ELINA
Siento mi cuerpo entero adolorido, pero tan pronto como escucho el grito de mi madre soy consciente de que si no me transformo por completo, moriré, y si muero mis padres y mis hermanos sufrirán muchísimo y eso es algo que no pienso permitir nunca, así que trato de recordar el entrenamiento con mi alfa y usando todos mis sentimientos, positivos y negativos, dejo salir a mi loba a la superficie para que se apodere de todo mi ser, siento los huesos romperse y estirarse, los siento volver a unirse y mi cuerpo cambia tan rápidamente que casi pareciera como si nunca hubiese sido humana, cuando aterrizo en el suelo, lo hago en cuatro patas en vez de dos, y sé por la expresión en el rostro de mi familia, que nunca se hubiesen esperado mi transformación completa.
El silencio se extiende por los terrenos del palacio y no soy plenamente consciente de lo que pasa en un principio, pues aunque sé que mi transformación fue total, no me explico por qué todos parecen sobrecogidos cuando me ven, y es sólo cuando me paro completamente erguida que noto con sorpresa lo pequeños que se ven los lobos que hace unos segundos me estaban acribillando, lo cual hace que todo parezca irreal, pues cuando estaba a media transformación estos mismos lobos que ahora parecen perros corrientes, me parecían unas bestias enormes imposibles de vencer, pero ahora no se ven tan amenazantes y una ola de confianza y superioridad me invaden mientras los observo a todos con atención.
Sé que podría subyugarlos con facilidad, sé que con un gruñido podría hacer que ellos se inclinaran hacia mí y dejaran de atacarme, pero también sé por la mirada en el rostro de la madre del rey, quien tiene la boca abierta por la sorpresa y los ojos desorbitados, que si me atreviera a someter a los lobos usando mi aura de alfa, ellos harían todo lo posible por deshacerse de mí, pues siempre me han considerado como una amenaza al reinado de Bastian Vark; así que únicamente me limito a gruñir y enseñar mis colmillos a los lobos que me rodean, y casi como si fuera magia, muchos de ellos se voltean y tratan de iniciar peleas entre ellos, casi como si estuvieran ignorando el hecho de que me encuentro frente a ellos.
Pero no todos se dan la vuelta, unos cuatro lobos, los más grandes del grupo de veinte a excepción de mí, se quedan frente a mí gruñendo y moviendo sus patas delanteras en señal de desafío, y no tardan mucho en empezar a atacar los cuatro al mismo tiempo, pero para este momento la mayoría de mis heridas superficiales ya han sanado casi completamente, y las heridas más profundas en mi pierna y en mi pecho ya no duelen tanto, por lo que me dispongo a pelear con ellos con tanta rapidez como soy capaz, haciendo que caigan uno por uno, algunos con chillidos estremecedores, otros con un golpe seco, y el último simplemente se rinde a último momento, por lo que detengo mi ataque y lo dejo regresar a su forma humana y ensangrentada.
Unos minutos después, la pelea se reduce sólo a doce lobos, por lo que sé que sólo tengo que derrotar a dos más para asegurar mi lugar en el grupo de guerreros élite, no obstante, ninguno de los lobos parece querer enfrentarse a mí y no sé bien si debería atacarlos primero, cuando la voz potente de la madre del rey se escucha fuerte y clara desde la tribuna:
“Quien se niegue a pelear quedará automáticamente eliminado,”
Y con eso bastó para que los once lobos que quedaban en pie se abalancen sobre mí casi al mismo tiempo, en una nube de garras y colmillos que intento esquivar con todas mis fuerzas, pero aunque es mucho más fácil con mi transformación completa, eso no impide que reciba mordiscos y zarpazos que logran manchar de sangre mi pelaje blanco y café, y no puedo evitar soltar algunos chillidos de dolor, pero en medio de todo debo recordarme a mí misma que no puedo dejar que mi loba tome control total de mis pensamientos, pues de lo contrario ella podría acabar con la mitad de las personas presentes, y con la evidente muestra de afecto de mi familia hoy, sé que cualquier paso en falso que dé en este momento también los pondría en peligro a ellos.
Así que pongo toda mi fuerza de voluntad en controlar mis movimientos y así sólo incapacitar a dos de ellos, los dos más débiles, para que únicamente quedemos en pie los diez ganadores y ya nadie más tenga que sufrir las consecuencias de esta competencia sangrienta, ya que un escaneo rápido del lugar me hace notar los cuerpos sin vida de al menos tres personas, uno en la primera etapa y otros dos en la tercera, por lo que trato de no herir de gravedad a nadie más, y cuando los dos que sobraban en la ecuación caen, me detengo por completo y giro la cabeza hacia el rey, casi pidiéndole que declare terminada la competencia, pero nadie en la tribuna parece estar dispuesto a pararla, y es que después de todo necesitan un ganador definitivo.
Me doy cuenta de esto casi al mismo tiempo que los otros nueve lobos, y allí es cuando empiezan los ataques nuevamente, con más mordiscos, más zarpazos y más golpes, que aunque me van debilitando, no pueden detenerme ni hacerme tanto daño como el que les estoy causando a los otros y ellos lo saben, por lo que al final algunos simplemente se terminan arrojando al suelo con un chillido, fingiendo que ya no pueden pelear más contra mí, hasta que al final sólo quedamos tres lobos en pie, y estos dos parecen ser alfas también, pero no solo ello, sino que parecen tener como objetivo principal el herirme tanto como puedan, y casi logran debilitarme lo suficiente para tomar ventaja, pero los detengo con un gran golpe que los envía lejos, y es así como me quedo sola en la mitad de la arena, cubierta de tierra y sangre y con la respiración alterada.
Los gritos son ensordecedores, especialmente los de mi familia y mi manada, quienes están gritando y saltando de emoción, mientras el rey parece genuinamente sorprendido y la madre del rey parece estar a punto de tener una apoplejía, ellos claramente no esperaban que fuera a ganar y por ello me dejaron participar, pero ahora que soy la última de pie, sus rostros reflejan mi propio miedo por haber llegado tan lejos, pues eso significa que ahora seré uno de los siete guardas personales del rey.