Mi primer beso
—¡Mamá, ya me voy!
—¡¿Llevas las frutas, Clay?!
Me detengo en el umbral y hago una mueca antes de regresar a la cocina de puntillas y tomar la bolsa reutilizada del supermercado con las frutas que mi madre recogió de nuestro patio esta mañana.
—¡Claro que sí, te llamaré cuando esté allá!
—¡Ten cuidado y saluda a Derek de mi parte!
Salgo de mi casa a toda prisa con mi enorme mochila sobre la espalda y monto mi bicicleta estacionada en la acera para empezar a pedalear por las calles de mi vecindario admirando los coloridos jardines de cada una de las casas de los vecinos. El sol quema fuertemente en la cúspide del cielo azul intenso, la brisa fresca se cuela bajo mi camisa holgada de los Yankees y sopla contra mi rostro cubierto por el sudor.
Pedaleo con más ánimo, cada vez más rápido hasta divisar aquella casa blanco hueso con la reja de color azul. Las flores veraneras allí reventaban como una granada madura bajo los ardientes rayos y el viejo árbol de roble deslumbraba con su copa de espuma color jade. Era sin duda la más bonita de todas las casas, aunque en el concurso de fachadas organizado por la comunidad nunca fuera tomada en cuenta.
Aparco mi vehículo contra la reja y entro con la respiración agitada a paso rápido hasta la llave del jardín de la cual bebo agua fresca cual moribundo. Limpio los restos con la manga de mi camisa y subo hasta el porche.
Toqué tres veces la puerta y esperé tarareando.
Usualmente visito a mi mejor amigo, Derek. Juntos montamos nuestras bicicletas y recorremos todo el vecindario por las tardes, a veces ayudamos a los vecinos con encargos o visitamos al viejo Sam, quien nos regala Coca-Cola luego de limpiar su ático y capturar los ratones que invaden su casa. Derek me acompaña a cualquier aventura, pero hoy ha pescado un resfriado y no puede salir conmigo. ¡Es mi deber animarlo!
La puerta se abre y un chico alto vestido de n***o con un arete en su oreja izquierda es quien me mira con desinterés, se trata de Bobby, el hermano emo de Derek, o como las señoras de la parroquia le llaman: el hijo de lucifer, un nombre que le fue otorgado luego de verle enterrar una oveja negra en el patio trasero como ofrenda al señor del infierno. Dramático, lo sé, pero la verdad es que era su mascota más querida, de nombre Rita, quien murió por comer demasiada crema de maní.
Derek y su familia son los ateos, mundanos y otra-cosas-que-no-puedo-pronunciar del vecindario. Ni siquiera sé del todo qué significa eso, pero sí sé que no están obligados a ir a la iglesia los domingos y comen carne para la semana santa.
Seguro significa suertudos.
—¿Qué quieres, enano? —pregunta con la voz desinteresada y de un tono bajo, casi lúgubre.
—Vengo a visitar a Derek —informo sonriente y me apresuro a sacar las frutas de mi mochila—. Mamá envía esto.
Toma la bolsa y me hace una señal para que entre, al estar dentro noto que hay una chica con él que viste también con los mismos tonos oscuros y en su cabello se refleja una completa paleta colores exóticos. Ella me mira de arriba a abajo y luego se gira a ver a Bobby.
—Es el amigo de Derek —informa ante la mirada inquisitiva de la chica, luego me hace una señal—. Está en su habitación.
Asiento y subo las escaleras corriendo hasta llegar a la puerta de color verde que sé que es de Derek, la abro con cuidado y asomo mi rostro por el umbral.
Le había visto dormir muchas veces, pero hoy mi boca se estiró en una mueca complicada al verle tendido en su cama con los labios entreabiertos y su frente perlada por el sudor. En la escuela dijeron que no se trataba de nada grave, pero empezaba a dudarlo.
Entro sigiloso y abro la ventana para que el fresco aire apacigüe su calor y, de alguna forma, regule la pesada respiración que su pecho ascendente y decadente evidenciaba.
