"Sí señor, me someto", gimió ella húmedamente.
"Espero que hagas lo que te digo. Debes confiar plenamente en mí."
"Sí, señor", asintió y esperó pacientemente mientras Mónica y Cole la desataban del caballo de salto. Su trasero, gravemente magullado, limitaba las posiciones que podía adoptar, pero no importaría para lo que venía después. Sostuvieron parte de su peso mientras la ayudaban a llegar a un rincón de la habitación donde un cabestrillo de cuero colgaba del techo con cuatro pesadas cadenas.
Siguiendo las instrucciones, Amanda se recostó sobre el cabestrillo y dejó que este soportara su peso. Le levantaron las piernas para poder sujetar las esposas de los tobillos a las cadenas verticales por encima de las caderas. Vio que sus piernas estaban casi rectas, pero muy separadas. Luego
