En mi segundo día de trabajo, llegué temprano a la oficina, de nuevo. Había tomado el autobús a las seis de la mañana. Nunca se sabe con este sistema de transporte si el autobús se demorará en pasar o no, o si logrará llegar rápido a su destino por el tráfico. Hoy fue uno de esos días en que el trágico fluyó, así que llegué a las siete de la mañana, prácticamente a abrir las puertas del Blue Gold. Saludé afablemente a Richard, el jefe de guardas del edificio y del que me hice amiga ayer durante el almuerzo, y me dirigí al ascensor, en donde vi a un muchacho que aparentaba tener mi edad, vestido muy elegantemente como todos los abogados de aquí. Parecía...nervioso. Bueno, al parecer no soy la única abogada obsesionada con llegar una hora antes a cualquier sitio. —Buenos días —saludé

