Por la mañana me di prisa al tomar el baño y llegar al trabajo, deseaba tanto por primera vez salir de trabajar. Que en cuanto lo eh hecho, he mandado un mensaje a Alondra "He salido de trabajar ¿Y tú?" Y veo que responde rápido, "igual, estoy en casa".
Pienso que si me responde es porque le intereso al menos un poco, y me atrevo ... "¿Puedo ir a visitarte?", pero esta vez tarda un poco más. ¿Eh sido muy atrevido? quizá se asuste porque apenas ayer nos conocimos y la mayoría de los norteamericanos son conocidos por ser machistas, pero es solo un estereotipo, yo no soy de esa manera, "Está bien, mi papá dice que puedes venir, aunque seas un tonto".
Y con el permiso de su padre, emprendo el camino hacia su casa.
La entrada tiene una lámina algo oxidada que funge como una entrada, tienen algunas plantas y cactus dentro y fuera, pero lo más importante, está más que limpia. Bien dicen los mexicanos, pobre no es lo mismo que sucio, y su familia me recibe con los brazos abiertos, invitándome a cenar con ellos; sí, frijoles, una salsa (bastante picante solo para mi) y tortillas con las que ya me he acostumbrado a comer, diría que sin ellas la comida no estaría buena, extraño pero cierto. — ¿Y ahora qué vas a hacer? — Me pregunta el padre de Alondra, pero es algo en lo que no eh pensado, estoy ocupado sobreviviendo, que lo único que me importa es no estar en la calle. — La verdad, por ahora me concentro en trabajar y, no pensar más en eso, debo salir adelante a como dé lugar, quizá algún día puede comenzar de nuevo con mi empresa — Porque lo último que perderé será la esperanza.
Y después de un rato de platicar, me voy a casa; como ya es muy noche tomo un taxi, pero debo tener cuidado con mis gastos, pagando taxis nunca saldré del hoyo, es un lujo que no puedo darme por ahora.
Y el fin de semana decido realizar lo que considero una buena inversión: me compro una bicicleta (usada claro) con la que llego hasta la casa de Alondra, quien se muere de risa al mirarme como un niño pequeño, dando de vueltas en el asfalto. — Mira Alondra, ahora podré venir a visitarte a diario después del trabajo, no crees que es genial — Me detengo a su lado y la invito a subir para que demos una vuelta, mientras su hijo nos mira, después lo subo a él, y pasamos un día divertido. No la he invitado a salir a ningún lado, no tengo dinero para llevarla a comer a algún lugar. Menos a uno de esos a los que acudía en el pasado, donde un plato de comida me costada miles de dólares; pero a ella, parecía no importarle, le bastaba el hecho de que estábamos juntos en nuestro tiempo libre, en vez de estar alcoholizado con los amigos.