NARRA JULIANA. No podía dejar de verla, ni por un segundo. Algo me dolía en mi interior cuando la tenía lejos, y dolía mucho peor cuando estaba a unos metros de mí, pero aun así no podía tocarla. Estábamos en la misa vespertina, o como la llaman la misa de oración, es por eso que ahora mismo estábamos orando por el hambre del mundo, pero nadie pedía por el hambre que yo sentía, el hambre que le tenía aquella monja. Estaba volviéndome loca, no podía comer, no podía dormir, ya que cuando me recostaba a su lado mis manos debían sostenerse a sí mismas para no tocarla. Mi mente había imaginado su cuerpo tantas veces que aquella imagen era lo único que podía ver en cada minuto del día. Estoy muriendo, muriendo por tenerla, muriendo por tocarla. Miré hacia la cruz, mentiría si dijera que tení

