—Tengo que ir al pueblo a dejar algunos encargos en la tienda local y a traer otras cosas —anunció, mientras tomábamos el desayuno. Mi receta de panqueques había mejorado muchísimo y esa vez estaban bastante comestibles y me sentía bastante orgullosa de poder ofrecerle algo presentable y rico a ese dulce hombre que siempre se esmeraba por hacer cada detalle especial para mí, mientras que yo, hasta ese momento, no había podido hacer nada bueno para él. —¿Te tardarás mucho? —pregunté, antes de llevar la humeante taza de café a mi boca, para tomar un sorbo. —Un poco —contestó, ladeando la cabeza y haciendo una mueca que daba a entender que no estaba muy seguro. —Voy a extrañarte —dije, haciendo un mohín. No mentía en absoluto. Saber que íbamos a pasar algunas horas lejos, ya me hacía ext

