NARRA JULIANA. –¿Si? –pregunté a Camila quien parecía estar hablando y hablando sin tener conciencia de que no había escuchado siquiera una palabra de su boca. –No escuchaste nada de lo dije, ¿no es así? –preguntó molesta. – Si claro que escuché –contesté intentando defenderme, pero la cara de incredulidad de ella me hizo comprender que era inútil hacerlo. –Tienes razón, no escuché nada –confesé volviendo mi mirada a los libros que teníamos sobre la cama. –Dije que mañana tenemos clase y debemos aprender estos textos para nuestra desgracia – comentó Camila mientras se tiraba sobre ellos y apoyaba su cara sobre mis piernas. Sólo me limité a sonreír, sonrisa que se borró cuando la puerta se abrió y ella entró. –La cena está servida – dijo mirando hacia la demás noticias, como si mí, pr

