NARRA VALENTINA. –Ya tengo la lista de los víveres, el auto nos viene a buscar en media hora –anunció Eva entrando a mi habitación mientras yo me terminaba de arreglar el uniforme. –¿Y Lucia? – pregunté mientras me volteaba a mirar a aquella monja, Eva era mi amiga desde hace años, pese a su mal humor y mi poco humor, ambas éramos buenas amigas. –Se fue con la Madre superiora a realizar unos trámites– respondió desviando su mirada hacia el suelo. –Es extraño que no me haya dicho a mí que la acompañe –comenté extrañada, ya que, siempre, era yo la acompañante de la anciana. Siempre su favorita y ahora simplemente salió sin mí. ¿Acaso estaba enojada? Me pregunté asustada. La duda me invadió, pero al ver la lista de víveres una idea vino a mí, si bien era agradable la compañía de Eva, la

