CAPÍTULO 4: Fin de semana de chicas

1511 Palabras
Eran las nueve de la mañana de un sábado. El cielo se veía completamente despejado y se empezaba a sentir el calor que acompañaba al verano. Como todos los fines de semana, Corina prefería quedarse en cama durante casi todo el día, su cuerpo demandaba descanso después de sus fuertes jornadas laborales; solo se dedica a dormir, comer cualquier cosa que encontrara en el refrigerador o en la despensa y, volvía a meterse entre las sábanas. Había transcurrido un año después de su divorcio, desde entonces, su vida era bastante monótona y que giraba entorno a su trabajo. Su sueño se vio interrumpido por el timbre de su pequeño departamento que sonaba insistentemente, haciendo eco en cada rincón del interior. Entre gruñidos trató de ignorarlo colocándose el brazo sobre la cara, luego, apretó una almohada contra sus oídos. Unos segundos después dejó de oírse el timbre, haciéndola aflojar la presión de la almohada. —¡Sabemos que estás ahí, seremos capaces de tumbar la puerta si no nos abres! —Se escuchó el grito de una voz femenina, acompañada de golpes en la puerta, con aquel sonido del timbre regresando aun con más ahínco. Corina hizo a un lado la almohada y dejó caer sus brazos extendidos sobre la cama, se quedó observando por un momento hacia el techo con los ojos entreabiertos y decidió levantarse a abrir esas puerta, ellas siempre eran muy insistentes hasta que lograban su objetivo. En su pijama ancha de puntos blancos, se dirigió hacia la puerta con pasos perezosos y arrastrando sus pies. Cuando abrió, inmediatamente entraron Avril y Diana, sus mejores amigas, su único apoyo en ese tramo doloroso de su vida y quienes han sabido casi todo de ella. —¡Contesta el teléfono, por amor a Dios! Por lo menos envíanos un emoji para saber que vives. —La reprendió Diana algo molesta. Sin embargo, soltó un suspiro con resignación sabiendo que ya había hecho costumbre ese modo de actuar. Se inclinó hacia Corina y le dio un beso en la mejilla, más que un saludo, era un alivio por saber que estaba bien. —Cora, sabes que nos preocupamos por ti cuando pasas tanto sin enviar alguna señal de vida. —Avril apoyó a Diana, a la vez que la saludaba dándole un fuerte abrazo. —Buenos días chicas, lo siento... Saben que siempre estoy muy ocupada con el trabajo. —Hmmm, necesitas hacer algo más que solo trabajar Cora. Corina se pasó las manos por la cara tratando de quitarse la somnolencia que le quedaba. —No lo sé, ya saben como... —Comenzó a hablar despreocupada y se detuvo, escaneando a ambas. —¡Oigan! ¿Por qué están vestidas con ropa tan ligera? ¿A dónde van? —“Vamos” querrás decir, querida. “Vamos” a la playa porque tu también vas. —Aseguró Diana contonéandose y señalándola con su índice. —Pues, lamentamos informarte que irás con nosotras así tengamos que llevarte atada en la maleta del auto. ¿Okey? —Afirmó Avril con decisión, mirándola fijamente. —No estoy de ánimos, lo saben, además no me he depilado las piernas y... —¿De verdad Cora? —Le interrumpió Diana con fastidio, cruzándose de brazos. —Esta es la peor excusa. ¡Si eres lampiña! No habrá un NO como respuesta después de tus malas excusas, tienes un año sin ánimos de nada, ¡ya es demasiado tiempo! —La volvió a apuntar con el índice. —Debes disfrutar tu vida, además, vamos a ese lugar al que tanto nos gustó ir de jovencitas... —Corina abrió la boca para decir algo. ¡Ah! Y, antes de que menciones tu equipaje, Avril y yo vamos a prepararlo ya mismo, no quiero verte con ropa de anciana de funeral. ¡Así que, en marcha! —Tronó sus dedos delante de su rostro. —Pero... pero... Corina quedó boquiabierta, parpadeando repetidamente y con las palabras en el aire, girándose para observar a sus amigas tomar la dirección de la habitación para preparar su equipaje. Luego las siguió con sus pasos perezosos, pero como cachorro regañado. —¡Animo! Te vas a divertir... —Exclamó Avril con el mejor entusiasmo y positivismo que podía mostrar. Había transcurrido un año desde lo sucedido con Edmundo y Rubén, pero Corina no había sanado del todo; cambió totalmente su estilo de vida, se entregó a su trabajo, cambió de residencia y usualmente se alimentaba de comida chatarra aunque antes amara la cocina. Pese a que regularmente asistía a terapias psicológicas, ella no había vuelto a ser la misma, intentó actuar de la misma manera que antes, pero todavía lucía algo sombría. Su