Una decisión tomada

1396 Palabras
— Papá, soy yo. Era el niño quien llamaba a la puerta. — ¡Quédate aquí, ya vuelvo! Salió para atender a su hijo fuera de la habitación. — ¿Qué sucede hijo? — A mi hermanita le duele la panza y está llorando mucho, mamá no abre la puerta, por eso vine contigo. — Está bien, vamos a ver. Salió con su hijo a resolver aquel asunto que al parecer era grave para el niño. Maitane rápidamente se arregló lo más que pudo y fue tras ellos. — ¿Qué sucede? ¿Está enferma la niña? — preguntó Maitane. — Al Parecer, veamos primero que tan grave es. Como había dicho el niño, la niña se retorcía de dolor. — Mi niña, ¿qué te sientes? — Tengo ganas de vomitar. Maitane rápidamente cargó a la pequeña y la llevó hasta el baño, donde volcó todo su estómago, las arcadas fueron repetidas. — Hay que llevarla al médico— dijo Alberto— Llama a tu madre para que me acompañe. La muchacha fue rápido y tocó fuertemente, Selena salió mirando en varias direcciones, como si buscara algo y dijo: —¿Qué sucede? Maitane le explicó lo que estaba sucediendo y entonces ésta reaccionó y salió con Alberto hasta el hospital con la niña enferma; pasaron toda la noche en el centro de salud, la niña tenía una infección estomacal, causada por una mala digestión, en la mañana la enviaron a casa. Ese día en la casa todo estaba tranquilo, él aprovechó ese día para descansar, necesitaba recuperarse después de ese trasnocho. Selena atendió a la pequeña en su tratamiento, ese día no hubo presión para Alberto y Maitane. A la mañana siguiente como siempre el se fué a su trabajo, tendría algunas visitas a los campos donde se recolectaban las cosechas, así que no pasaría el día en la empresa, tendría unos veinte minutos de haber llegado, cuando Maitane entró en la oficina. Él al verla dijo: — Tu madre, nuevamente. — Sí, pero me iré a donde Elizabeth mi mejor amiga— dijo ella. — No, quédate, quiero que me acompañes a revisar el campo para ver cómo van las cosechas. En ese momento tocaron a la puerta. — Disculpe señor Romano, acabo de llegar y tengo ésta correspondencia, ¡ah su hija está aquí! — Hola— saludó a Maitane, la secretaria. La muchacha sonrió con timidez a la empleada de la oficina. — Si, la hija de mi mujer está aquí, va a acompañarme en mi recorrido por el campo. Se metió la mano e uno de sus bolsillos y sacó su billetera y le dijo a la chica. — ¿ Puedes ir y buscarme dos cafés grandes para desayunar? — Enseguida voy señor, con su permiso. Salió y él de inmediato se acercó a Maitane y le dijo: — Vas a venir conmigo cariño, hoy solucionamos lo nuestro. Ella cabeceó de manera afirmativa y él nuevamente la tomó en sus brazos y la besó con ardor, fue un besó largo y delicioso, lo disfrutó de principio a fin. — ¡Te amo chiquita! — ¡Esto me gusta, pero tengo miedo! — Todo estará bien, confía en mí. Se quedó mirándola, acarició el rostro de ella con ternura, estar en aquella oficina era peligroso para los dos, así que se tranquilizó y la apartó suavemente y le indicó que se sentara a esperar para salir, la secretaria estaba por llegar. Él ya había tomado una decisión, no había vuelta atrás, Maitane era suya, hablaría con Selena y pronto realizaría la boda con la mujer de su vida. ¿Que era una locura? ¡Si lo era! ¿Pero quién no había estado loco de amor alguna vez? Sería su mujer legalmente, con todas las de la ley, tendría hijos con ella, sería el enredo más extraño del mundo, ¿que iría a pasar, cuando se reunieran los hijos de Selena con los hijos de Maitane?, ¿pero a quién le importaba aquel futuro? Él estaba dispuesto a ser felíz y si tenía que llevarse al mundo por delante lo haría, pero esa noche Maitane sería su mujer, no pensaba esperar