Luego de eso no volvimos a hablar, yo me mantuve apacible cuidando de mis hijos y trabajando mientras el tal Brandon seguía en lo suyo, siendo un patán ocasionalmente y demasiado ocupado en sus negocios como para prestar atención a las cosas sensibles de la vida.
Durante el fin de semana fui con mis padres y mis hijos al parque de diversiones, ellos amaban estar con los abuelos pero la cadera de ese par de señores de mediana edad no les permitía hacer demasiada actividad física, así que los pequeños necesitaban despejarse y a decir verdad yo también.
Mis padres eran personas muy tercas, yo insistía en llevarlos a la guardería pero ellos rogaban por cuidarlos. Les dije que por un tiempo nada más pero como buenos manipuladores arguyeron: «no nos quites nuestra única felicidad Serinna» mientras me veían con cara de sufrimiento.
Llegamos al parque justo a la hora que abrían. Mis padres se quedaron cuidando de la pequeña Cristina y me enviaron a encargarme del par de salvajes de Pierre y Kailan, lo cual significaba subirnos en todas las montañas rusas, ruedas de Chicago y demás atracciones hasta vomitar. Al final de la tarde tocaba aturusarse de comida chatarra.
La verdad es que la pasé muy bien, cuando era más joven amaba ir a ese tipo de lugares pero con el tiempo y las obligaciones inherentes del hogar, la crianza, la maternidad y el trabajo me olvidé un poco de mi misma, de todas las cosas que me apasionaban, de divertirme pero luego de todo el dolor por el que había pasado merecía recuperar un poco de que aquello.
Los niños eran un par de torbellinos salvajes e imparables, seguirles el ritmo no era nada fácil por suerte yo me mantenía fuerte, además de que por tonto que sonará sentía que mi nombre me había hecho «serena», normalmente mantenía la calma, sobrellevaba todas las dificultades de la vida aún teniendo el alma rota.
Luego de subirnos a varios juegos los niños quisieron caminar un poco mientras se comían un algodón de azúcar, yo aproveché para comprar un par de perros calientes y una bebida carbonatada, estaba demasiado hambrienta de estar corriendo de un lado para otro todo el día.
Pierre y Kailan dijeron que también tenían hambre así que compre una pizza, imaginé que los abuelos estarían tomando café apaciblemente en algún rincón del parque mientras su tierna nieta dormía una larga siesta mientras yo andaba con el pelo parado, que más parecía un esparadrapo con los jeans y los tennis manchados de barreal.
Los niños parecían en el abandono: sudorosos, apestosos y sucios, cualquiera que los viera junto a mí seguro pensaría que éramos una familia de precaristas.
Vi que un par de sombras se acercaban a nosotros, creí que eran los abuelos que se dignaban a aparecer después de su calmado día de verano pero al levantar la vista me topé con Brandon acompañado de una hermosa y despampanante rubia, noté que hasta los niños la miraban asombrados, yo tampoco me quedaba atrás.
—Hola—saludó amablemente el jefazo—¿Qué tal?, te vi a la distancia y quise venir a saludar.
—Todo bien, quisimos venir a pasar un día en familia—sonreí—¿y ustedes?
—Veníamos a la pista de patinaje sobre hielo que inagura hoy a las 6pm—respondió el amablemente—¿les gustaría venir?
—No—contesto Pierre, agradecí su intervención porque aquella actividad se me hacía en sumo aburrida—vamos a casa con los abuelos a comer alitas.
—Pero ya están comiendo demasiadas calorías—irrumpio la chica—hay que cuidar la alimentación de los niños.
—Si, hoy vamos a romper la dieta—respondí—el lunes toca gimnasio y entrenamiento de fútbol para este par de changos irreverentes.
Brandon se ofreció a comprar helados y tuvimos que esperar, mientras iba con ella escuché que la mujer le decía que yo trataba a mis hijos muy mal y los andaba muy sucios, preguntó si era una mujer de bajos recursos... Desgraciadamente no escuché que le dijo el sinvergüenza de Brandon.
Comimos helado, yo estaba anodada con el cinismo de aquella rubia, era una grosera. Sin embargo preferí no decir nada hasta antes de retirarnos cuando mirándola a los ojos comenté:
—Si soy de bajos recursos, mi esposo murió y yo vivo en un tugurio con los niños. Vendo sustancias en el guetto y a veces también mi cuerpo—solté una lagrimita falsa y me escabulli con el par de salvajes, la pobre había quedado con la boca abierta.
Por suerte en casa no tardaron demasiado en irse a dormir, así que yo aproveché para ver series. Nunca tenía tiempo para mí, siempre estaba del trabajo a la casa y de la casa al trabajo.
Tristemente el fin de semana se escabullo demasiado rápido, debí regresar a trabajar en menos tiempo de lo que deseaba sin embargo ahí estuve el lunes a primera hora.
Me concentré en lo mío hasta que me tocó llevarle el café de la mañana al buen y viejo Brandon el cual me recibió con una mueca de amargura demasiado evidente.
—¿Qué pasó?—pregunté sin poder evitarlo.
—No debiste decirle eso a Lucy, la hiciste sentir mal.
—Lo siento—contesté con sinceridad—no tenía idea de que ella fuera tan susceptible, igual ayer andábamos haciendo locuras y por eso teníamos un aspecto desaliñado.
—De acuerdo—me miró en silencio y luego agregó:—¿por qué tu hijo no quiso venir a patinar?, pensaba que luego fuéramos a cenar.
—Para serte sincera Brandon... Sonaba a una actividad aburrida, además nadie tenía ganas de arruinarte la cita que estabas teniendo.
—Bueno, no era una cita como tal, esa era la chica que mi madre quiere que despose pero no estoy tan convencido—dijo llevándose las manos a las sienes.
—Hmm, no me sorprende—reí—tu madre siempre fue una loca, ¿pero por qué no te convence?, esa mujer es realmente hermosa.
—Porque no la amo—respondió con sinceridad.
—¿Y tú sabes que es el amor?—pregunté con verdadera curiosidad.
—Más o menos, ¿por qué no me explicas tú?, seguro que lo conoces mejor que yo. Mi vida es demasiado superficial en ese aspecto.
—Bueno para mí el amor es desear la felicidad de una persona por sobre la tuya, es constancia, devoción, entrega—lo miré a los ojos—el amor es sentirte completo, saber que allí donde estás lo tienes todo y que no necesitas nada más.
—Pues si, no amo a Lucy ni un poco.
—Bueno, a como te veo creo que ni quieres a tu mamá—ambos nos carcajeamos.