7. Vas directo al grano

1941 Palabras
Jazmín Es una típica tarde de martes en la Botica Literaria. La desierta planta de ventas ha sido barrida, desempolvada y pulida, los escasos huecos en los estantes han sido rellenados, los lúgubres libros de cuentas han sido balanceados. Giana trabaja en el inventario del stock atrasado mientras yo reviso el lote de correo de hoy en mi oficina. Esta tarea siempre es un ejercicio de aburrimiento con una pizca ocasional de frustración, por lo que la pospongo hasta tarde en el día. Basura, basura, más basura. La lista anticipada de la editorial; la reservaré para la temporada de compras, si llegamos a la siguiente, y una carta de la cadena de librerías que quiere comprarnos. ¿jodiendo de nuevo? Le lanzo una mirada asesina a la última y la tiro a la basura sin siquiera abrirla. Es casi seguro que es otra oferta de compra, y no tengo paciencia para más intentos de bajo precio. Mi estado de ánimo, ya de por si tenso, amenaza con quebrarse cuando veo la direccion del remitente en el siguiente sobre. Lo abro y mis temores se confirman. Es una advertencia arrogante de la empresa administradora de propiedades que maneja nuestra tienda, exigiendo nuestro alquiler. Esa es la tercera factura que vence esta semana. Y la tercera por la que tendremos que rogar por una extensión. Gimiendo para mí misma, murmuro: —¡Maldita sea! — Intento calmarme, pero evidentemente Giana todavía me oye desde el almacén. Asoma su rubia cabeza por el marco de la puerta. —¿Estás bien, Jazmín? — —No hay sangre ni huesos rotos, si a eso te refieres— suspiro, sosteniendo el ofensivo trozo de papel apretado entre el pulgar y el índice, como si le estuviera mostrando una rata muerta. Giana puede ser diez años más joven que yo y mi única empleada, pero ha estado aquí desde el primer día que abrí la Botica Literaria. Cada forcejeo y cada palabrota que he gritado accidentalmente, todos mis días malos, ella ha estado al tanto. —Lo siento. Solo estoy un poco estresada— Giana me toca el hombro. —Está bien, lo se. Estoy segura de que se te ocurrirá algo— dice ne voz baja. ¿Lo haré? Me muerdo la lengua para evitar contagiarla de mi creciente pesimismo. Me di dos años para que este negocio funcionara, y han pasado veintitrés meses. me prometí a mí misma que no echaría mano de mis ahorros para mantenerlo a flote; prometí que lo haría triunfar por sí solo. Solo que ahora, eso no parece muy probable. La única opción que se me ocurre es una en la que no quiero pensar. Cuando dejé mi antiguo trabajo como compradora de libros, mi jefe me dijo que podía volver en cualquier momento. Pero maldita sea, la Botica Literaria es mi bebé, mi proyecto favorito, mi sueño. He invertido tanto en esto… No quiero fracasar. No quiero volver a la vida corporativa con un gerente presionándome todo el tiempo. Sin embargo, aquí estoy, a punto de tirar la toalla, sin idea de cómo evitar ese humillante último recurso. Finalmente, simplemente digo: —Eso espero, Giana. Eso espero— El momento de sobriedad se ve interrumpido por un fuete timbre. ¿Declan? El pensamiento me viene a la mente por sí solo. Pero cuando miro mi teléfono, veo que no es una llamada, es la alarma que puse para recordarme mi cita con el médico en media hora. Vaya…Estaba tan absorta en el estrés por nuestras finanzas que ni siquiera me di cuenta de que la jornada laboral había terminado. Supongo que el tiempo vuela cuando tienes un aneurisma. Le lanzo a Giana una mirada de disculpa. —Lo siento, tengo que irme. ¿Puedes encargarte? —Por supuesto. Ya me habías visto esta mañana que tenías que irte temprano— dice sonriendo. —Todavía no entiendo por qué estás tan metida en todo este asunto del bebe cuando podrías tener a cualquier hombre a tu disposición, pero oye, tú haz lo que quieras. Adelante, vete. Cierro la tienda en un momento— —¡Gracias! — grito mientras salgo corriendo por la puerta. Estoy tan nerviosa que me cuesta mantenerme al límite de velocidad mientras conduzco hacia el consultorio del médico. He estado esperando esta visita con ansias durante la última semana. Aunque mi librería este en el baño, al menos mis planes para la maternidad van por buen camino, y eso me ánima enormemente. La perspectiva de progresar hacia un bebe me hace pensar en Declan, lo que solo mejora aún más mi estado de ánimo. La semana pasada la pase muy bien con él. Todo en él es un soplo de aire fresco. Es inteligente pero no arrogante, considerado, pero no pusilánime, audaz y directo, pero no grosero ni presuntuoso. Sabe lo que quiere y lo persigue. No juega ni le dice frases a una chica. Me gusta que sea mayor y que no quiera tener hijos. Sin mencionar que es muy sexy. Lo más importante es que hay algo en él que simplemente inspira confianza. Al principio, asumí que me dejaría plantada, pero nuestra cena juntos me demostró que estaba equivocada sobre su fiabilidad. Realmente tuve la sensación de que podía contar con él para cumplir sus promesas. Estaba tan convencida de que decía lo que decía y que no necesitaría un banco de esperma, así que llamé para programar mi cita a primera hora de la mañana siguiente. Por suerte, pudieron hacerme un hueco ese día y conseguí el primer paso de mi tratamiento: una receta para una píldora hormonal que tendré que tomar a diario, que según la Doctora Kaur haría que mi ciclo tuviera un horario predecible y liberaría mis óvulos como un reloj. Me siento inquieta en un banco del vestíbulo, prácticamente vibrando de ansiedad hasta que la enfermera