Deseo perverso

Antonella Sentirme húmeda otra vez no era el problema, el verdadero problema es que otra vez había sido por él, Emilio. Mire a mi lado y como cosa rara Alberto ya no estaba a mi lado y yo no podía contenerme más, estaba completamente húmeda y quería sentirlo dentro de mi. Así que me puse de pie y fui hasta mi mueble tome mi dildo, volví a mi cama y abrí mis piernas para brindarme el placer que deseaba tanto. Ahhh, deje salir un gemido gutural, en verdad deseaba más que nada en el mundo tener a Emilio entre mis piernas, que solo imaginaba en la forma en que su m*****o me penetraba una y otra vez. Mis piernas se tensaron al igual que todo mi cuerpo al llegar al clímax. Pero otra vez sentí ese vacío, ese mismo que siento cada vez que pienso en Emilio. Me puse de pie, y fui directo al baño donde deje que el agua acaricie mi cuerpo desnudo. No es la primera vez que me sucede esto, siento que no voy aguantar mucho si sigo aquí en esta misma casa. Tendré que hablar con Lorenzo, es mejor que Emilio se vaya de esta lugar. Salí del baño, me puse un vestido ligero, o mejor dicho sin nada debajo, después de todo estoy en mi casa. Salí de la habitación y caminé justo hacia la cocina, sé que él está ahí, aunque trate de evitarme, se que el me espera ahí, lo se. —¡Buenos días hijo! —dije, se que lo saco de sus casillas con tan solo llamarlo hijo, pero me encanta provocarlo. —¡Mire señora! Le he dicho miles de veces que deje de llamarme hijo, le recuerdo muy bien que usted no es mi madre, y que por su culpa ella está ahora en un manicomio —exclamó Emilio. —Si lo se, no soy tu madre, pero puedo darte el cariño que tú necesitas —dije llevando mis manos a su dorso desnudo. Es lo habitual a esta hora de la mañana, me encanta verlo después de hacer ejercicio. —Yo no necesito su cariño, créame señora cuando le digo que la aborrezco con toda mi alma —dijo tan cerca de mí que sentí mi cuerpo estremecer, “Dios” si tan solo supiera lo que él me provoca, en este momento estaría encima de mí brindándome el placer que tanto deseo. —Ya sabes que no soy una señora, solo tengo tres años más que tú, es más puedo ser tu hermana mayor —dije retrocediendo un poco o de lo contrario voy hacer lo que tanto deseo, «Saltar sobre él como gata en celo». —Para mí eso es, una señora, una que se metió en nuestras vidas, una que arruinó por completo nuestras vidas —vociferó Emilio acercándose rápidamente a mi, su boca se movía al compás del viento era como si un suave murmullo hablara tan cerca de mi que solo me lo imaginé abajo, en mi entrepierna “por Dios, estoy completamente húmeda”, y lo peor por él. —No juegues conmigo niñito, yo no arruine absolutamente nada, tu padre estaba solo y tu madre ya estaba completamente loca, así que como puedes ver yo no tengo la culpa de absolutamente nada —dije. Mi respiración ya estaba empezando a traicionarme, mi pecho había empezado a subir y bajar desmesuradamente. —Yo no juego señora, yo actuo —dijo acercándose más a mi, sus manos se resbalaron por mis muslos hasta llegar donde quería sentirlo. Bajé mis manos rápidamente y detuve lo que tanto quería, «Sentirlo» Es mejor antes que no haya reversa, se que él lo hace solo por burlarse de mí, y está vez por más que me muera por él, no voy a caer nuevamente en su jueguito. —Es mejor que quites tu manos de encima de mi, o tu papito puede llegar en cualquier momento y darse cuenta —vocifere, que contrariedad, muero por sentirlo dentro de mí, pero sé muy bien que él solo juega conmigo. —¡Jaja!, No puedo creer que todavía no le hayas dicho a mi padre absolutamente nada de lo que hubo entre nosotros, vaya que eres una basura. —Las palabras de Emilio me golpearon el corazón, pero aún así no puedo dejar que me falte al respeto, sin dudarlo un segundo levanté mis manos y la estampe en sus mejillas, las mismas que solía besar con tanta pasión. —¡Cállate!, tú no eres nadie para decidir que le digo o no a Alberto —dije, me giré y quise caminar, las manos de Emilio se enredaron en mis brazos haciendo que me girara por completo hasta quedar de nuevo frente a frente a él. —Por supuesto que soy, o se te olvida que estás casada con mi padre. Falta ser cínica para seguir aquí después de darte cuenta de quién soy, pero que vas a saber tú de vergüenza, si no la tuviste para meterte con un hombre mucho más mayor —vociferó Emilio. —No, no se me olvida, y suéltame hijito —dije, ví como sus ojos se oscurecieron y se llenaron de irá, grave error, no debí decirlo nuevamente. —Nunca, óyeme bien, nunca vuelvas a llamarme hijo —dijo tan cerca que podía sentir su respiración de mi, su boca, se acercó tanto que moría por sentirla nuevamente, y como si mis ruegos fueron escuchados, Emilio me tomó del cuello y beso mi boca, solo que están vez no había lo que había antes, está vez sentí, odio, rabia. Así que no lo dude un segundo y me separé de él, mi pecho subía y bajaba por él.