11 febrero 1986
Camila
Si antes estaba confundido, ahora lo estoy más. Mis mejillas estaban enrojecidas por el frío que parecía aumentar cada día más, al igual que mi nariz y labios. Por eso no me gusta el frío, duro como un tomate y me duelen las manos, bañarse es difícil, beber algo frío es difícil y hasta defecar es difícil porque todo es frío en este maldito lugar infernal. Debía encontrarme con Isaac en el bosque, cerca al cobertizo que sufrió daños en una fuerte lluvia de hace unos meses y por esto, tocaba repararlo. Ponerle unas tejas nuevas, maderos y limpiarlo. Según la hermana Castillo, hacer trabajo en equipo nos ayudaría a forjar una amistad, cosa que veo imposible. El solo me escogió para fastidiarme o hacerme enojar, dudo que tenga buenas intenciones. No las tiene desde que hace que cada día aquí sea un infierno para mí. Pero para mí el… no lo sé, me detesto en este momento, no sé qué me sucede.
¿Por qué demonios su rostro no sale de mi mente? Sé que lo odio, lo odio con todas mis fuerzas, pero aún así no puedo dejar de mirarlo en clases, ni cuando lo veo pasar junto a mí en el pasillo, ni cuando lo veo sentado en el comedor. Me siento de tal forma que pueda mirarlo, pero sin que el lo note, me moriría de la vergüenza si notara que lo estoy mirando.
Él y sus amigos me martirizan, no me dejan en paz. En todos lados me siguen, se ríen de mí, incluso en las duchas después de correr, escondieron mi uniforme y no me lo regresaron hasta varias horas después. Tuve que estar ahí como un tonto esperando a que llegara Isaac a entregármelo cuando quisiera. Estaba muy enojado y más aún por pensar en tener que reunirme con él, de seguro tendrá algo planeado para molestarme, siempre sería así y no tenía dudas sobre esto. Es que juro que lo voy a masacrar, espero el momento oportuno en que esté solo para agarrarlo a golpes. Quiero golpearlo porque me siento frustrado, ¿quién se cree el para martirizarme en el día con sus burlas y en las noches en mi cabeza? ¡sal ya de mi mente Isaac! ¡sal de una vez!
- Qué bueno que te veo, así no camino solo hasta allá. – Me dijo Isaac mientras yo cerraba la puerta. Rodé los ojos y lo ignoré, empecé a caminar y él fue tras de mí. - ¿Por qué no me respondes? ¿no te agrado?
- Cállate, ya bastante tengo con trabajar contigo en algo que ni quería hacer, lo mínimo que podrías hacer es callarte.
- Eso será muy difícil.
- No mira, es muy sencillo. Si dejas tu maldita boca cerrada te sería más fácil.
- Qué grosero eres, nuevo. – Dijo entre risas y desvié la mirada. No podía mirar fijamente su sonrisa, sería pisar un terreno muy peligroso para mí.
- Me llamo Lucas, creí que lo sabías, por eso me mencionaste para la actividad.
- Pensé que sería más divertido si era contigo.
- Qué mal pensaste, no será nada divertido.
- ¿Siempre eres así de serio? – Me preguntó y lo incendié con la mirada, ¿podía ser más cínico?
- No, no siempre lo soy. Puedo ser la mejor persona del mundo, ¿sabes? Pero no con gente basura como tú, ¿cómo es posible que después de molestarme tanto quieres que te hable como si fuera tu amigo? ¿es que estás demente?
- Tocaste un muy buen punto. – Se encogió de hombros y seguimos en silencio todo el trayecto hasta el bosque.
Cargamos lo maderos entre los dos ya que eran muy grandes y pesaban, los llevamos hasta la parte de atrás del cobertizo y así hicimos con todos.
- No soporto el silencio. – Me dijo poniéndose en frente de mí impidiéndome avanzar, se movía para no dejarme pasar.
- Isaac.
- Hablemos de algo, de lo que sea. Cuéntame algo de tu vida o lo que quieras.
- No.
- ¡Lucas!
- No.
- ¡En serio!
- No.
- Vamos, lo siento. ¿Está bien? Me he portado como un niño estos días. – Dijo haciendo todo un berrinche. - ¡Lucas!
- No quiero hablarte de nada, no te conozco. – Bufé. - Si quieres hablar, hazlo tú. Soy demasiado genial como para perder el tiempo hablándole a un imbécil como tú. – Dije eso tal vez para engañarme a mí mismo y negar la batalla que ocurría en mi estómago cada vez que el aparecía frente a mí.
- Qué cruel eres. – Reía con ganas. -Está bien, yo hablaré, pero no ahora. Te veré a las diez.
- No podemos salir a esa hora.
- Eso crees.
- No se puede, hay vigilancia.
- Tengo mis métodos y no puedes negarte, sino me tendrás encima de ti en lo que resta del año. – Lo pensé unos segundos, ¿tener a este pesado encima todo el tiempo? Sería una tortura. Asentí y él sonrió triunfante.
Espero que esto no complique más las cosas, te quiere.
Lucas