más. Salieron rumbo al campo, la distancia era como una hora de la casa en automóvil, estuvieron recorriendo los sembradíos, hablando entre ellos de planes a futuro, a mediodía se sentaron a almorzar, después fueron donde estaban los silos donde almacenaban los granos, a media tarde estuvieron listos para regresar. Ella llegó sola a casa, Selena la vió llegar y de inmediato le preguntó: — ¿Con quién se quedó Alberto, te dijo algo cuando te vió llegar? Maitane decidió ocultar a su madre lo ocurrido. — Con nadie, se quedó en la oficina, dijo que a las 7 estaría acá; a mí me sentó en una silla, dijo que hablaría contigo, que estaba cansado, creo que se irá mamá. — No te preocupes por eso, yo me encargo, ésta noche te volverás a meter en el cuarto de él, te vas a asegurar que se acueste contigo, de hoy no pasa que ese hombre sea tuyo. Así quedó todo entre madre e hija, Maitane se fue a su habitación a soñar con los besos recibidos, nunca nadie la había besado de aquella manera, en el colegio había tenido un novio y se dieron uno que otro beso, pero los de Alberto eran de otro nivel, la hacían sentir en el cielo, aquel sí era un hombre de verdad, sabía dónde tocarla para hacer que se le mojaran sus pantys. Esa noche haría todo lo posible para que él volviera a besarla de aquella manera, deseaba a aquel hombre que siempre pensó que estaba prohibido, pero después de escuchar a su madre decirle que se metiera en la cama con él, se sentía más que apoyada, por fin Alberto sería su hombre. Se baño, buscó su mejor vestido para esa noche, su madre se lo había asegurado al decir: “ésta noche ese hombre será tuyo” Sentía una mezcla de miedo y emoción, pero más lo segundo, ya no sería más una joven tonta, ahora sería una mujer de verdad, la mujer de Alberto Romano. A las siete estaba Alberto llegando a la casa, Selena al verlo llegar dijo: — ¿Con quién te quedaste en la oficina? ¿Por qué enviaste sola a Maitane? ¡Espero que ya hayas tomado una decisión! . — ¡Selena, si vamos a empezar me lo dices ahora, para agarrar mis cuatro cosas e irme de una vez por todas! ¡Me armas escena de celos en cualquier momento y lugar, no importa si es hombre o mujer, siempre estás buscando una razón para encontrarme una amante! — ¡Por algo será, tu sabes muy bien que no eres ningún santo, así que no te hagas el inocente! — ¡Me voy Selena, ya está bueno ésta discusión estéril! Ella de inmediato se calmó y dijo: — ¡Espera chico! No te enojes, yo solo estoy cuidando lo que le corresponde a mí hija. — ¡Te conozco muy bien, ya estoy cansado de tus reclamos sin sentido! —Cálmate, ya me calmé, voy a llamar a mí hija. ¡Maitane, venga a servir la comida al hombre de ésta casa! Ella obediente entró en la cocina y buscó atender a éste hombre que la seguía con la mirada. Su madre astutamente le sonrió al él y le preguntó: — Entonces; ¿tomaste una decisión? Él apretó lo labios en mohín y respondió: — Si ya lo tengo todo decidido. — Eso me hace sentir tranquilidad, estos días han sido de mucha angustia y zozobra, desde hoy ella se mudará a tu habitación. —¿Por qué deseas apresurar las cosas? Deberías esperar a que yo busque un lugar para vivir, así haremos las cosas como Dios manda, casándome con ella. — Con Maitane si deseas formalizar un matrimonio, en cambio conmigo solo fue probar para ver cómo nos iba y aunque fueron seis años nunca me propusiste casarnos. —Porque siempre has sido una celopata, desde un principio me demostraste desconfianza, así no me gustan las cosas, en cambio tu hija es tranquila y calmada, por eso lo hago, además es virgen, tu ya estabas con una hija. — ¿Y eso no me daba derecho a soñar con una boda?
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR