11 febrero 1986
Camila
Hola, soy yo de nuevo. Quería contarte algo que me sucedió esta noche. Estaba en la cafetería haciendo la fila para recibir la bandeja de comida cuando la vi llegar.
- Lucas, no lo vi almorzar hoy en el comedor, ¿estaba castigado? – Me preguntó Angélica mientras nos sentábamos en una de las mesas para cenar.
- Estaba arreglando el cobertizo con un estúpido que no vale ni la pena mencionar.
- ¿Quién es? ¿Ya tiene problemas con chicos aquí?
- No es nadie.
- ¿Irá al ensayo de mañana? Hay que practicar para la competencia de mitad de año.
- Sí, si iré. Me gusta ir. – Miré el reloj, eran las ocho y treinta, Isaac me dijo que nos viéramos en el baño del primer piso, ahí saldríamos. No sé qué quería mostrarme, pero tenía mucho interés en hacerlo. Me prometió que no sería una trampa, que iría solo y sería solo para conversar un rato. No sabía si creerle, no lo conozco y no sé qué tan sincero sea. Lo único que sé de él es que es rico, inteligente (por sus notas), y que detesta los silencios incómodos.
Estaba nervioso, esperar la hora que el me dijo me desesperaba. No podía dejar de mirar constantemente el reloj que parecía ir más lenta cada vez los movimientos de sus manecillas.
- Dígame algo Lucas, ¿tiene novia? – Preguntó tímidamente sacándome de mis pensamientos. Negué con la cabeza. - ¿En serio no tienes?
- No tengo.
- Eso está mal… digo, digo, bien. ¿Cree que… podríamos hablar con más frecuencia? – Bebí un gran sorbo de mi bebida mientras pensaba. Sabía exactamente a qué se refería ella. Por su mirada hacia mí, su rostro sonrojado y sus manos temblorosas es más que evidente y sí, si fuera un chico heterosexual no dudaría en salir con ella. Es hermosa, su cabellera castaña adorna el rostro perfecto que tiene. Ella es la bella entre este montón de bestias, he visto mujeres tan horribles que me hacen cuestionar si es que en verdad son mujeres, si sabes a lo que me refiero Camila.
- No sé qué decir.
- Está bien, lo entiendo. – Dijo entre risas para ocultar su evidente incomodidad. Eso me hizo sentir mal.
- Si quieres, nos vemos la semana entrante y vemos el partido juntos de semifinal, ¿te parece?
- Sí, lo veo entonces. Cuídese mucho, oyó. – Dijo sonriente y besó mi mejilla. La observé mientras se alejaba.
Cada vez se ponen más extrañas las cosas en mi vida, ¿no lo crees? Espero tu consejo, te quiere.
Lucas