brillo no volvía. *** Diana y Avril fueron el único apoyo en los peores momentos para Corina, eran más que amigas, se consideraban hermanas de vida. Diana se caracterizaba por ser bajita y delgada, tenía una cabellera natural n€gra y su color de piel pálido, con unos labios carnosos, ojos color esmeralda y nariz griega; una delicada apariencia que guardaba un carácter fuerte y a su vez, un lado muy maternal. Aunque Diana era algunos años mayor, Corina y ella tenían una amistad desde casi toda sus vidas, ya que durante su infancia fueron vecinas. En los últimos años la vida le impuso fuertes pruebas a aquella minúscula mujer, que pudo superar gracias al apoyo de Corina y Avril Cuatro años antes, Diana quedó viuda al perder a su esposo en un accidente de tránsito. Semanas después de este devastador hecho, comenzó a sentir náuseas, mareos y síntomas característicos de un embarazo, llenando su corazón de esperanza y alegría pensando que en unos meses tendría entre sus brazos un retoño de su amado y difunto esposo, pero la vida no tenía preparada para ella mejores noticias, en su vientre no crecía un bebé, sino un tumor maligno. A Corina le dolió mucho verla padeciendo de esta enfermedad tan desgastante y cruel, pues veía en Diana el sufrimiento por el que su madre había pasado sin tener resultados positivos después de fuertes y agotadores tratamientos. Milagrosamente después de dos largos años de constantes tratamientos y quimioterapia pudo vencer esa batalla, a un precio elevado. Nunca podría tener hijos. Avril y Corina se turnaban para quedarse a cuidarla en casa o en el hospital, nunca estuvo sola gracias a ellas. No tenía familiares cercanos. Por otro lado, Avril era una simpática mujer de piel canela de mediana estatura, cabello con rizos castaño oscuro, ojos cafés, nariz romana, labios de muñeca y un hermosa figura en forma de pera. Era muy soñadora, romántica y confiada, que anhelaba encontrar a su media naranja, pero su mala suerte en el amor no se lo había permitido, siempre se topaba con los hombres mas mujeriegos y mentirosos. Sin embargo, a pesar de todo, no se daba por vencida, ni se cerraba a las posibilidades. A diferencia de Corina y Diana, Avril tenía una numerosa familia, padres estupendos, era la menor de cinco hermanos y tenía unos cuantos sobrinos. Ellas tres se hicieron amigas en la universidad, aunque su carrera universitaria era medicina, su pasión siempre fue la repostería, por lo que prefirió emprender con una pastelería que ejercer su carrera. Sus postres eran todo un éxito, por lo que su local era bastante concurrido. Aquel trío de amigas tenía personalidades diferentes y que quizás contrastaban, pero su lazo se hacía aún más fuerte en aquellos momentos en los que más se necesitaran. *** Las chicas tardaron tres horas en llegar a su destino, Diana había hecho reservaciones en un imponente y lujoso hotel a orillas de la playa, sus empleos les permitían costear esos gustos de vez en cuando. Habían disfrutado el viaje hasta el hotel, rieron, cantaron, conversaron y recordaron buenos momentos de sus vidas, pues, tenían mucho sin compartir tiempo de calidad juntas, incluso, Corina cambió de idea y se mostró mucho más entusiasmada por esa salida. Una deslumbrante vista se podía apreciar desde el estacionamiento del hotel. Las chicas habían estado maravilladas con todo el sitio desde que llegaron, era la primera vez que visitaban ese parador. Ellas recibieron las llaves de sus habitaciones y fueron inmediatamente a dejar sus pertenencias. —Chicas, después de instalarse, ¿podrían venir a mi habitación, por favor? Necesito contarles algo importante. —Pidió Diana con un timbre que asomaba un ápice de melancolía. Algo bastante inusual, por lo que Corina y Avril se miraron y se apresuraron en dejar las cosas en sus respectivas habitaciones. Las habitaciones que les correspondieron eran similares, con un balcón que las llevaba a perder sus vistas en la inmensidad del mar, junto al él se encontraba una mesita con dos sillitas de madera, las habitaciones eran enormes con piso de parqué, algunas obras de arte contemporánea colgadas en las paredes, elementos decorativos art decó, muebles con tapizados sencillos, una cama king size con almohadas de plumas y un baño con jacuzzi; el estilo de las habitaciones ofrecía un equilibrio perfecto entre lo clásico y lo moderno.
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