NARRA OLIVIA WHITE. Detuve el vehículo justo bajo aquel puente que anteriormente nos había resguardado de la lluvia, el alumbrado público apenas si iluminaba aquí. Y una leve luz tenue titilaba a un extremo de aquel bloque enorme de cemento arriba nuestro. A lo lejos podía observarse algunos edificios y muy por encima de ellos, las estrellas. Quité mi cinturón de seguridad, y dejé reposar mi cabeza sobre el asiento. Ambas estuvimos en silencio por mucho tiempo, no había algo puntual que observar, ni nada de qué hablar. Solo permitir que el silencio sea el protagonista de la escena y esté no era molesto, sino que reconfortante. Es como si nuestras mentes supieran lo que la otra necesitaba y en medio de tanto tumulto y palabras vacías solo necesitábamos un poco de calma. Llevaba mi mi

