Dimitri había salido nuevamente. Tras unos minutos de silencio que parecían eternos, bajé a la cocina para hablar un rato con Rosa, intentando distraer mi mente de los recuerdos que, últimamente, parecían perseguirme sin descanso.
—¿Por qué exactamente el tatuaje de medusa en tu brazo, si puedo preguntarlo? —preguntó Rosa con curiosidad, sus ojos fijos en mí como si intentara leer más allá de la tinta.
—¿Conoce su historia? —respondí, intrigada, mientras mis dedos rozaban inconscientemente la piel marcada. Ella negó con la cabeza.
—En la mitología griega, Medusa era un ser ctónico femenino, del inframundo —comencé, mi voz era casi un susurro, como si temiera despertar viejos fantasmas—. Convertía en piedra a cualquiera que osara mirarla a los ojos. Según Las Metamorfosis de Ovidio, Medusa fue, antes que monstruo, una joven hermosa. Poseidón, caprichoso como todos los dioses, la deseó. La violó en el templo sagrado de Atenea. Pero no fue él quien recibió el castigo. Fue Medusa—
Hice una pausa, mi respiración tembló.
—Atenea, ofendida por el sacrilegio en su templo, la condenó: serpientes en lugar de cabellos y la maldición de convertir en piedra a todo aquel que la mirara. Pero aún hay más... Medusa quedó embarazada tras la violación, algo que solo avivó más la ira de la diosa. Y entonces, Atenea mandó a Perseo a decapitarla mientras dormía—
El silencio entre nosotras se hizo denso, casi asfixiante.
—¿Fue violada... y culpable por ello? —preguntó Rosa con voz temblorosa.
—Irónicamente, sí... —dije, forzando una sonrisa que se sentía más como una grieta—. Ella solo fue víctima, pero aun así la castigaron—Me recuerda a mi pasado...
Me levanté bruscamente, como si quedarme sentada un segundo más fuera insoportable. Sentí que algo ardía dentro de mi pecho, y mi mano se posó inconscientemente sobre mi vientre, recordando aquel tiempo... cuando estuve embarazada.
Intenté apartar los pensamientos. Todo eso debía quedar atrás. Pero la memoria tiene vida propia, y mi mente volvió a revivir la primera vez... con él.
⸻
FLASHBACK
—No quiero, por favor... —dije, mi voz rota mientras retrocedía, buscando desesperadamente una salida que no existía. Estaba atrapada, cercada por sus palabras y sus sombras.
—Vamos, bonita, no seas aguafiestas... —su voz sonaba empapada de veneno disfrazado de ternura—. Lo pasaremos bien. Prometo ser delicado... seguro que es tu primera vez —dijo, mientras sus manos, frías y ajenas, se deslizaban por mi cuerpo.
—No quiero... por favor, quiero que me dejes ir... no le contaré a nadie —rogaba, con la esperanza inútil de que me escuchara.
—Eli, no quiero obligarte a nada... así que coopera, ¿sí? —su voz era suave, pero sus manos me sujetaron con fuerza brutal.
—Me estás haciendo daño... dame tiempo... —dije, fingiendo ceder, intentando ganar segundos para escapar.
—¡TIEMPO! ¡TIEMPO Y MÁS TIEMPO! —gritó, su paciencia evaporada. Me empujó violentamente contra la cama. Intenté incorporarme, pero su peso me aplastó, sujetándome las manos con una fuerza que dolía hasta los huesos.
—Por favor... no quiero, no... —sollozaba, las lágrimas ardían como ácido sobre mi piel.
—Te lo pedí muchas veces, Eli... tú me obligas a esto... lo hago porque te quiero —su voz se retorció en una justificación monstruosa.
Intentó besarme, pero giré la cabeza desesperada. Su palma impactó contra mi rostro, arrancándome un gemido.
—Estate quieta —susurró, mientras sus manos invadían cada rincón de mi cuerpo.
—NO... POR FAVOR... —grité, rota, ahogada entre sollozos.
Ese día algo en mí se rompió irremediablemente. Recuerdo la sangre, el dolor ardiente que parecía no tener fin. Recuerdo las horas bajo el agua helada, frotándome hasta que la piel ardió. Me sentía sucia... rota. La primera vez fue la más dolorosa. Y la que nunca logré olvidar.
⸻
FIN DEL FLASHBACK
Volví al presente, a ese salón enorme que parecía tan vacío cuando él no estaba. Al escuchar el sonido de la puerta, corrí hacia Dimitri. Sin pensarlo, me lancé a sus brazos, buscando refugio.
—¿Cómo es posible que, a pesar de conocerte hace tan poco, me sienta tan segura entre tus brazos? —mi voz era un susurro tembloroso—. Siento que contigo nada puede hacerme daño... y eso me asusta—
Él apartó con delicadeza un mechón de mi cabello, su gesto lleno de ternura, algo que nunca antes había conocido.
—¿Has estado llorando? —preguntó, estudiando mi rostro con intensidad.
—No... es solo que... estoy cansada. Me duele la cabeza... demasiado—
—Le diré a Rosa que te traiga algo para el dolor —respondió enseguida.
—Para lo que me duele no hay medicina, Dimitri... me duele el corazón. Pero cuando estoy contigo... parece que no duele. Y eso... me da miedo —dije, mi voz quebrándose.
Él puso una mano sobre mi pecho, como si intentara sostener mi corazón roto.
—Tal vez pueda sanar lo que otros rompieron... —susurró, su voz era grave, prometedora... casi oscura.
—Hay heridas que no sanan jamás, Dimitri... —dije, con un hilo de voz.
—Eso fue antes de que yo apareciera en tu vida —respondió, acercándose más. Su mano se deslizó por mi cintura, obligándome a quedarme pegada a él—. Tal vez pueda coser esas heridas... pero para eso debes confiar en mí. Debes venir a mí antes de juzgar cualquier cosa. Recuerda que todo tiene un porqué... aunque a veces no nos guste—
—¿Por qué me compraste, entonces? —mi voz temblaba, como si preguntara algo prohibido.
Él clavó su mirada en la mía, oscura, insondable.
—El motivo... no te gustará. Hay cosas que es mejor no saber todavía —dijo, mientras me abrazaba con fuerza, como si intentara protegerme de todo... incluso de él mismo.
En sus brazos sentí miedo y alivio al mismo tiempo. Como si fuera un ángel... o un demonio disfrazado de salvador. Y aunque algo en mí gritaba que debía escapar... lo único que hice fue quedarme, temblando... y queriendo quedarme aún más.