Tomo asiento al borde de su cama y le veo en silencio durante un rato. Su rostro, que siempre había sido especialmente pálido, lucía aún más blanco hoy, como un trozo de papel salpicado únicamente por los lunares de su rostro y el n***o de su cabello. De aquel chico fuerte y lleno de energía no quedaba nada más que las mismas facciones y su delgado cuerpo. Fue ahí que recordé lo que nos decían en la escuela: las enfermedades no son ninguna broma.
Extiendo mi mano para tocar su mejilla, pero solo bastó un roce para que sus párpados temblaran y abriera sus somnolientos ojos color azul para mirarme aturdido.
—Pensé que habías muerto —bromeo, apartando mi mano.
Sonríe levemente y luego de un suspiro se saca las sábanas para poder incorporarse en el colchón con cierta dificultad.
—Sólo es una fiebre, si no morí cuando me arrojaste del techo de tu casa no moriré por un tonto virus común.
—¡Hey! —me quejo—. Tú te arrojaste solo, no lo olvides.
Suelta una risa.
—Como si yo hubiera querido romperme un brazo contra el suelo de tu jardín a propósito.
Chasqueo la lengua y le escucho reír suavemente antes de empujarme de manera juguetona con su brazo.
—Pensé que habías ido con los chicos al bosque —menciona—, ¿por qué no fuiste?
—Porque tú estás enfermo, claro.
—Te llevas bien con los demás, pudiste haber ido.
—No quería contigo así.
—Pero...
— ¡Oh, cállate, hablas mucho para estar enfermo! Además, deberías estar agradecido de que haya venido y te honre con mi maravillosa presencia —me mofo.
Suelta una carcajada y me despeina el cabello.
—Pescarás mi resfrío y luego llorarás como nenita.
Le miro indignado.
—¡¿Cuándo yo he-
—Cuando te picó una abeja, se te cayó un diente, perdiste tu centavo de la suerte, Bobby puso una araña falsa en tu hombro, Sofía te dijo mocoso feo, la libélula...
— ¡Ya me ha quedado claro, gracias! —exclamo con las mejillas sonrojadas mientras se ríe—. Ya, cambiando de tema, ¿quién es la chica de allá abajo?
Frunce el ceño por un momento, pero luego parece entender a quién me refiero.
—Su nombre es Margot, es la novia de Bobby —explica—. Mis padres no vendrán hoy, por eso se quedará a pasar la noche.
Algo en lo que dijo no fue procesado con éxito por mi cerebro. Es usual cuando no eres el más listo de la clase, pero esta fue una duda diferente.
—¿Por qué la ha traído cuando tus padres no están? Es una chica, ¿puede estar sola con Bobby?
Me mira de soslayo, con algo oculto en sus ojos, y sonríe.
—Sin padres, no los molestarán cuando jueguen en su cuarto.
Se levanta de la cama con cansancio y camina hacia el baño mientras mi cabeza seguía sin comprender nada, por lo que le llamo antes de que entre.
—¿Jugar a qué?
Sonríe con algo que no pude comprender.
—Al Monopolio, bobo.
Terminando de decir eso entra al baño, dejándome con más preguntas luego de su respuesta. Sí, es lo que hablar con alguien que es el más listo de su clase provoca.
—A Bobby le debe de encantar jugar al monopolio con su novia si no quiere que le interrumpan —digo para mí mismo.
Escucho el sonido de la ducha y me dejo caer de espaldas en su colchón, relajándome entre las sábanas mientras miro las persianas blancas ondear suavemente sobre mi cabeza.
No recuerdo cuándo fue la última vez que dormí en la cama de Derek, ¿el año pasado? ¿Antes? Seguro que fue cuando tenía diez u once, ahora tengo doce, casi trece, y Derek catorce. Él ha crecido. Entiendo que creer es algo bueno, todos lo dicen, pero de alguna forma siento que yo no lo hago tan rápido como él. Tengo miedo de perder a mi mejor amigo con el tiempo y que pierda el interés en jugar conmigo.
Cierro los ojos, envuelto en ese olor tan rico que siempre tiene su habitación.
Ojalá pudiera sentir este olor para siempre.
"Clay... Clay... Despierta..."
Siento una gotera en mi cabeza y algo deslizándose por mi panza... muy suavemente.
Abro mis ojos bruscamente y lo primero que veo es a Derek colocándose una camisa frente a su armario. Se gira a verme y su vista baja de inmediato a mis pantalones; sigo la trayectoria de su mirada y me vuelvo un tomate al ver mi mano dentro de ellos.
—¿Qué soñabas? —pregunta, haciendo su mejor esfuerzo por aguantar la risa.
—Nada que te importe —respondo avergonzado.
—Pues saca la mano de allí, raro.
—Déjala, no es para tanto, es algo que hago a diario —finjo restarle importancia.
Le miro de soslayo y noto que tiene una expresión de incredulidad y burla.
—¿Es algo de lo que deberías presumir?
Saco la mano con rapidez y me cruzo de brazos, aparentando entender el motivo detrás de esa ceja que alzó.
—No lo entenderías.
Se encoge de hombros.
—Como digas, señor "lo hago a diario".
La puerta del cuarto de Bobby se cierra y la curiosidad dentro de mí se abre nuevamente. ¿De verdad juegan a eso? Digo, yo sé jugarlo, pero ¿a esa edad todavía se hace? ¿Eso significa que Derek y yo seguiremos jugando a los mismos juegos varios años más?
—Derek —el pelinegro se gira a verme con interrogación— a... ¿a tu hermano todavía le divierte jugar al Monopolio?
Permanece pensativo un momento y luego sonríe malicioso.
—¿Y si jugamos a espiarlo?
Mis ojos debieron brillar como antorchas en la noche al escuchar su propuesta, Derek aún quiere jugar conmigo como cuando éramos niños, ¡él aún no se aburre de mí!
Salté de la cama y asentí.
—Bueno, tú serás... —duda y mira hacia los lados—, la lagartija y yo seré el halcón.
Le miro indignado hasta los huesos.
—¡¿Por qué?! —hace una mueca y le quita importancia meneando su mano mientras sale de la habitación—. ¡Oye, sabes que no me gustan las lagartijas!
Le sigo enfurruñado y nos conducimos con sigilo hasta la habitación aledaña al cuarto de Bobby, que tenía la función de ser una bodega. Mueve algunas cajas y empieza a buscar entre las ranuras de la madera unida entre sí un hueco lo suficientemente grande para que ambos podamos ver. Fracasando, suelta un gruñido y mete su mano entre las cajas hasta encontrar lo más parecido a una palanca, la coloca entre una pequeña ranura y hace fuerza.
¡c***k!
Ese fue el sonido que precedió a nuestras miradas encontrándose llenas de sorpresa. Habíamos arrancando accidentalmente un buen trozo de madera de al menos media cuarta de tamaño.
Miramos el hueco, asustados, pero la música proveniente del cuarto era tan alta que Bobby seguramente no debió escuchar el crujido de la madera.
—Es enorme —mencioné mirando a Derek, con pánico.
—No se ha dado cuenta, tranquilo. Lo repararé antes de que nos vayamos.
Negué fervientemente.
— ¡¿Con qué vas a pegar una pared?! —exclamé por lo bajo—. ¡¿Con tu pegamento en barra con olor a uva?!
De inmediato me da un golpe en la parte trasera de la cabeza.
—El pegamento en barra con olor a uva es lo mejor que le ha podido pasar a este asqueroso mundo. Ahora cállate o veré si también logra cerrarte la boca —masculla.
Estaba a punto de señalar que ya lo había intentado, pero su mano pegándose en mi cara me silenció. Deja de lado la herramienta y asoma su mirada por el hueco, pero no tardo en hacerle a un lado y asomar mi rostro junto al suyo para poder ver.
Había luces de colores y humo nublando la vista, estaban fumando sentados en la cama.
—Sabía que tenía hierba, va a pagármelas —murmuró Derek.
Mis ojos se movieron a su rostro sin comprender.
—¿Hierba? ¿Como césped?
—Sí, el que poda los viernes —soltó, pero algo en su tono y sus ojos rodando me hizo dudar de esa respuesta.
