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597 Palabras
Me avergüenza la verdad tener que aceptarlo, pero es algo con lo que voy a cargar toda mi vida. Y solo puedo agachar la cabeza, mientras al hombre lo regaña su esposa. Pero al final del día, cuando la noche fría golpea la ciudad, veo del otro lado de la calle a la mujer de cabello n***o. Quizá va a gritarme, y no la culpo, debí arruinar su vida digo, tiene un hijo. Resignado a quizá perder mi empleo y recibir una cachetada me acerco a ella; y en efecto, siento su mano en la mejilla derecha, sin aviso solo me ha dado. — Eres un idiota, mi padre tiene razón ¿Cómo se te ocurrió darle tanto poder ese idiota? Se propasaba con las empleadas, y las amenazaba con deportarlas — Ahora me siento peor, ella tiene razón ¿Cómo pude ser tan idiota? Me merezco todo el sufrimiento que me cargo, es mi castigo. — Me llamo Alondra ¿Ya cenaste? — Cuando levanto mi rostro, ella me sonríe como si de pronto todo hubiese quedado en el pasado y caminamos hacia una taqueria donde comienza a contarme muchas cosas de su vida. Salió embarazada cuando tenía catorce años, el tipo era un embustero de veinte años. Se aprovecho de que estaba sola ya que sus padres trabajaban para poder darles estudio. Aun así, no la dejaron sola, la condición fue pedirle que se operara para no volver a quedar embaraza, ahora ya no puede tener hijos, pero con la situación no desea otro. — Sabes que opino, que la regaste feo, pero al final de cuentas las cosas pasan por algo, en la vida hoy tienes mucho y mañana quien sabe, lo importante siempre es tener salud, y un lugar para vivir, no tiene que ser grande, solo cálido —. La acompañé hasta su casa, que bien dijo, no tiene que ser grande, solo cálida. Con techo de lámina y apenas dos habitaciones, es suficiente para ellos — No creas que nos gusta ser pobres, luchamos para salir adelante, con el empleo en tu empresa pude comprar este terrenito y levantar esos cuartitos, pero me dieron cuello y tuve que volver, estudié turismo, pero, es algo difícil encontrar un trabajo que sea exactamente de lo que estudias, mi hermano estudia una ingeniería, recién empezó y ya ahorramos para su clausura, pronto lograremos terminar la casa, lo sé —. — Yo también me esforzaré, lo prometo, no me quedaré estancado por lo que pasó, no es fácil, he pasado días de frío y hambre, pero ya estoy avanzando — Y recibo una sonrisa de su parte, una que me alienta. — Buenas noches Marcos — Dijo mientras se alejaba. — Buenas noches — Respondí, y mis pies dieron media vuelta para llevarme a casa. Y por primera vez al entrar, me siento feliz. Ahora tengo una camita, una mesa de plástico con dos sillas, y una estufa pequeña de gas que casi no uso, más que para calentar el agua con la que me baño; mi cargador y el internet por el que me cobran cincuenta pesos el mes, ya que lo compartimos entre varios. Pero se sentía diferente, y lo primero que hice fue revisar el teléfono, que ya tenía un mensaje esperando "¿Has llegado bien a casa?" de parte de Alondra "Si, ya estoy en casa" respondí de prisa, "acabo de llegar", y después de un poco más de un año, vuelvo a sonreír, de forma auténtica y por una felicidad real. Una que no viene acompañada de dinero.
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