Eran las 03:00 am, mi habitación se achicaba y él parecía estar más cerca que nunca, el silencio de estas paredes me hacían extrañar aún más la voz de mi novicia y la dulce paz de su presencia se veía tan lejana ahora mismo. –Dios, ayúdame– rogué en voz alta en busca de la misericordia de aquella entidad, que últimamente solamente me ignoraba. Su respuesta nunca llegó y mi cerebro parecía mutilarse a sí mismo. ¿Por qué el infierno estaba en busca de mis restos?, comenzaba a sentir que estaba a punto de enloquecer. ¿Por qué la ausencia de mi novicia había logrado aquello?. Mire hacia la puerta, la cual se volvía más chica con el correr del tiempo, nadie entraría, y solo podía preguntarme por qué las demás personas si pueden dormír, sin preguntarse si yo dormía, sin preocuparse si alguie