Volví la vista a la habitación, pero ahora Bobby estaba inclinado hacia su novia, besando y chupando su cuello con lentitud.
—¡Bobby es vampiro! —exclamé.
Derek cubre mis labios con su palma rápidamente.
—¡Cállate! —susurra—. Están haciéndolo.
—¿Haciendo qué? —dije entre sus dedos.
—"Jugando".
Volteo nuevamente a aquella escena y niego.
—Estoy seguro que así no se juega el monopolio.
Mi amigo solo rueda los ojos y me quita las manos.
Vuelvo mi vista al lugar y observo como desliza sus manos por su cintura, diciéndole cosas en el oído que se perdieron con los gritos del cantante de fondo. Levanta su camisa poco a poco, descubriendo el arete en su ombligo y subiendo hasta que...
—Ya vámonos de aquí —pide Derek—, el ver a mi hermano haciéndolo no está entre las cosas que quiero hacer antes de morir.
Le veo molesto por la interrupción y me disponía a regresar mi vista al frente hasta que una mano cubre el agujero. Me giro a ver nuevamente a Derek.
—Clay, vámonos. No me siento bien, la fiebre está empeorado.
Noto sus mejillas sonrojadas y la culpa cae en mí. No tomé en cuenta su enfermedad.
—Está bien, vamos.
Tomo su mano y ambos salimos de aquella habitación y entramos nuevamente a la suya. Le ayudo a recostarse en su cama y me tumbo a su lado con la mirada perdida en las líneas que componían los dibujos de planetas y estrellas que estaban pintados en el techo.
Había visto besos antes, en las películas, pero verlo en persona había resultado muy diferente. Me pareció algo muy... íntimo.
—Derek... —comienzo dubitativo, rompiendo aquella atmosfera de silencio en que nos habíamos sumergido sin darnos cuenta—. Tú... ¿has besado a alguien antes como hizo Bobby?
Ante mi pregunta, mi mejor amigo me mira de soslayo y aparta la mirada de inmediato al notar que yo también le veía.
— No... —pronuncia, pero luego parece querer agregar algo más— de esa forma.
Frunzo el ceño y me incorporo un poco.
—Entonces, ¿sí has besado a alguien antes? ¿Ya diste tu primer beso?
No parece dispuesto a responder así que continúo en mi búsqueda de detalles.
—¿Con quién fue? ¿Con Romina? —mantiene su mirada en otra parte y siento como algo oprime mi pecho—. Eres mi mejor amigo, ella es mi mejor amiga, y me lo ocultas. Vaya amistad.
—¿Para qué quieres saberlo? Es personal.
Ahí sí que le miré molesto.
—¡Yo no guardo cosas personales contigo! —exclamé.
— ¡Y yo jamás te he pedido que lo hagas, puedo besarme con quien yo quiera!
Me quedo en silencio mirándolo fijamente, sintiéndome patético al saber que él tenía razón, no tengo nada que reclamar. Entonces, ¿por qué me siento tan extraño? ¿por qué tengo ganas de llorar?
Agacho la mirada rápidamente y presiono las lágrimas que se acumulan en mis ojos contra las mangas de mi camisa. No puedo creer que esté llorando por algo tan simple. Después de todo, quizá sí soy un poco nenita.
—Clay... ¿Estás llorando? —preguntó con temor.
—D-Déjame —pido con la voz quebrada y sin dejar de presionar mis ojos con las mangas de mi camisa.
Ya lo sé, tú crecerás más rápido, tú vas a dejarme.
En un impulso, aparto mis manos y doy media vuelta, recogiendo mi mochila del suelo y caminando rápidamente hacia la puerta sin mirar atrás.
—¡Oye, no te vayas! —la cama rechina ante la repentina ausencia del cuerpo que se apresura a llegar a mí y toma mi brazo—. Lamento lo que te dije, fue demasiado cruel, no debí gritarte.
Tira de mí tratando de hacer que le mire, pero hago mi mayor esfuerzo para no dejarle ver mi rostro lloroso. Su insistencia era tanta que el llanto se vuelve más fuerte y cubrí con mi brazo mi rostro, apretando los labios para impedir dejar salir sollozos. Su mano finalmente me gira y Derek me abraza hacia su pecho, más caliente de lo normal debido a la fiebre.
—E-Eres un tonto, Derek —reprocho llorando ruidosamente contra su pecho—, t-te odio, tú siempre me haces llorar.
Aparta el brazo que cubre mis ojos y me aprieta contra su pecho, indicándole a mi brazo que también le rodee. Lleva una de sus manos a mi cabeza y entierra sus dedos entre las ondulaciones de mi cabellera.
—Perdón, no quería gritarte, solo fue por la fiebre —pronuncia suavecito, frotando mi espalda—. Ya, ya, ¿qué debo hacer para que me perdones? Pide lo que quieras.
Levanto mi rostro y miro a sus ojos, viendo en el reflejo mi rostro lastimero cubierto de lágrimas. Pero eso era una fachada, por dentro mi cerebro maquinaba cosas perversas.
¡Por fin lo tienes, Clay!
Este pequeño ser humano, el más valiente de todos, el más listo de su clase, el chico cool y rudo de nuestro grupo, en realidad es muy débil ante un par de lágrimas. ¡Iba a contárselo a todos! ¿Qué debería pedir? ¿Que me lleve y traiga de la escuela en su bici por un mes? ¿Que haga mi tarea? ¡¿Que me cargue cuando no quiera caminar?!
Subo la mirada hacia la suya y hago un puchero.
—Ya tenía un récord de no llorar desde hace dos meses —me lamento, echando más sal a la herida.
Arruga levemente su nariz.
—¿Y por qué lloras exactamente hoy?
En ese momento recordé que ni siquiera yo sabía la razón. Había sido algo muy repentino e inexplicable; algo se había retorcido en mi pecho. ¿Por qué me había sentido así?
—Supongo que es porque me ocultas cosas. Yo no te oculto nada, eres mi mejor amigo —bajé la mirada, haciendo una mueca—. Pero tú ahora pareces llevarte mejor con Romina, hasta hacen esas cosas.
Sentí su mano despeinarme el cabello.
—Solo lo hice porque ella me lo pidió, estábamos jugando, no es que seamos novios o eso. Sabes que tú eres mi mejor amigo.
Subí la mirada, dudoso.
—¿Solo porque te lo pidió? —se encogió de hombros, apartándome el cabello de la frente. Yo lo miré en silencio.
No sabía por qué de repente me hormigueaban las puntas de los dedos. El día era exactamente el mismo, pero por alguna razón, el sol, la brisa parecían presagiar un momento importante.
—Y... ¿y si te lo pido yo? —susurré.
Me miró sin comprender, como si mi tono hubiera sido tan bajo que no logró escucharme. O simplemente su cerebro de chico listo no comprendía algo tan extraño. Tuve que llenarme de valor.
—Hoy quiero... un beso. Dame un beso para que te perdone.
Quizá estaba midiendo sus límites, o quizá estaba poniendo a prueba si de verdad era más importante para él que Romina, pero lo dije. Al principio pareció sorprendido y, quizá fue por la fiebre, pero dudó sólo un momento antes de llevar sus manos a ambos lados de mi rostro y limpiar suavemente los restos de lágrimas que anteriormente las habían surcado.
—Si eso quieres —pronuncia—, pero deja de llorar, ¿de acuerdo?
Asiento con el corazón golpeando como tambor en mi pecho y un calor que jamás había sentido subir desde las puntas de mis pies hacia mi rostro. ¿De verdad iba a hacerlo? ¿Yo iba a permitirlo?
No, es solo una prueba, voy a detenerlo antes de que me toque.
Relame sus labios y mis ojos se centran automáticamente en el pequeño lunar sobre su comisura. Él cerca su rostro poco a poco el mío.
Sí, voy a detenerlo y reírme en su cara, como siempre hago. Voy a molestarlo mucho, voy a sobornarlo, voy a…
Su aliento arde sobre mi boca y cierro mis ojos al sentir la suavidad cubrirme con delicadeza, mi pecho pesaba y cuando escuché su respirar tan cerca mío, sus manos en mis mejillas y caer en cuenta que teníamos ahora un contacto tan íntimo, casi creí que iba a desmayarme. Todo se apagó dentro de mi cabeza, no vi más que oscuridad, habría creído que morí de no ser por el fuerte latido de mi corazón.
Se aleja lentamente y me mira a los ojos cuando ya los he abierto.
Intenté pronunciar algo, reírme como siempre hacía, pero sentía tan entumecida cada parte de mi cuerpo que fue imposible pensar en algo más que no fuera recordarme respirar.
Derek estaba serio, pero era un tipo de seriedad que jamás había visto en él. Sus ojos somnolientos se cerraron nuevamente antes de volver a unir mi boca con la suya, pero está vez entreabriendo sus labios y acariciando los míos suavemente. El aire me faltaba, pero no quería despegarme de él ahora mismo.
No sabía cómo llamarlo, pero bien podríamos estar creando algo mágico entre nosotros; algo dulce, algo tierno, algo solo nuestro.
Cuando al fin nos separamos de nuevo, mi rostro ardía como si hubiera corrido mil vueltas. Quizá después de todo sí había pescado su resfriado.
—D-Derek—pronuncio tartamudeando. Sentía una vergüenza descomunal, ni siquiera podía verlo a la cara—. Te estás poniendo más caliente, quizá sí sea algo grave.
—Quizá sí...—susurra, apoyando su rostro sobre mi hombro—, es solo que-
El fuerte azotar de la puerta de Bobby nos hace separarnos de golpe y mirarnos con los ojos como platos. Desvío mi mirada hacia la puerta.
—¡Estás demente! —exclama una voz chillona acompañada por unas fuertes pisadas bajando las escaleras—. ¡No quiero que me vuelvas a contactar de nuevo en tu vida!
Los gritos se volvían menos audibles y al regresar mi vista hacia Derek noto que ahora su respiración es más pesada y sus ojos empiezan a entrecerrarse. De inmediato entré en pánico.
—¡Vamos a la cama! —exclamo empujándole hasta hacerle caer al colchón—. No me creo lo irresponsable que eres, tonto, ¿ves que necesitas que te cuide?
Su fiebre estaba aumentando considerablemente, por lo tanto, le cubrí con las mantas y le dejé descansar en silencio, limitándome a observarle sin observar, sumido en mis pensamientos confusos producto de aquel beso antes compartido. Mi primer beso.
Los minutos pasaban a medida que mis pensamientos se enredaban cada vez más, miré el cuerpo tendido en la cama y la curiosidad pudo sobre la vergüenza.
—Derek —llamé por lo bajo, como si realmente no quisiera ser oído; sin embargo, él alzó su ceja en señal de que estaba despierto. Tomé un poco de valentía y continué—. A ti... ¿te gustó?
Miré expectante, con el rostro quemando como el sol, a aquel pálido chico que permaneció en silencio varios segundos antes de abrir un poco sus ojos y mirarme con burla.
—Qué te importa.
Dicho esto me dio la espalda y se arropó mejor con sus sábanas, dejándome boquiabierto.
¿De verdad había gastado mi única oportunidad de sobornarle por un feo beso? ¿De verdad desperdicié mi primer beso en él? ¡Quién querría besar a este tonto! ¡Te has vuelto loco, Clay, pudiste haber pedido su gorra oficial de los Yankees!
Traté de controlar las ganas de tirarme del cabello y luego tirar del suyo, estaba muy molesto y solo empeoraba al sentir que mi corazón no paraba de saltar como loco.
Aparté la mirada del simio en la cama y me llevé una mano al pecho.
— No me gustan los besos —murmuré.
***
Clay, un par de días después: ¡Achú!
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¡Hola, aquí Alex!
Gracias por leer "Mi Primer Beso", la historia está lejos de terminar así que espero que disfruten de acompañar a Clay, Derek, Romina, Timm y Sofía en sus aventuras y crecimiento personal a partir de ahora.
¡Gracias también a quienes vienen a leer de nuevo! Habrán capítulos nuevos en cualquier momento, así que permanezcan atentos.
¡Saludos!