me llama de vuelta a una sala de reconocimiento. Mientras me toma la temperatura y la presión arterial, me sonríe, como si supiera lo cerca que me siento de explotar. Pronto, la doctora Kaur, una mujer india menuda y maternal, y mi ginecóloga de confianza, entra con un rápido movimiento de su bata blanca y se deja caer en el escritorio de su computadora. —Hola de nuevo, señorita Ford. Permítame abrir las notas de la enfermera…— hace clic por un minuto. —Si, los resultados de sus análisis de sangre y ecografía han sido muy prometedores. Los niveles hormonales están dentro del objetivo. ¿Cómo le va con las hormonas? ¿Sofocos, fatiga, dolor en las articulaciones, dolores de cabeza? — Niego con la cabeza ante cada elemento de su rápida letanía de efectos secundarios. —Tal vez he estado un poco cansada, pero no lo suficiente como para justificar ninguna preocupación, no creo— —Excelente. Claramente, este medicamento es adecuado para ti— Escribe algunos comentarios, frunce los labios y asiente. —Creo que estamos listas para empezar— Aplaudo en silencio. —Genial. ¿Cuáles son los siguientes pasos? — Mira a través de sus gruesas gafas el historial médico en la pantalla. —Tu método de inseminación la última vez que estuviste aquí, en las notas dice que has cambiado de opinión sobre la inseminación artificial y que quieres usar relaciones sexuales programadas en su lugar. ¿Ese sigue siendo tu plan? — —Si— Espero que no tenga demasiadas preguntas sobre donde exactamente estoy consiguiendo los medicamentos. Todo lo que necesita saber es que he cerrado mi propio suministro personal de esperma fresco. El hecho de que venga en un empaque tan atractivo es una buena ventaja. —Muy bien, solo quería confirmar— La doctora Kaur garabatea en un bloc de notas, arranca la hoja superior y gira su silla para dármela. —Te voy a recetar una inyección, también conocida como “inyección desencadenante”. Esto incluirá la ovulación. Rellénala inmediatamente y úsala esta noche. Necesitaras tener relaciones sexuales la menos una vez al día durante los próximos dos o tres días…— —¿Tres días? — pregunto de golpe, interrumpiéndola accidentalmente. Reprime una sonrisa. —Si, empezando veinticuatro horas después de la inyección. Veinticuatro horas, ¿eh? Asiento, ya haciendo planes. Parece que se dónde estaré mañana por la noche, y la noche siguiente, y la siguiente. —De acuerdo. ¿y cuando sabré si funcionó? — —Te harás una prueba de embarazo en dos semanas— Abre un cajón y saca una tarjeta de presentación. —Este sitio web te vinculara a un video instructivo para autoadministrarte la inyección— —P-por supuesto— Mi corazón se agita con una combinación de nerviosismo y emoción. Imaginar cómo se sentirá apuñalarme en el estómago cada cuatro semanas me da un poco de nauseas, pero aún así no puedo esperar para empezar. Después de desear esto durante tanto tiempo, por fin está sucediendo. Pronto voy a tener mi propio bebé…mi pequeño y tierno manojo de alegría para amar, consentir y ver crecer. La idea me hace sentir cálida pro dentro y profundiza mi determinación de hacer esto. incluso las partes no tan divertidas. La doctora Kaur me dedica una pequeña sonrisa y le doy las gracias de nuevo, luego pago en la recepción y me voy con mi preciosa receta nueva guardada cómodamente en mi bolso. Caminando de vuelta por el estacionamiento, le envió un mensaje de texto a Declan. Jazmín: ¿Qué vas a hacer mañana por la noche? En cuestión de segundos responde: Declan: con suerte, follarte. Me quedo paralizada por un momento. Son solo palabras, tres pequeñas palabras en una pantalla, pero puedo oír su voz ronca diciéndolas en mi mente, y un cosquilleo de anticipación me sube directamente a la boca del estómago. O tal vez a algún lugar más al sur, si soy completamente honesta conmigo misma. Un destello de duda me detiene con la mano en la puerta del coche. Por un segundo, me pregunto si esta decisión es realmente una buena idea o si mi libido me ha llevado por el mal camino. El tipo de mariposas en el estómago que me produce Declan son muy desproporcionadas para lo que estamos haciendo aquí. Se supone que nuestro acuerdo es sobre espermatozoides, óvulos y ciclos de ovulación, no lujuria ni orgasmos. Estoy en esto para quedar embarazada. Eso es todo. Por otro lado…a la mierda. Merezco un poco de diversión de vez en cuando. Me subo a mi coche, cierro la puerta y le respondo con manos nerviosas: Jazmín: ¿En tu casa o la mía? Su respuesta llega rápidamente. Declan: Vas directo al grano, ¿verdad? ¿Qué tal cenar primero? Dudo de nuevo. La cena de la semana pasada estuvo bien, pero tal vez también fue un error. No estamos saliendo. Declan no es mi novio. Debería frenar esta relación antes de que se convierta en algo más que una transacción comercial. Jazmín: No gracias, no creo que debamos. Respondo finalmente. Declan: Vamos, tenemos que comer algún día. ¿Puedo tentarte con los Platitos? Frunzo el ceño mirando mi teléfono. Bien, mierda. Ahora el idiota solo está jugando sucio. Soy incluso más débil para las tapas que para la comida mexicana y ese restaurante es mi favorito de todos los tiempos. ¿Cómo demonios lo sabe? O tal vez solo tenemos eso en común. Mi determinación flaquea, luego se desmorona. Jazmín: Bien, tu ganas. Te veo allí a las seis. Me guardo el teléfono en el bolsillo y me voy, primero a la farmacia, luego a casa. Ya puedo decir que tomará mucho conciliar el sueño esta noche… por muchas razones.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR