La hija de Lucifer

Los mortales son seres tan insignificantes, capaces de razonar y aprender pero a la vez de provocar más daño que beneficio a la Tierra creen que el seguir evolucionando sus recursos los llevará a conocer los grandes secretos de la existencia misma, solo nosotros sabemos aquello que desconocen. Nuestra r**a ha habitado este mundo desde su nacimiento, nacimos con ellos, sin embargo nunca moriremos, estaremos aquí por toda la eternidad. Los demonios y ángeles son el mal y el bien del mundo, así nos categorízan los humanos sin saber que en verdad están lejos de la realidad. Hacemos lo que nuestro Señor nos ha encomendado, no hay malos ni buenos para los de nuestra especie, únicamente manda la lógica. Los demás habitantes de nuestros planos sí que entran en la lista de bondad o maldad dependiendo de su conciencia. Soy Jaldabaoth, hija de la mujer más hermosa del mundo, Lilith, y del ángel caído más bello que haya volado en los cielos, mi querido padre, Lucifer. No recuerdo mucho a mi madre, murió después de darme a luz. Según Bahamut, el mayordomo que me crió, heredé sus rasgos a tal punto de ser la única en parecerme a ella hasta en el más ligero movimiento. Mis trece medio hermanos son historia aparte, nunca me he relacionado con ellos. Como la nieta favorita de Dios siempre fui amada por los serafines y perdonada por los querubines, los Tronos y arcángeles me han tratado como si fuera intocable, a Astaroth, Astartea y mi tía les agrada mimarme y mi amado Beelzebu me recordaba cada que podía que yo era el centro de su universo. ¿Porqué cambiaría lo anterior por híbridos que quieren verme sin vida?, sé que no se podría por haber nacido pura pero ninguno lo sabe, creo, eso me contó Bahamut. Mi historia inicia hace millones de milenios, de seguro no me reconocerán por mi nombre pero lo harán por lo escrito de mí en la Biblia, soy la primera bestia que se menciona: "Entonces una bestia surgió del mar y el dragón le otorgó su poder y su trono con un imperio inmenso. Toda la tierra se postró ante el dragón y también ante la bestia diciendo: ¿Quién hay como la bestia?¿Quién puede competir con ella? Y se le concedió autoridad sobre toda r**a, pueblo, lengua y nación". Ese pequeño párrafo dice que mi padre me dió su mismo nivel de grandeza, en otras palabras no soy inferior a él, incluso me entregó un imperio que, por supuesto, no es el infierno, ese territorio le pertenece. Hay un pueblo demoníaco en el plano terrenal escondido de cualquier clase de criatura rodeado por un frondoso bosque, en él se resguarda la gran entrada al inframundo, ese se convirtió en mi reino. En mi dominio conviven varios tipos de demonios que, o aún no terminan sus pendientes designados por naturaleza, o desean permanecer en la tierra por equis motivo. Eso sí, como en todo gobierno... hay leyes, ¿La más importante? No hacerme enojar, eso abarca desde cometer simples delitos hasta incumplir las otras normas. Me ha funcionado hasta ahora, así pues, hay un buen control de la población y no tengo problemas ni altercados con mi progenitor. Mi mayor angustia viene siendo desde hace mucho tiempo Beelzebu, el amor de mi vida, el alma gemela que Dios me destinó. ¿Cómo sucedió lo nuestro? No tengo idea, me enamoré a primera vista y lo quise como nunca quise a nadie, empecé a necesitarlo a cada instante y mi felicidad pasó a depender de él, ambos nos amábamos y compartíamos momentos únicos el uno con el otro. Papá dejó que nos emparejáramos accediendo al deseo del Todopoderoso y le brindó respaldo a la tarea por la que había sido creado, según dicen los textos: "Otra bestia apareció y empezó a hablar como el dragón, esta priorizó servir a la primera y dispuso de todo su poder y autoridad, invitaba a que la adoren y que todos se pongan una marca en la mano derecha o en la frente", Beelzebu me ayudó a regir el área con mano firme y dió la sugerencia de que los residentes de la zona debían de colocarse un sello distintivo a causa del creciente ingreso ilegal de fantasmas, vampiros, brujas, elfos, etc. Que no debían de mezclarse con nuestra r**a al ser seres inferiores. Al final su plan funcionó de maravilla y el bosque pasó a ser una leyenda urbana para los sobrenaturales, la amenaza había sucumbido ¡Y yo era tan dichosa! Pero luego mi alma sucumbió. "Vi después a un ángel que bajaba del cielo llevando en la mano la llave del Abismo y unas cadenas enormes. Sujetó al dragón y lo encadenó por mil años, fue arrojado al lago de fuego donde ya se encontraban las bestias y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por siglos. No podrán amenazar a naciones hasta que pasen mil años, después tendrán que ser soltados". El apóstol Juan observó como nos condenaron a Lucifer, Astaroth, Beelzebu y a mí. Al terminar el lapso los dos primeros salieron ilesos de las llamas y, tan pronto como se recuperaron del malestar producido, volvieron a sus puestos como si nada para poder poner nuevamente en régimen al averno. En realidad el auténtico sufrimiento venía para nosotros, las bestias, al acabar la condena justo habíamos dejado de resistirnos a la vulnerabilidad que nos provocaban las ardientes brasas, no podíamos irnos todavía, sabíamos que si escapábamos en ese punto saldríamos con efectos secundarios del encierro, por ello, siguiendo las indicaciones de mi padre iniciamos un proceso de reencarnación prometiendo reencontrarnos en la otra "vida". Lucifer, al confirmar que el infierno estaba tal y como lo dejó, mandó a buscarme por décadas, no conseguía localizarme por la amnesia que me había provocado accidentalmente pero ante las adversidades y con ayuda de la recuperación parcial de mi memoria logró hallarme en un orfanato dándome la mala noticia de que Beelzebu aún continuaba desaparecido, "quebró" el cascarón humano que me contenía y me mantuvo a su lado por un par de meses para mi pronta recuperación. Ese año sufrí y lloré tanto que llovió sangre en algunas partes del océano ártico y los alrededores. Ahora mi día a día ha cambiado, sigo siendo la de antes, lo juro, mas estoy con una soledad que ya me ha hecho perder toda ilusión y esperanza. Tía Aradia me visita de vez en cuando alegrando mi estadía en mi solitario palacio y Astartea obliga a los sirvientes a hacer mis deberes reales, Bahamut conmemoró varios días festivos también pero nada me anima. Mi corazón roto solo sanará con el regreso de mi amado, espero.