck se encontraba sentado en la cama del británico a un lado de Tord cambiando la venda de su brazo; los demás estaban sentados en el sillón beige de Tom, excepto Paul que había tomado una silla del comedor y se sentó frente a ellos con el permiso del ojinegro. —¿Quién de ustedes va a pagar mi puerta? —cuestionó Tom con brazos cruzados y el ceño fruncido. —Patryck lo hará —respondió el noruego que se acercaba con el soldado tras él. —Cerca, pero no —dijo el polaco triunfador—. Aquí tienes, Tord Larsson —sonrió entregándole una identificación junto con una tarjeta de crédito a su nombre. —Demonios —se quejó el que debería tener cuernos como peinado pero sólo parecía la imitación barata de un emo adolescente—. Hey, Paul ven aquí, debo hablar contigo —llamó a su subordinado, el cual le obedeció yéndose con él hacia la cocina del apartamento. —Lo siento, Tord no sabe de modales —comentó Patryck divertido. —No te preocupes, nosotros lo entrenamos así —dijo Edd con el mismo tono burlón y todos rieron por ello. —Tengo que preguntar, ¿por qué cuando ustedes están cerca pasan cosas tan extrañas? —cuestionó el soldado con curiosidad. —¿A qué te refieres? —Matt alzó una ceja. —Tal vez a las explosiones, criaturas, gritos, todo tipo de accidentes y las situaciones incómodas —dijo Tom contando cada una de las cosas con sus dedos. —Sí, no olvidemos las situaciones incómodas —recalcó Edd. —Eso no es cierto —negó el narcisista—, todo es muy normal. —¡CORRAN! —salió gritando el noruego jalando del uniforme a Paul; había una gran multitud de pingüinos armados con olletas y tenedores corriendo detrás de ellos. Tom dio un grito de niña al ver a los animales por todo su apartamento, ¿habían venido por él de nuevo? —¡ALÉJENSE DE MÍ! —vociferó Tord en cuanto un grupo de pingüinos subieron sobre él bloqueándole tanto la vista como el paso. —¡Entréguenos al raro! —exigió un pingüino con una «risa» malvada señalando a Tom. —¿Qué? —el británico mostró una mueca entre nerviosa e indecisa. —¡Ustedes otra vez! —gritó Matt sacando un cuchillo del bolsillo de su sudadera, lanzándolo hasta una de las aves vestida con un suéter navideño; el malvado pingüino quedó colgando en la pared como adorno. Nadie se dio cuenta cuando el amante de la cola salió del lugar, pero que más da, volvió con una escopeta recortada entre manos y la pistola de Tord; Edd apuntó al líder de los pingüinos y trató de dispararle, pero el ave sólo saltó y esquivó como todo un experto, el castaño gruñó enojado al no haber acertado ni un sólo tiro quedándose sin balas al alcance. Matt intentando ayudar al noruego agarró un espejo de mano y lo miró detenidamente. —No puede ser, eras el favorito de mi colección —dijo con sentimiento y golpeó al pingüino que tenía Tord en la cara haciendo que el cristal del espejo se partiera en pedacitos. Los pingüinos atraparon al ojinegro con fuerza, atándolo de manos y piernas, tapándole la boca con un trapo al azar; unieron aletas y le cargaron llevándolo a quién sabe donde rayos. —¡Tord, atrapa! —le advirtió Edd lanzándole el arma. En el  rostro del nórdico se dibujó una sonrisa gigantesca. Se escuchó un tiro y todos voltearon a ver al noruego, quien había disparado al aire y amplió más su sonrisa ganándose el escalofrío de más de uno. —¡¿QUIÉN DE USTEDES MALDITOS PAJAROS QUE NO VUELAN VA A CONVERTIRSE EN EL REEMPLAZO DE MI CENA?! —y comenzó a reírse mientras le disparaba a dos pingüinos, luego otros dos y así uno tras otro sin parar. Ahora Paul recordaba por que alguien como Tord era el líder, era un maniático de las armas y realmente se divertía quitándole la vida a cualquier ser. —¡CIERRA LA BOCA Y AYÚDAME! —chilló Tom que se había deshecho del trapo que le impedía hablar de alguna forma. Una de las aves lo abofeteó por haber gritado ganándose una bala de Tord en la cabeza; tanto el británico como los pingüinos cercanos se llenaron de su sangre—. Qué asco —dijo torciendo los labios. Edd y Matt se deshacían de algunos pingüinos a palazos, los soldados disparando con rifles idénticos y Tord, bueno, él se sentía como un niño dentro de una juguetería. Los pingüinos lanzaron a Tom por la ventana, rompiéndola y causando que el noruego saliera de su mundo para correr rápidamente tras ellos. —¡TORD! —¡Ya voy, querido! —respondió este burlón, acercándose para cargarlo y correr en dirección contraria; se quejó cuando sintió que le mordieron cerca del tobillo, otro de esos odiosos pingüinos—, ¡MALDITAS COSAS! —movió su pierna de un lado a otro con Tom aún en brazos tratando de zafarse del animal. —¡DEJA DE MALDECIR! —¡YO MALDIGO CUANDO ME DA LA MALDITA GANA! —le respondió al ojinegro; tenía tanta adrenalina en el cuerpo que olvidó por completo que el sujeto al cual estaba cargando en brazos era el mismo que le causaba escalofríos en sus pesadillas. El de sudadera verde salió corriendo frente a ellos junto con el pelinaranja y los subordinados de Tord, tenía un bote vacío de gasolina y un encendedor en mano; decidido, Edd lanzó el encendedor por la ventana rota y todo el lugar se prendió fuego en segundos. Suerte que los únicos vecinos que tenían no estaban dentro del lugar, aunque a Edd no le hubiera molestado terminar quemando al imbécil de Eduardo. Para cuando el fuego llegó hasta las bombonas de gas, hubo una gran explosión que lanzó a los seis al suelo, aniquilando así a algunos pingüinos y logrando ahuyentar al resto de ellos. —¿Quién vota por que Tord compre una casa con su reluciente tarjeta de crédito nueva? —preguntó Edd como una sonrisilla inocente al a vez que Matt, boquiabierto y centrado en la explosión, levantó la mano en señal de voto.  
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR