Dianco De Luca se quedó mirando a Rita, su rostro estaba pálido como la cera mientras trataba de asimilar la bomba que acababa de lanzarle. Tenía una hija, una hija con Rita, la mujer que había destrozado su corazón tantos años atrás. —No... —sacudió la cabeza, negándose a creerlo— no es posible —volvió a negarlo —estás mintiendo, ¡Tratando de engañarme otra vez! Rita soltó una carcajada, sus ojos brillaban con triunfo, definitivamente estaba disfrutando de aquello. —Cree lo que quieras, querido, pero esa hija es tan tuya como mía. Dianco se quedó helado, entonces recordó el día que Marcus llegó a la reunión con una hermosa chica, esa joven de ojos grandes... Se había sentido extrañamente atraído hacia ella, como si hubiera una conexión invisible entre ellos, pero cuando le preguntó

