Una viuda para el CEO multimillonario.

8

La vida de Brandon Kavan era sin duda alguna en demasía interesante, yo creo que podría leer una novela sobre la misma y me la pasaría bien entretenida.

Siempre estaba haciendo algo importante: reuniones de negocios, tratos multimillonarios con otras empresas y/o multinacionales, cenas con personajes sumamente distinguidos, almuerzos ejecutivos con la más alta élite, seducciones intensas con mujeres espectacularmente bellas; todo era pura diversión.

Mi existencia en cambio era bastante abrumante, yo no creía que fuera aburrida pero era cierto que si era común como la de tantas otras miles de mujeres madres solteras en situaciones de penuria, dadas por diversas circunstancias.

La muerte de mi esposo me había cambiado por completo, como era de esperarse, me había roto y repuesto en muy corto tiempo por el bienestar de mis hijos sin embargo llevaba el dolor por dentro. La herida estaba oculta pero no había desaparecido. Mi corazón dolía cuando pensaba en él.

Siempre que Carl atravesaba por mi mente no podía evitar preguntarme: «¿qué hubiera pasado?», ¿qué sería de nosotros si él siguiera vivo?, ¿cómo sería nuestra relación de viejos?, ¿qué tan bien se llevaría el con los niños conforme se fueran transformando en muchachos y posteriormente en hombres?, ¿qué sería de Cristina, sería su princesita, su niña consentida, la luz de sus ojos?» se me hacía un nudo en la garganta siempre que lo pensaba.

Esa mañana en el trabajo mi corazón andaba más sensible que de costumbre, el recuerdo de mi esposo andaba haciendo mella. Los recuerdos me atravesaban como dagas, perforandome con demasiado crueldad. Las memorias retrocedían el tiempo, mágicamente, y sentía como si de repente escuchara su voz o sintiera el roce de su piel.

Lo veía sentado en la biblioteca de la universidad, riendo a escondidas, haciéndome cosquillas para molestarme, provocar que me riera y que nos vinieran a regañar. Lo podía observar arrecostado en una colina plagada de flores amarillas, el día en que me pidió matrimonio, cuando dije que sí me dijo que estaba tan nervioso que ocupaba ir al baño, «que tonto—pensé sonriendo con nostalgia».

Andaba tan melancólica que me equivoqué varias veces en el trabajo, incluso Brandon me llamó la atención pero no fui capaz de reaccionar, andaba divagando con el corazón hecho trizas. Toda la semana me la pasé así, los niños sabían de mi estado y cuando estaba así hacían menos locuras, bueno... Al menos hacían el intento.

Catalina apareció un buen día, con su aspecto de modelo, tan preciosa como de costumbre. Me sonrió, creí que estaba enojada por lo que había pasado el otro día con el insensible de Brandon pero por suerte al parecer no era así. Se acercó a mí y me dijo de forma efusiva:

—¡Necesito que me acompañes a hablar con Brandon, inmediatamente!—la miré contrariada, no andaba de humor para volver a pasar por otra experiencia así—y para que sepas: no aceptaré un "no" como respuesta—suspiré, aquella mujer era un tanto estrafalaria.

—Está bien—sonreí a medias—¿y para qué quieres hablar con el susodicho?—cuestioné con verdadera curiosidad.

—Bueno, pues resulta y acontence que me he enterado que está comprometido con otra mujer—chilló, su rostro enrojeció violentamente, parecía demasiado molesta con eso y la verdad tenía todo el sentido—¿sabes que es lo peor?—negué en silencio—que al parecer la chica es hija de Aldron Mckenzie un tipo super adinerado, así que su matrimonio sería una ganancia para ambos.¡Serina!—me sobresalte ante tal exaburpto—no tengo como competir contra algo así, soy joven y hermosa, también tengo algo de capital pero evidentemente muchísimo menos que esa familia.

—Bueno, cuando el amor prima no hay nada material que lo pueda vencer, quizás el ya haya recapitulado y quiera estar contigo. Conocí a la otra chica y la verdad no me desagrada pero es un tanto grosera: dijo que parecía una mujer de bajos recursos y que maltraba a mis hijos.

—Wow, que horror—se sorprendió—ni sabía que tenías hijos, y no pareces una mujer de bajos recursos... Solo una antropologa loca que es lo que eres—no pude evitar carcajearme.

—Bueno, vamos a hablar con el infame de Brandon—agregué, ya era hora de salir de eso—es lo mejor. Esperemos que finalmente se comporte como un hombre decente.

Caminamos hasta la oficina del señor Kavan, en el rascacielos de la poderosísima Valot S.A, apenas entramos el gesto del tipo se tenso, la última vez que ambas estuvimos por allí fue un completo desastre esperaba que esta vez fuera diferente, Catalina merecía más no a un sujeto insípido que no sabía bien lo que quería. «Habla tú» me murmuró ella al oído.

—Brandon debes formalizar tu relación con Catalina y dejar de filtrear con otras mujeres.

—Si—me apoyo ella—escuché que te comprometiste con otra, tienes que terminar esa tontería de inmediato... No lo toleraré, merezco tu respeto.

—Entiendo—contesto él, nos miro de arriba a abajo, analizandonos con detenimiento luego finalmente habló:—entonces lo mejor será que tú y yo no nos veamos más.

—Espera... ¿qué?—respondió ella sorprendida—¿me estás terminando?, ¿quieres que nos dejemos de ver... Para siempre?

—Así es— el cruzó sus manos sobre el escritorio, me pareció demasiado serio para una situación así mientras que la pobre Catalina parecía a punto de llorar—no creo que sea bueno para ti seguir aferrándote a algo que no vas a conseguir. No voy a ser tu novio ni tu esposo: jamás.

—Eres un canalla—respondí casi por inercia, Catalina solo había bajado la cabeza temblorosa—¡ella no merece esto!

—Deja de intrometerte en cosas que no son de tu incumbencia, Serina—gruñó—o tendrás que irte de aquí.

—Despídeme si es lo que quieres pero no me voy a callar, heriste los sentimientos de una buena persona... Siempre has sido así desde que éramos adolescente, lastimas a los demás con tu crueldad.

—¿Ah si?, ¿yo te lastimé?—preguntó sarcásticamente.

—¡Claro que si!—grité—se suponía que eras mi amigo y siempre me humillabas, me hacías sentir inferior sin necesidad alguna. Yo no merecía eso y ella tampoco—ambas salimos de la estancia dando un portazo.